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Política y religión

Religión

La iglesia española en tiempos de Carlos V

Francisco Martín Hernández

Profesor Emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca



     El propósito que tuvieron los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, abuelos maternos del emperador Carlos V, fue el de llevar a cabo sus empresas a la sombra de la cruz y lograr en España la unidad política y religiosa: unión de los pueblos hispanos, conquista de Granada, descubrimiento y primera evangelización de América, reforma del clero y promoción de la cultura, de la ciencia y el arte. Carlos I de España y V de Alemania (1500-1558) trataría de conseguir también los mismos ideales. Educado en el ambiente caballeresco cristiano de la corte borgoñona, sueña con renovar el Imperio o el reino católico universal de la Edad Media. Identifica catolicismo con sentimiento nacional, por lo que defender a la Iglesia es para él como defender la unidad de España, que creía amenazada tanto en el interior como en el exterior por los herejes. Esto configuraría también a la Iglesia española de su tiempo.

     1. Cuando en 1517 comienza a reinar en Castilla y Aragón, la Iglesia había conocido ya en España sus primeros movimientos de reforma, que continuarán en la época siguiente: reforma de las órdenes religiosas, reforma del clero, reformas llevadas a cabo por Cisneros y los mismos monarcas; medidas que se toman contra los moriscos y judaizantes; consolidación de la jerarquía eclesiástica con obispos dignos y bien preparados, atención especial que se presta a la formación del clero; apertura del campo misionero en América y Filipinas, en las que se establecen nuevas diócesis, colegios, universidades, centros de catequesis, etc. y a las que acuden numerosos clérigos y seglares para llevar a cabo la obra de evangelización. Las Universidades de Salamanca y de Alcalá se convierten en el emporio de la cultura y de la ciencia. La Biblia Políglota alcalaína (que se acaba en 1517 y se completa en 1520) nace alrededor del complejo cultural que para estudios de filosofía y teología establece Cisneros en Alcalá: el Colegio de San Ildefonso y su célebre Universidad, los cuales se convierten en centro de Humanismo cristiano, de reforma y de formación del clero. Uno y otra se unen a los demás centros y colegios de formación, que ilustrados eclesiásticos establecen por España: en Valladolid, Salamanca, Sevilla, Granada, etc. Salamanca aporta la tradición y la madurez de la nueva Escolástica y de ella saldrán las grandes ideas de Humanismo y de evangelización para América.

     2. Puestos los ojos en América y desde su cátedra de Salamanca, el dominico Francisco de Vitoria proclama a todos los vientos el derecho internacional y los derechos humanos. Su hermano en religión Antonio de Montesinos clama, en la catedral de Santo Domingo, contra los abusos de los colonos; y en las Juntas que se tienen en Burgos y Valladolid son los religiosos quienes defienden la libertad de los indios. Conocida es la labor que el P. Las Casas hace en defensa de ellos. Don Vasco de Quiroga, del cuerpo de abogados del Emperador, dedica buena parte de su vida de seglar, y más tarde como primer obispo de Michoacán, a defenderlos, protegerlos y educarlos en sus Pueblos Hospitales de México, «teniendo siempre en cuenta la dignidad humana de los indios». En 1555 se celebra en el mismo México el primer concilio provincial de América, de gran resonancia para la primera evangelización americana. Años antes, en 1551, se promulgan las Reales Cédulas por las que se fundan las Universidades de México y de Lima, a cargo principalmente de obispos, clérigos y religiosos. El colegio de Tlatelolco, de franciscanos, es el primero que se crea en Nueva España; los agustinos levantan otro en Tiripitío y Vasco de Quiroga, tata Vasco, uno más para formación de clérigos en Pátzcuaro de Michoacán. Grande es la labor misionera que llevan a cabo los franciscanos (los Doce que salen de Belvís de Monroy y llegan a México en 1524; Zumárraga, Bernardino de Sahagún...), dominicos (Las Casas, Julián Garcés, Tomás de San Martín, Domingo de Betanzos, San Luis Beltrán...), agustinos (Alonso de Veracruz, Andrés de Urdaneta...), jesuitas (José de Acosta, San Pedro Claver) y clérigos seculares (Vasco de Quiroga, Santo Toribio de Mogrovejo...), a la cual se une la obra legislativa que llega de la Corona, de inspiración claramente cristiana.

     3. En el campo más amplio de la cultura aparece por doquier un Renacimiento o un Humanismo cristiano, que desde las aulas universitarias de Salamanca o de Alcalá se extiende a la ciencia, al arte y a las manifestaciones mismas de la vida humana. Si Luis Vives, pedagogo de Europa y maestro del Emperador, recoge su humanismo y su filosofía de las esencias del viejo cristianismo, Francisco de Vitoria se convierte en maestro del Derecho de Gentes y del estudio y entendimiento de una nueva teología. Tanto de Salamanca, como de otros Estudios y Universidades de España, salieron los obispos y teólogos que iban a iluminar con su doctrina el Concilio de Trento. Mucho trabajó Carlos V para que se iniciaran las primeras sesiones conciliares en l545, y al esfuerzo de los embajadores imperiales Hurtado de Mendoza, Francisco de Toledo o el conde de Luna se debió que éstas pudieran seguir adelante.

     De los 200 Padres que participaron en el concilio, 66 eran españoles y unos 110 teólogos, sobre los algo más de 200 que llegaron de las demás naciones. Siempre adictos a la Santa Sede, no dejaron de mostrarse firmes en cuestiones de importancia para la Iglesia, como, por ejemplo, la residencia y la autoridad de los obispos. Ninguno confundió el verdadero espíritu de reforma con tendencias cismáticas o peligrosos impulsos de disidencia, sin que por ello dejaran de mostrarse inflexibles a la hora de clamar contra los abusos de la curia romana o de reparar la caída disciplina de la Iglesia. No fueron pocos los obispos y teólogos españoles que se distinguieron en las primeras etapas del concilio, de tiempos de Carlos V: Antonio Agustín, Martín Pérez de Ayala, Andrés de Cuesta, Melchor Cano y Bartolomé de Carranza, Domingo y Pedro de Soto, Diego Laínez y Alfonso Salmerón, Andrés de Vega, Alfonso de Castro. Nuestros teólogos dejaron en Trento una impronta universal no sólo de fe, sino también de sabiduría. De los muchos legados que pudo ofrecer entonces España a la humanidad, por lo menos tres se los debe a la Iglesia de entonces: la España teológica, la España mística y la España misionera.

     4. Si en el Concilio se propugnaba la reforma, ya se venía actuando ésta en España merced a personajes como San Juan de Ávila, Santo Tomás de Villanueva, San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, San Juan de Dios, San Ignacio de Loyola. La reforma se extiende a las diócesis, a las parroquias, a los conventos y monasterios y hace que el mismo pueblo conozca un nuevo renacer de la vida cristiana. Se pretende eliminar abusos anteriores relativos, por ejemplo, a las indulgencias, veneración de imágenes, reliquias y santuarios, y se da más importancia a las fiestas litúrgicas y a nuevas prácticas de piedad como el rosario, la celebración del Corpus y la Adoración al Santísimo, el Vía crucis, los Ejercicios espirituales, a la vez que se dan misiones al pueblo y se imparte la catequesis a niños y a adultos. Cada vez se hace más entusiasta el movimiento en defensa del privilegio de la Inmaculada Concepción. Las Universidades, los Colegios, las Instituciones, las ciudades, los monarcas y las personas particulares hacen voto especial de defenderlo incluso con su propia vida. La catolicidad había triunfado en el concilio, tan deseado y propiciado por el Emperador. Hasta en la literatura y en el arte se nota, exultante, el sentimiento religioso: plateresco y Renacimiento cristiano, Arias Montano, Fray Luis de León, Luis Vives, Garcilaso, Gil de Hontañón, Berruguete, Juan de Juni.

     Daba la sensación de que se había tomado en serio, por fin, la reforma de la Iglesia.

     5. Este sentido de catolicidad explica la postura española, en tiempos de Carlos V, frente al protestantismo y a otras desviaciones doctrinales que se presentaron en España. Cuando aquél se extiende por Europa, Carlos propicia el diálogo entre católicos y protestantes; así en la dieta de Worms de 1521, aunque todos estaban convencidos de que era difícil, si no imposible, cualquier intento de reconciliación. No sólo entraban en juego las ideas religiosas, sino los distintos modos que ya había entonces de concebir la sociedad: o al viejo estilo de un Imperio universalista e integrador, como quería Carlos V, o en la línea del individualismo renacentista, que lo mismo pedía Iglesias nacionales -en este caso protestantes- que naciones soberanas e independientes. Mientras Carlos se ve obligado primeramente a promulgar el edicto de Worms, en el que se condenaba a Lutero y se mandaba que fueran quemados sus escritos, por la paz de Augsburgo de 1555 se llega a una especie de transacción impuesta por las necesidades políticas del momento, pero que marca uno de los avances más sobresalientes del protestantismo y deja sellada la división religiosa de Alemania. Carlos V deja las riendas del gobierno para retirarse más tarde al monasterio de Yuste. Como consecuencia de la paz, las dos confesiones, la católica y la protestante, quedaban en completa libertad para profesar su doctrina dentro del Imperio Los príncipes de los diversos territorios podían elegir entre la religión católica o la protestante e imponérsela a sus súbditos, con lo que la Iglesia quedaba mediatizada de este modo al Estado. Los súbditos tenían que someterse a esta elección; o emigrar en caso de no estar conformes.

     Lo que Carlos no pudo conseguir fuera, hizo lo posible por alcanzarlo dentro de España, donde el protestantismo estuvo a punto de echar raíces. En Valladolid se descubrió un primer grupo de luteranos; otro se dio en Sevilla y contra ellos se actuó en los Autos de fe que se celebraron en ambas ciudades. En adelante no se presentarán en España sino casos aislados, contra los cuales siguió actuando la Inquisición.

     También se dieron grupos de erasmistas y de alumbrados o iluminados. Los primeros predicaban un cristianismo más puro y sencillo, «evangelismo» íntimo y lleno de unción al estilo paulino. Erasmista de pro fue Juan de Valdés, hermano de Alfonso de Valdés, secretario de Carlos V y aficionado también a la misma causa. Los alumbrados o iluminados formaban grupos de visionarios, que apelaban a un conocimiento superior, a nuevas profecías y revelaciones particulares y no se cuidaban mucho de la jerarquía. En ocasiones tuvo que ver con ellos la Inquisición por creerlos sospechosos de herejía.

     Fuera de esto casos, la Iglesia española en tiempos de Carlos V muestra una grandeza pocas veces conocida, siendo considerada como una de las más importantes de la Cristiandad de entonces.



BIBLIOGRAFÍA

1. VV. AA. Historia de la Iglesia en España. Madrid : Biblioteca de Autores Cristianos, 1980. v. III -1º, 3ª Parte. cap. I; 4ª Parte, cap. IV; 5ª Parte, cap. I.

2. MARTÍN HERNÁNDEZ, F. La Iglesia del Siglo de Oro. En España cristiana. Madrid : Biblioteca de Autores Cristianos, 1982. Cap. VIII.

3. BATAILLON, M. Erasmo y España. México : 1950. 2 v.



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