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Política y religión

Política

Historia del Invencible Emperador Carlos Quinto, Rey de España

Compuesta por su Majestad Cesarea, como se ve por el papel que va en la siguiente hoja.

Traducida de la lengua francesa, y del propio original.

En Madrid, año de 1620.



(Traslado del papel que está al principio de esta historia, escrito de propia mano del emperador Carlos V y en lengua castellana, el cual papel mandó Su Majestad de Alemania con la misma historia al rey don Felipe, su hijo, que entonces era príncipe de España.)



     Esta historia es la que yo hize en romance, quando venimos por el Rin y la acabé en Augusta: ella no está hecha como yo quería. Y Dios sabe que no la hice con vanidad, y si della El se tuuo por ofendido, mi ofensa fue más por ignorancia que por malicia; por cosas semejantes El se solía mucho enojar, no quería que por ésta lo uviese hecho agora conmigo. Así por ésta como por otras ocasiones no le faltarán causas. Plega a El de templar su yra, y sacarme del trabajo en que me veo. Yo estuue por quemarlo todo, mas porque, si Dios me daa vida confío ponerla de manera que El no se deservirá della, para que por acá no ande en peligro de perderse, os la embío, para que agáys que allá sea guardada y no abierta hasta...

En Inspruch, 1552.

YO, EL REY(1).



Sumario de los viajes y jornadas que a partir de 1516 hizo el emperador Carlos V desde los Estados de Flandes, donde nació el 24 de febrero del año 1500, según el estilo de Roma, y donde se crió después de la muerte del rey Felipe, su padre, que Dios tenga en la gloria.



1516

     1. Después de la muerte del rey Felipe(2) hubo con intermitencia en los Estados de Flandes, que llamamos Países Bajos, algunas guerras, una de las cuales fue aquella que el emperador Maximiliano(3) hizo en unión del rey Enrique de Inglaterra(4) contra el rey Luis de Francia(5), en cuyo tiempo, así por la prudencia como por el acostumbrado esfuerzo del Emperador, fueron rotos los franceses cuando querían socorrer a Thérouanne; una vez rendida ésta, se puso cerco a Tournay, que se rindió también poco tiempo después. De donde resultó que el archiduque Carlos, su nieto, se halló en Tournay, que entonces fue tomada por el dicho rey Enrique, y en Lille, en donde se vio por primera vez con el mismo Rey, y en donde, entre otras cosas, se trató y concluyó la emancipación del dicho archiduque Carlos (que fue en el año de 1515), el cual fue luego recibido por señor en los dichos Estados de Flandes(6).

     2. Y poco después el dicho Archiduque mandó Embajadores al rey Francisco de Francia(7), que también heredaba al mismo tiempo aquel reino por muerte del rey Luis, por los que se trató y asentó una paz; después de lo cual Su Majestad visitó en aquel año parte de dichos Estados de Flandes. Y haciendo esta visita, vino a La Haya, en Holanda, el señor de Vendôme(8), comisionado por el rey de Francia, para ratificar dicha paz. Y la otra parte que Su Majestad no pudo visitar aquel año, la visitó en el siguiente de 1516(9), en el cual tuvo también el primer capítulo de su Orden del Toisón de Oro, en Bruselas. Y fue el año en que murió el Rey Católico(10), y desde entonces en adelante el Archiduque tomó el título de Rey. En aquel tiempo recuperó, aunque no sin alguna resistencia, las tierras de Frisia.

     3. Después el rey de Francia deseó tratar de nuevo con Su Majestad, a causa de su nueva sucesión al trono de la Monarquía Católica, lo que hizo en Noyon, en el mismo tiempo y año. Y a este efecto, para ratificar lo que de nuevo se asentara, mandó el dicho rey de Francia al señor D'Orval(11). Su Majestad se detuvo en los dichos Países Bajos hasta el 8 de septiembre, en que se embarcó en Flessinga para España. Y dejó por primera vez gobernando aquellos Estados en su ausencia, a madama Margarita, su tía(12).

     4. En el mismo año, continuando la paz hecha con Francia y la amistad con el rey de Inglaterra, embarcándose Su Majestad en Flessinga, como se ha dicho, pasó el mar de Poniente y vino a España por primera vez, donde estuvo hasta el año de 1520. Y continuando su camino hasta Tordesillas, fue a besar las manos a la Reina, su madre(13); y partiéndose de allí y yendo a Mojados, halló al infante don Fernando, su hermano(14), al cual recibió con grande y fraternal amor(15). En este tiempo murió el cardenal fray Francisco Ximénez(16), que el Rey Católico había dejado por Gobernador de los dichos Reinos(17). Y prosiguiendo su camino llegó Su Majestad a Valladolid, donde juntó Cortes de los Reinos de Castilla y fue jurado Rey, juntamente con la Reina, su madre. En cuyo tiempo el rey de Francia hizo advertir a Su Majestad de cierta intención suya y voluntad que tenía de hacer la guerra al rey de Inglaterra, por cobrar, según decía, a Tournay que, como antes se dijo, había sido tomada. A lo que Su Majestad respondió conforme a los conciertos que tenía hechos con los dichos dos reyes. La cual respuesta, aunque moderada, justa y conforme a la razón, fue tomada de suerte que el rey de Francia se agravió hasta el punto de comenzar poco después la guerra, y el inglés no mostró el agradecimiento que tal respuesta merecía, porque luego se concertaron y unieron ambos, haciendo poco caso de los conciertos que estaban hechos entre ellos y el Rey Católico. Y por este acuerdo y unión fue la dicha ciudad de Tournay restituida a los franceses.



1518

     5. En este tiempo, que fue en el año de 1518, partió Su Majestad con el Infante, su hermano, de Valladolid a Zaragoza, y en el camino dejó en Aranda al Infante, el cual se partió de dicho lugar y se fue a embarcar en Santander, y de allí pasó por mar a Flandes, en donde fue recibido por Madama, su tía. Y Su Majestad continuó su camino hasta Zaragoza, en donde de la misma manera juntó Cortes y fue jurado Rey.



1519

     6. En el año de 1519 Su Majestad tuvo Cortes en Barcelona, donde también se hizo lo mismo, y en el camino supo la muerte del emperador Maximiliano, su abuelo. Y estando en dichas Cortes le vinieron nuevas de su elección al Imperio, lo cual le fue mandado anunciar por el duque Federico, conde Palatino(18). De allí se partió a La Coruña, donde embarcó para ir a recibir, en Aquisgrán, la primera Corona imperial(19).

     7. Su Majestad se embarcó en el dicho puerto de La Coruña, dejando por Gobernador al cardenal de Tortosa(20), y después nombrando juntamente con él al Condestable y al almirante de Castilla, don Iñigo de Velasco(21) y don Fadrique Henríquez(22). Y pasando el mar de Poniente la segunda vez, desembarcó la primera en Inglaterra, donde se vio la segunda vez con el Rey, y, no obstante lo que arriba se dijo, se trató e hizo más particular paz con el dicho Rey. Y desde allí pasó a los Estados de Flandes, donde fue recibido por Madama su tía y por el Infante su hermano. Esta fue la primera vez que regresó Su Majestad a los dichos Estados, de donde resultó la tercera entrevista en Gravelinas y en Calais, entre el Emperador y el rey Enrique de Inglaterra. De allí se partió y continuó su camino hasta Aquisgrán, donde fue coronado. Y desde allí se tornó madama Margarita, su tía, a gobernar los dichos Estados la segunda vez; también dejó allí al Infante, su hermano, y tuvo la primera Dieta en Worms, que fue la primera vez que entró en Alemania y por el Rin.

     Y en este tiempo comenzaron a pulular las herejías de Lutero(23) en Alemania y las Comunidades en España.



1521

     8. Estando Su Majestad en la dicha Dieta, mandó llamar al Infante, su hermano, el cual se partió de allí para irse a casar con la hermana del rey Luis de Hungría(24), conforme a lo que el emperador Maximiliano había dejado concertado. Y durante la misma Dieta, comenzó a mover la guerra el señor Roberto de la Mark(25), la cual se originó de la respuesta antedicha, que el Rey Católico Carlos había dado en el año de 1518 en Valladolid al rey de Francia, de la que no solamente no pudo éste disimular el disgusto y poca satisfacción que tenía, mas cada día iba en crecimiento, y mucho más después que el dicho Rey Católico fue elegido Emperador; al que continuamente le fueron hechos requerimientos y puestas condiciones tan fuera de razón y en términos tan exorbitantes que no pudo venir en condescender con ellas. Por cuya causa y otras pláticas e inteligencias que había en Italia y en España con las Comunidades, comenzaron en el año 1521 las guerras entre Su Majestad Imperial y el rey de Francia, en las que el dicho señor Roberto perdió la mayor parte de sus tierras, que le fueron tomadas por el conde Enrique de Nassau, que entonces era Capitán General del Ejército, y continuaron las dichas guerras hasta el año de 1525. Por cuya causa Su Majestad fue forzado a acabar la dicha Dieta, más como pudo que como deseaba y determinaba hacer, y así se partió para enfrentarse con aquellas guerras(26).



1522

     9. Su Majestad tornó por el Rin a los Estados de Flandes la segunda vez, en cuyo tiempo los de las Comunidades de España fueron vencidos y los franceses rotos y arrojados del reino de Navarra que habían ocupado, lo mismo que Fuenterrabía, acabándose estas cosas antes que terminase este año. Y habiendo mandado el rey de Francia en este mismo tiempo un ejército a Lombardía y cercado con él a Pavía, que el marqués Federico de Mantua(27), que entonces estaba dentro, defendía; y habiendo sido mandado a su vez otro ejército imperial en virtud de una Liga que hizo entonces el Emperador con el papa León y los venecianos, fueron después los franceses arrojados del Ducado de Milán, siendo cabeza del ejército de la Liga Próspero Colonna(28), y fue el dicho Ducado, en virtud de la misma Liga, dado al duque Francisco Sforza(29). En este mismo tiempo, de orden del Emperador, fue cercada Tournay por el conde de Nassau, y entregada a Su Majestad por los franceses, que entonces la tenían, por cuanto antes el rey de Inglaterra se la había dado. El ejército del rey de Francia intentó en el año de 1522 entrar otra vez en el Ducado de Milán, pero por el dicho Próspero Colonna y por el ejército de la Liga se le resistió de tal manera que perdió la batalla de Bicoca. Y poco después fue tomada Génova.

     10. Dejando Su Majestad por tercera vez a Madama, su tía, por gobernadora de los Estados de Flandes, se embarcó en Calais y pasó a Inglaterra la segunda vez, donde se vio la cuarta con el Rey, y, después de haber estado allí algunos días, se embarcó en Southampton y pasó la mar de Poniente la tercera vez y a España la segunda, donde también fue a besar las manos a la Reina, su madre, y allí estuvo hasta el año de 1529. Y al mismo tiempo de su llegada el papa Adriano, que había sido elegido por muerte del papa León(30), se embarcó en Barcelona para Roma. Su Majestad continuó su camino hasta Valladolid, en donde tuvo Cortes para acabar de aquietar las alteraciones pasadas, y, exceptuando algunos de los más culpables, concedió perdón general a la mayor parte de los que le habían ofendido(31).



1523

     11. En el año de 1523, estando el Emperador en la dicha guerra de Francia, tuvo alguna comunicación e inteligencia con el duque Carlos de Borbón(32), que se tenía por injuriado por algunos agravios que le habían sido hechos, por los cuales se pasó al servicio de Su Majestad Imperial; quien, yendo a Pamplona con ejército para entrar en Francia, nombró Capitán General del mismo al condestable de Castilla, don Iñigo de Velasco, el cual entró por aquel Reino y a la vuelta cobró a Fuenterrabía.



1524

     12. Esto hecho, el Emperador tornó en el año 1524 al reino de Toledo, donde adoleció de cuartanas, que no le dejaron hasta el principio del año siguiente de 1525. En cuyo tiempo el rey de Francia puso cerco a Pavía, donde Antonio de Lyva(33) tenía el mando en jefe, y en la batalla que se dio delante de ella el dicho Rey fue preso por el antes citado duque de Borbón, Capitán General del Emperador, y por Carlos de Lannoy, su virrey en Nápoles(34), y don Francisco de Avalos(35), marqués de Pescara, sus principales capitanes, y por el dicho virrey de Nápoles fue llevado el Rey a España, a Madrid, donde enfermó y el Emperador le visitó, que fue la primera vez que se vieron. Estando después el Emperador en la dicha villa de Madrid, se trató y asentó la paz con el dicho Rey y su casamiento con la Reina viuda de Portugal, madama Leonor, su hermana(36). En el mismo tiempo llegó también el duque de Borbón, el cual se tornó luego a Milán, siendo investido por Su Majestad de aquel Estado.



1526

     13. El Emperador se partió en el año de 1526 de Toledo para Sevilla, donde se casó, y en el camino tuvo nuevas de la muerte de la reina de Dinamarca(37), su hermana. Y a la misma ciudad de Sevilla vino el Señor infante don Luis de Portugal, su cuñado(38), a visitar tanto a Su Majestad como a la Emperatriz, su hermana(39). Esta fue la primera vez que Su Majestad vio al dicho Señor Infante. En este mismo tiempo, también, trocó al rey de Francia, por dos de sus hijos(40), conforme a las condiciones de los conciertos hechos en Madrid. El cual inmediatamente después tornó a renovar la guerra y Su Majestad fue desafiado en Granada, en virtud de una Liga hecha entre el papa Clemente(41), que había sido elegido por muerte del papa Adriano, y los reyes de Francia e Inglaterra y la señoría de Venecia; a cuyo desafío respondió Su Majestad. En el mismo lugar le vinieron nuevas de la rota y muerte por los turcos del rey Luis de Hungría, su cuñado(42). Por cuya causa Su Majestad juntó en Valladolid Cortes Generales de todos sus reinos de Castilla, para tratar del remedio y resistencia que se podría hacer a los turcos; donde se halló Su Majesta.d el año 1527, en el cual nació su hijo Felipe, príncipe de España(43). En el mismo tiempo y en el mismo lugar le vinieron nuevas de cómo su e4ército, que llevaba el duque de Borbón, había entrado en Roma por asalto (en el que el dicho Duque fue muerto) y tenía encerrado al papa Clemente en el Castillo de Sant'Angelo; a cuyo castillo fue después puesta guardia por el príncipe de Orange, que por la muerte del dicho duque de Borbón había quedado gobernando el ejército. Y el Papa estuvo en dicho castillo hasta que, habiendo llegado a un acuerdo con el ejército, fue, por mandato de Su Majestad, puesto en libertad. En este mismo tiempo, en la ciudad de Burgos, el Emperador fue desafiado por los reyes de Francia y de Inglaterra, so color de la detención del papa Clemente, a lo que el Emperador contestó, entre otras cosas, que ya no había lugar a este desafío, en vista de que el Papa estaba en libertad y que lo que había ocurrido sobre su detención había sido más por culpa de los que le habían obligado a mandar, para defenderse, tanta gente de guerra (de la que no fue bien obedecido), que de la suya. Habiendo pasado todo esto Su Majestad se tornó a Madrid, donde juntó Cortes de los reinos de Castilla, en las cuales fue jurado por Príncipe de dichos Reinos su hijo Felipe(44).



1528

     14. Yendo el Emperador en el año de 1528 a Valladolid, se sintió la primera vez atacado por la gota y tuvo nuevas de cómo el ejército, que el rey de Francia había mandado a Italia, su color de querer librar al papa Clemente (el cual, como queda dicho, estaba ya libre), había pasado adelante para acometer y asaltar el reino de Nápoles; del que tomaron una gran parte y pusieron cerco a la Ciudad, dentro de la cual se había ido a meter el ejército que había estado en Roma. En cuyo ejército se hallaba el príncipe de Orange(45), don Alfonso de Avalos, marqués del Vasto(46), Alarcón(47) -que había tenido el Castillo de Sant'Angelo- y don Hugo de Moncada(48), que estaba en la dicha ciudad de Nápoles, por cuanto se hallaba allí al tiempo de la muerte del virrey don Carlos; y porque cada uno de ellos pretendía tener el cargo y mando principal, no concordaban bien entre sí; mas, con todo, cumplieron tan bien con su deber, que con la ayuda de Dios el dicho Reino y ciudad fueron defendidos y el ejército francés roto y desbaratado. Durante este cerco, don Hugo de Moncada salió con algunas galeras contra otras de la escuadra del príncipe Doria(49), en donde el dicho don Hugo fue muerto y la mayor parte de sus galeras tomadas(50).

     15. Su Majestad continuó con lo que determinaba hacer, que era ir a Monzón a tener Cortes de los tres reinos de Aragón, las cuales acabadas se tornó a Madrid, en donde halló a la Emperatriz, que hacía poco había parido a la infanta: doña María, su primera hija(51). Donde luego después llegaron los diputados del príncipe Doria, que se ofrecía a venir con sus galeras y con las que habían sido tomadas frente a Nápoles, al servicio de Su Majestad por algunas causas y mal tratamiento que le había sido hecho, lo cual aceptó Su Majestad de buena voluntad, por serle este ofrecimiento de mucho gusto y necesario para lo que quería hacer y lo que cada día se le podía ofrecer. Porque luego de allí se partió para Toledo, y allí dejó a la Emperatriz para gobernar en su ausencia todos sus reinos de España; de donde luego determinaba marcharse, por el deseo que tenía de poner en orden, lo mejor que le fuese posible, los yerros antedichos de Alemania que, como está dicho, Su Majestad había dejado mal remediados a causa de las guerras que le habían sido movidas; y también para resistir aquellas que de la parte de Italia continuamente se le hacían, y juntamente tomar en ella de una vez las coronas que le faltaban y para hallarse más cerca para poder resistir al Turco(52), que se decía que venía contra toda la Cristiandad(53).

     16. Para los efectos sobredichos, el Emperador se partió de la ciudad de Toledo para Barcelona, donde luego después(54) llegó también el príncipe Doria con sus galeras y donde acabó de aprestar y poner en orden toda su armada para se embarcar e ir, como queda dicho, a coronarse en Italia, no obstante la Liga antedicha que contra Su Majestad estaba hecha, la cual en el mismo instante se comenzó a deshacer. Porque estando todavía en Barcelona trataron de paces el papa Clemente y Su Majestad, y allí vinieron nuevas de cómo el Señor de Saint-Pol(55) había sido desbaratado y preso en el Estado de Milán, por Antonio de Leyva, Gobernador de aquel Estado; y en aquel tiempo estaba en Cambray madama Margarita, su tía, tratando de la paz con Madama regente, madre del Rey(56).

     17. Hecho esto, habiéndose Su Majestad embarcado y dándose a la vela toda su armada, pasó la mar de Levante y llegó la primera vez a Italia, y navegando a lo largo de la costa de Francia, oyó decir que la paz estaba hecha, de lo que no tuvo certeza hasta llegar a Savona; una vez comprobada, mandó de Génova al señor de la Chaulx(57), su Sumiller de Corps, para ratificarla, y de allí se partió para entrar más adelante en Italia, donde fue advertido que el Turco, habiendo pasado por Hungría, había puesto cerco y dado asalto a Viena, por cuya causa el papa Clemente y el Emperador se vieron ambos por primera vez en Bolonia (donde por segunda vez la gota atacó a Su Majestad) y en el mismo lugar supo cómo la Emperatriz había parido a Fernando, su segundo hijo(58), de cuya muerte tuvo nuevas el año siguiente en Augsburgo. Y por quedar Su Majestad más libre para resistir al Turco y por dejar quieta Italia, tomó sus coronas en la dicha ciudad de Bolonia, hizo paces con los venecianos e invistió de nuevo con el Estado de Milán al duque Francisco Sforza. Y después de una larga guerra hecha por el Papa y Su Majestad a los florentinos, en la cual el príncipe de Orange, que ya era virrey de Nápoles, tuvo el cargo de Capitán General, fue restituida a la Casa de los Médicis la dicha ciudad de Florencia e investido el duque Alejandro(59) con aquel Estado. En esta empresa fue muerto el príncipe de Orange y le sucedió en ella don Fernando de Gonzaga(60), y en Nápoles el cardenal Caracciolo, hasta ordenar Su Majestad otra cosa(61).



1530

     18. Entretanto, por el Rey su hermano y por los demás que se hallaron en Viena, se hizo tal resistencia, que el Turco, así por esta causa como por entender las diligencias y preparativos que se hacían para resistirle, tuvo por mejor retirarse. En este mismo tiempo, como la cosa más principal y necesaria, el Emperador solicitó de Su Santidad que para remedio de la Germania y de los yerros que se iban multiplicando en la Cristiandad, quisiese convocar y celebrar -como único y principal remedio- un Concilio General; para cuyo efecto Su Santidad nombró un Legado(62) para hallarse en la Dieta de Augsburgo y allí hacer y determinar todo lo que, para el remedio de las cosas dichas, más pareciese que convenía(63).

     19. Acabadas estas cosas, el Emperador, tomando la bendición del Papa, se partió de Bolonia para ir a la Dieta que había convocado en Augsburgo, a donde vino el legado del Papa para tratar del remedio de los yerros dichos, y también para proveer y obviar los males que el Turco intentaba hacer. Y así, pasando por Mantua y por tierra de venecianos, llegó a Trento y a Alemania la segunda vez, y en el camino vino a encontrarse con Su Majestad el Rey su hermano, y ambos juntos llegaron a la dicha Dieta de Augsburgo, en donde se concluyó una buena ayuda contra el Turco, la cual se puso después en ejecución en Ratisbona. En este tiempo hubo tales pláticas y tratos con los Electores que, viendo el Emperador que a causa de los grandes reinos y tierras que Dios le había dado, no podía residir tanto en el Imperio cuanto deseaba y convenía, se trató de elegir al Rey su hermano rey de Romanos(64); y así, la dicha Dieta acabada, se partieron todos juntos y fueron la tercera vez por el Rin hasta Colonia, en donde, a causa de la peste que había en Francfort, se propuso por Su Majestad y se concluyó la elección del dicho Rey su hermano como rey de Romanos.



1531

     20. El Emperador se partió de la dicha ciudad de Colonia para Aquisgrán, a coronar al dicho Rey, lo cual hecho, el Rey y los Electores se fueron cada uno a tratar sus cosas y el Emperador tornó la tercera vez a los Estados de Flandes para poner en orden los negocios que allí tenía, así por su larga ausencia como por las nuevas de la muerte de madama Margarita, su tía, las cuales tuvo viniendo por el Rin abajo. Y para mejor orden, expedición y gobierno, rogó y metió en ellos a la reina de Hungría, Madama su hermana(65), y habiendo juntado y acabado sus Estados y visitado parte de aquellas tierras con su ayuda y compañía, acabó e hizo todo lo que por entonces parecía más conveniente y necesario; entre las cuales cosas tuvo también en Tournay, el tercer capítulo de la orden del Toisón de Oro.



1532

     21. A principios del año [1532] el Emperador, dejando por primera vez a la reina de Hungría, su hermana, en el gobierno de los dichos Estados de Flandes, se puso la cuarta vez en camino por el Rin, tornando la tercera vez a Alemania, así por ver si se podía hacer alguna cosa de provecho en remedio de las herejías que había en ella, como para resistir la venida del Turco, del que había nuevas que se preparaba para ir con gran poder a destruir la Germania. A cuyo efecto, convocó el Emperador una Dieta imperial en Ratisbona, para poner en ella en obra lo que se había platicado en la de Augsburgo, en remedio de lo arriba dicho. En este camino cayó debajo del caballo, andando de caza, y se hizo mal en una pierna, donde le dio después erisipela, de la que estuvo trabajando todo el tiempo que se detuvo en la dicha ciudad de Ratisbona; y también en la misma fue atacado la tercera vez por la gota, y allí murió su sobrino el príncipe de Dinamarca(66).

     22. Estando Su Majestad así indispuesto y tratando en aquella Dieta del remedio de las cosas de la Religión, se tuvieron noticias ciertas de la venida del Turco, a los efectos sobredichos. Por cuya causa Su Majestad, juntamente con el rey de Romanos, su hermano, instaron a los Estados del Imperio de suerte que, con la buena voluntad que tenían de cumplir su deber -suspendiendo por la brevedad del tiempo, los negocios de la Religión y dejándolos en el estado en que estaban- se juntó tal ejército de parte del Imperio y de Sus Majestades el Emperador y el rey de Romanos, que el Turco que quería venir cerca de Viena -donde el Emperador y el rey de Romanos anticipándose, habían ya llegado con sus ejércitos-, después de haber sido desbaratada alguna de su gente por el conde Federico Palatino, que entonces era General de la gente dada por el Imperio (pues los turcos habían entrado mucho tierra adentro), determinó -[el Turco]- de trocar el camino, y junto a Neustadt se tornó, pasando el Drave y el Save, y se volvió a Constantinopla con gran pérdida y daño de su gente; que fue principio para de allí en adelante tener en menos sus fuerzas. En aquel mismo verano el príncipe Doria, por distraerle fuerzas al Turco, acometió por orden del Emperador sus costas y tomó la ciudad de Corón en Morea, donde dejó gente para la guardar(67), y aparte de esto tomó otros muchos lugares e hizo gran daño.

     23. Y viendo el Emperador que por entonces no se podía hacer más contra el Turco y que ya era tarde para intentar la recuperación de Hungría(68), y que también en el ejército se había provocado una gran peste, determinó despedir toda la gente para evitar gastos superfluos, lo que se hizo sin ningún desorden; solamente los italianos que Su Majestad había decidido dejar en Austria, para la defensa de aquel Estado, incitados por algunos espíritus ruines, amotinándose sin causa alguna, se tornaron. Mas el Emperador, siguiendo su intento, se partió luego, yendo la segunda vez a Italia y de allí a España, cosa que deseaba mucho, porque hacía cuatro años que estaba separado de la Emperatriz, su mujer; y también deseaba, pasando así por Italia, verse la segunda vez con el papa Clemente, tanto para tratar de la convocatoria del Concilio y del remedio de las cosas de la Religión y la resistencia contra el Turco, como de la perfecta paz y quietud de Italia(69). Su Majestad, continuando su camino por la provincia de Friul, llegó a Bolonia y se vio con Su Santidad la segunda vez, donde no resultó el efecto completo de lo que Su Majestad pretendía, y así se partió para irse a embarcar en Génova, como lo hizo.



1534

     24. Pasó el Emperador la segunda vez el mar de Levante y, viniendo la tercera a España, desembarcó en Barcelona, donde le esperaban la Emperatriz con el Príncipe y la infanta doña María, sus hijos. Y estando en aquella ciudad algunos días, pasó adelante, a Monzón, a tener las Cortes de sus tres reinos de Aragón; y estando en ellas, padeció la Emperatriz graves dolencias, las cuales pasadas, vino a Monzón; de donde, acabadas dichas Cortes, Sus Majestades se partieron y llegaron a Toledo en el año de 1534, donde también se tuvieron Cortes, después de las cuales Sus Majestades se fueron a Valladolid, donde la Emperatriz abortó un hijo(70); y de allí, a causa de la peste que había en dicho lugar, se fueron a Palencia, donde el Emperador recayó la cuarta vez y se certificó que era gota. En el mismo año se partió de dicho lugar para ir a Madrid e invernar en el reino de Toledo, donde se trató y ordenó en aquel tiempo dé hacer la jornada de Túnez, que Barbarroja(71) en aquel mismo verano había conquistado con una gruesa armada turca.

     25. Dejando Su Majestad a la Emperatriz, que estaba preñada, en el gobierno de todos sus Reinos de España la segunda vez, se partió de Madrid y llegó a Barcelona para dar principio a la dicha empresa de Túnez. A cuyo efecto se juntaron en la dicha ciudad de Barcelona muchas armadas, así la del rey de Portugal, su cuñado(72), como otras que vinieron de Málaga y de otras partes de la costa de España. Vinieron también las galeras tanto del príncipe Doria, General de la mar por Su Majestad, como las de España; las cuales reunidas y también los señores, gentilhombres e hidalgos, gente de Corte y de guerra, de mar y de tierra, el Emperador se embarcó la tercera vez en Barcelona para ir a Túnez y pasar el mar de Levante la tercera vez. Y estando Su Majestad ocupado en estas cosas, y habiendo entendido y sabido el señor infante don Luis de Portugal, su cuñado, la dicha jornada que quería hacer Su Majestad y que era contra los infieles, como Príncipe cristiano y de gran ánimo, se quiso hallar en ella, y así se vino por la posta, con algunas personas principales del reino de Portugal, a la misma ciudad de Barcelona, donde el Emperador estaba, que fue la segunda vez que se vieron. Su Majestad le recibió y trató durante el tiempo de aquella jornada como un hermano debe a otro, y lo mejor que le fue posible(73).

     26. Y estando del todo preparados, se embarcaron en la primavera, y dándose a la vela fueron forzados, a causa de los temporales, a hacer su viaje por Mallorca, adonde llegó Su Majestad la primera vez con toda su armada, y de allí a Menorca, donde también llegó por primera vez, y desde allí continuó su derrota por Cerdeña, donde llegó asimismo por primera vez, hallando toda su gente de mar y de tierra, que había venido en galeras y otros navíos a la dicha isla de Cerdeña, juntándose allí ambas armadas. Y habían venido así también seis galeras del papa Paulo III(74), que poco tiempo antes había sido elegido por muerte del papa Clemente. Y estando así juntos partieron todos de la dicha isla de Cerdeña, encomendándose primero a Dios, con cuyo favor y gracia llegaron antes del día a tierra de África. En cuanto se hizo de día el Emperador tomó tierra con sus galeras, esperando a las naos en Porto Farina. Y después de haber hecho reconocer y determinar el lugar en que se había de desembarcar, puso pie la primera vez en África, entre Cabo de Cartago y La Goleta, con toda su gente de guerra, de la que el marqués del Vasto era General, y después de algunas escaramuzas y de tener cercada, con gran batería La Goleta durante algunos días, fue finalmente tomada por asalto.



1535

     27. En este tiempo el Emperador tuvo nuevas de cómo la Emperatriz había parido a la infanta doña Juana, su segunda hija(75). Pocos días después Su Majestad, dejando La Goleta y su armada provista, caminó hacia Túnez, con la gente de a pie y de a caballo y algunas piezas de artillería, y en el camino Barbarroja, con gran número de moros, así de a caballo como de a pie, y con mucha artillería, saliendo de Túnez, vino a encontrar a Su Majestad y a su ejército entre unos pozos y estanques donde Su Majestad quería acampar para que refrescaran sus soldados; con los que ganó Su Majestad dicho lugar e hizo retirarse a los enemigos, con pérdida de artillería y de alguna gente, aunque también de los de Su Majestad murieron algunos; y así en aquel día Barbarroja se tornó a recoger a Túnez. Al otro día, al romper el alba, el Emperador puso en orden su ejército, y marchó sobre la dicha ciudad de Túnez, y ni Barbarroja ni su gente pudieron impedir que Su Majestad entrase en ella con su ejército(76), y, habiéndola saqueado y dado la libertad a los cautivos cristianos, restituyó en ella al rey Hassam(77), y después, tornando a La Goleta, la fortificó y se embarcó con intención de ir a tomar la ciudad de África(78)bis lo que no pudo hacer por serle el tiempo contrario, y así desde Kelibia, que está en la misma costa de África, el Emperador, atravesando la cuarta vez el mar de Levante, llegó la primera a Sicilia, en donde después de hacer y ordenar lo que convenía al bien del Reino en un Parlamento que tuvo, dejando por su Virrey a don Fernando de Gonzaga, pasó el Faro de Mesina y se vino por la Calabria a Nápoles y la tercera vez a Italia. En este viaje fue atacado cuatro veces por la gota; y fue su quinto ataque.

     28. Estando el Emperador en Nápoles, juntó Parlamento en el que trató de los negocios del Reino y tuvo nuevas de la muerte de la reina de Inglaterra(79), del príncipe de Piamonte(80), que estaba en España, y de Francisco Sforza(81), duque de Milán. Por aquel tiempo el rey Francisco de Francia comenzó la tercera guerra para ocupar al duque de Saboya(82) sus Estados, lo que obligó a Su Majestad Imperial a partir lo más pronto que pudo de Nápoles, para remediar y obviar aquel agravio. Su Majestad llegó a Roma, donde estaba el papa Paulo III (siendo la primera vez que se encontró con Su Santidad, así para tratar de la paz que se le había solicitado como para, faltando ésta, poder ayudar al duque de Saboya, el cual, además de ser vasallo del Imperio, estaba casado con su cuñada y prima carnal, la infanta doña Beatriz de Portugal(83). En Roma se trató y platicó esta materia y pasaron muchas cosas que no fueron más que palabras sin efecto, de que se siguieron ciertos escritos que Su Majestad no quiso tomarse el cuidado de responder, como muy poco serios, sino que determinó seguir su camino(84). Y habiendo hecho todas las provisiones que entonces fueron posibles y deseando hallar el modo y medios más convenientes para restituir al Duque la mayor parte de sus Estados, de que había sido a mano armada y de hecho despojado, dejando parte del ejército sobre Turín y haciendo entrar otro ejército por los Países Bajos, a fin de molestar y hacer daño al enemigo (de cuyo ejército era Capitán el conde de Nassau), pasó adelante con el resto de la gente que le quedaba, de la que hizo General a Antonio de Leyva, y penetró hasta Aix, en Provenza, que fue la primera vez que entró en Francia y con ejército. Donde por ser ya tarde y tener necesidad de atender a la empresa del enemigo, se volvió con todo el ejército a Niza(85). De allí se fue a Génova, donde licenció y despidió del ejército la gente superflua e innecesaria, y dejando provistas las fronteras de Piamonte, Monferrato y Estado de Milán, del que hizo Gobernador y su Capitán General al marqués de Vasto, se embarcó la segunda vez en Génova, y pasando la quinta el mar de Levante, tornó a Barcelona; y fue la cuarta vez que vino a España.



1537

     29. El Emperador vino por la posta a Tordesillas, donde estaba la Reina, su madre, y la Emperatriz, su mujer, y de allí se tornó a Valladolid, donde tuvo Cortes y fue la sexta vez muy gravemente atacado por la gota, y tuvo también nuevas de cómo el duque Alejandro de Médicis había sido muerto a traición, e invistió al duque Cosme de Médicis(86) del Estado de Florencia. Entretanto, vino el señor infante don Luis de Portugal a Valladolid, para ver a Su Majestad y a la Emperatriz, y fue la tercera vez que visitó a Sus Majestades. Pocos días después Su Majestad, dejando a la Emperatriz preñada, se fue a Monzón, donde tuvo las Cortes acostumbradas. En este tiempo el rey de Francia reunió rápidamente un ejército con el que entró en los Estados de Flandes y en poco tiempo tomó Hesdin y Saint-Pol, la cual fue luego recobrada al asalto por un ejército que la reina de Hungría hizo juntar, del que era General el conde de Buren(87), cuyo ejército tomó también sobre la marcha a Montreuil y rompió al señor d'Annebault(88), que iba a socorrer con vituallas a Thérouanne, que entonces estaba cercada: la cual, con todo, fue socorrida, por lo que se levantó el cerco y también se desemparó Montreuil. Viendo el rey de Francia que las tierras que tenía ocupadas en Piamonte al duque de Saboya estaban faltas de bastimentos y muy apretadas por los imperiales y que no tenía modo de socorrerlas sin librarse de la resistencia que se le hacía en los dichos Estados de Flandes, propuso y ofreció unas treguas generales, que Su Majestad puso reparos en aceptar, por saber la necesidad y desguarnecimiento de las dichas tierras que el rey de Francia tenía en Piamonte. De cuyas pláticas se siguió que, estando el Emperador informado de cuán necesitadas y apretadas estaban las dichas tierras y que sus fuerzas eran tales que se tenía por imposible que se pudieran socorrer y por otros respetos que le movieron, hizo treguas generales con el dicho rey de Francia, exceptuando solamente a Piamonte; mas de donde se siguió que el Rey mandó tanta gente y fuerzas a Piamonte, que las dichas tierras fueron socorridas.

     30. Acabadas las dichas Cortes, Su Majestad se tornó por la posta a Valladolid para ver a la Emperatriz, que acababa de alumbrar a su cuarto hijo, el infante don Juan(89), el cual murió poco después, y casi en el mismo tiempo murió también la infanta doña Beatriz de Portugal, duquesa de Saboya. A su vez la Emperatriz quedó tan mal de aquel parto que, desde entonces hasta su muerte tuvo poca salud. Y porque en el tiempo que Su Majestad estuvo en Monzón hubo plática de paz entre Su Majestad y el rey de Francia, de la cual se siguió una entrevista de sus ministros (de parte del Emperador: Cobos, Comendador mayor de León(90), y monseñor de Granvela(91), y de la parte del Rey: el cardenal de Lorena(92) y el condestable de Francia)(93) y había alguna esperanza de que se vieran Sus Majestades, el Emperador se tornó por la posta a Barcelona para ver lo que se seguiría de esta entrevista; mas observando el papa Paulo III que en ella no se tomaba conclusión alguna, quiso mediar y dar principio a la plática, proponiendo y ofreciendo que vendría a Niza, y que el Emperador fuese a Villafranca y el rey de Francia a Antibes, en lo que vino el Emperador, por estar siempre inclinado al bien de la paz. Entretanto, el Emperador fue a visitar Perpiñán y la frontera del Rosellón, y a la vuelta halló al señor infante don Luis de Portugal, su cuñado, el cual por la buena inclinación y deseos que tenía de se emplear en cosas del servicio de Dios y ser causa de algún bien, vino por la posta a la dicha ciudad de Barcelona por si podía hacer algún buen oficio para la conclusión de la paz; donde fue recibido y tratado por Su Majestad como siempre acostumbró hacer. Pero viendo que la ida de Niza estaba ya concertada y que Su Santidad quería ser tercero en este negocio, pareció mejor a Su Majestad que el dicho Señor Infante no pasase de Barcelona, y así se tornó y fue la cuarta vez que se vio con Su Majestad.

     31. Como queda dicho, el Emperador se fue por la posta a Barcelona y allí, siguiendo la intención que tenía de ver lo que resultaría de aquella entrevista, se embarcó la tercera vez y pasó la sexta el mar de Levante, y habiéndose movido, cuando todavía estaba allí, alguna plática de treguas entre Su Maiestad y el rey de Francia, pareció a Su Majestad que no había gran inconveniente en hacerlas, supuesto que iba a Niza para tratar de la paz, y así las concedió al tiempo que se quería embarcar, y mandó luego la ratificación, aunque del rey de Francia no fueron entonces ratificadas, por no poder conocerlas tan pronto. Y corriendo en este mismo tiempo nuevas de que la armada del Turco venía a las partes de Poniente, y casi se decía que era con el intento de impedir la dicha jornada de Niza, habiendo ya llegado Su Majestad a Pomègues de Marsella, fueron descubiertas algunas velas latinas que venían de Levante. El Emperador, sabiendo también que el rey de Francia había mandado poco tiempo antes algunas de sus galeras por aquella parte, pareciéndole serían aquellas las velas descubiertas, les hizo las señales acostumbradas de amistad, para poder hablar con ellas y saber qué nuevas había de la armada turca; las cuales señales las dichas galeras, o no las entendieron, o no las quisieron entender, mas como aquellas que no sabían nada de las treguas, y como enemigas, comenzaron a tirar a las galeras del Emperador y a esforzarse por llegar a tierra de Francia. Lo que visto por Su Majestad y sus galeras, hizo darles caza, de suerte que se tomaron cuatro en la mar, y no quiso seguir a las que habían tomado tierra; y reprendió gravemente a los capitanes de las galeras tomadas por la culpa que cometieron, e hizo advertir al gobernador de Provenza(94) de la dicha culpa de que se siguió aquel desorden, y así también de las treguas que se habían hecho en Barcelona, de las que el dicho Gobernador no sabía nada. Y en cumplimiento de ellas hizo luego restituir las cuatro galeras tomadas, y entonces vino la ratificación de las treguas hecha por el rey de Francia. Hecho esto, continuó su viaje hasta Niza, en donde se vio por segunda vez con Su Santidad, y después de besarle los pies y de tratar ambos por muchos modos la paz con el rey de Francia (que también había llegado a Saint Laurent), no se tomó otra conclusión que unas treguas, para hacer las cuales hubo algunas razones.



1538

     32. Estando el Emperador en Villafranca de Niza y deseando verle su hermana, la reina Cristianísima, porque hacía mucho tiempo que no le había visto, para poder ablandar y conciliar más las voluntades del Emperador su hermano y del Rey su marido, vino a dicha Villafranca con madama la Delfina, la actual Reina(95), y madama Margarita(96) y otros muchos y grandes personajes de Francia, a poner en ejecución sus deseos. Y por cuanto que el tiempo que se vieron le pareció muy breve, volvió otra vez con menos compañía y quedó una noche en la misma villa. Y tornándose la Reina y asentándose las dichas treguas, el Emperador acompañó a Su Santidad hasta Génova, donde fue atacado por la gota la séptima vez y fue la quinta que llegó a Italia. En este tiempo se hizo una Liga ofensiva contra el Turco entre el Papa, el Emperador y la señoría de Venecia, la cual concluida Su Majestad Imperial se embarcó en Génova para tornar a España. Y porque tratando de verse entre Su Majestad y el rey de Francia, Su Majestad respondió que a la vuelta regresaría por la costa de Francia, en cuanto llegó al Puerto de Aguas Muertas, vino el Rey en unas barcas pequeñas a ver al Emperador en su galera, el cual, para pagar tan gran cortesía y demostrar la misma confianza, fue también a visitar al Rey en la misma villa de Aguas Muertas, donde estuvo hasta el día siguiente, muy bien tratado y festejado. El Rey, no contento de la cortesía que había usado con el Emperador, tornó con él, con sus dos hijos, el señor Delfín(97) y el señor de Orleáns(98), y otros Príncipes de la sangre y grandes personajes, en el esquife de su galera, en el que entraron todos juntos, donde de una y otra parte hubo muchos cumplimientos y ofertas; de lo cual y de las dichas vistas y treguas hechas se prosiguió la amistad con mayor confianza. Esta fue la segunda vez que Su Majestad Imperial se vio con el rey de Francia y la primera que como amigo puso pie en aquel Reino.



1539

     33. Prosiguiendo el Emperador su séptima travesía del mar de Levante, tornó la quinta vez a España y desembarcando en Barcelona se partió para Valladolid, en donde, aunque halló a la Emperatriz mejor que cuando la dejó, con todo todavía la encontró indispuesta. Y para poner en ejecución la dicha Liga que había hecho, tuvo la segunda vez Cortes Generales de todos sus reinos de Castilla en Toledo, a donde fueron Sus Majestades y se platicó y trató de la ayuda y socorro que se podía y convenía dar. En este mismo año hubo tan gran sequía en Sicilia, donde principalmente se debía proveer la armada, que no obstante que el Emperador hizo aprestos por su parte, al Papa y a los venecianos pareció que no se podía en aquel año hacer la dicha empresa, y así se dejó de dar la ayuda que Su Majestad pretendía de las Cortes; pero sucedió que, viendo Su Santidad y la señoría de Venecia que no convenía dejar pasar aquel año sin hacer alguna cosa, juntaron sus armadas y las mandaron con intención de resistir y ofender al Turco así por mar como por tierra, de donde se siguió la presa de Castellnovo. Continuando las indisposiciones de la Emperatriz y aun creciendo cada día, principalmente después que se sintió preñada, el Emperador estuvo la mayor parte del año 1539 en Toledo, en cuyo tiempo creció y apretó tanto el mal de la Emperatriz que, después de abortar su quinto hijo(99), fue Dios servido de llevársela consigo, que así se puede tener por cierto que por su gran misericordia haría. Fue esta muerte de gran sentimiento para todos, principalmente para el Emperador, el cual hizo y ordenó lo que en tales casos se acostumbra y es preciso hacer.

     34. De la vista de Aguas Muertas se siguieron y continuaron siempre ciertas pláticas a fin de concluir una paz buena y firme entre el Emperador y el rey de Francia. Y sucediendo que en aquel tiempo se comenzaron a mover algunas novedades en los Estados de Flandes, y que estando Su Majestad Imperial ausente de ellos desde el año 1531, su larga ausencia podía impedir el remedio de los males que había y dar ocasión a otros mayores, viéndose también sin compañía y con grandes deseos de hacer todo lo posible por conseguir un buen fin y la conclusión de la paz, no obstante que veía al Príncipe, su hijo, ser aún muy mozo para quedar gobernando en su ausencia, lo que la Emperatriz acostumbraba hacer, y otros impedimentos que se le representaban y ponían delante, posponiéndolo, en fin, todo a la buena y verdadera intención que tenía de obrar bien y de cumplir con lo que debía a sus vasallos, para evitar que no cayesen en otros mayores inconvenientes y escándalos y también para dar fin a algunas cosas que dejó sin concluir en Germania, estaba decidido a embarcarse en Barcelona para pasar a Italia. Pero en este mismo tiempo le fue hecha grande instancia por parte del rey de Francia para que quisiese pasar por aquel Reino, ofreciéndole toda seguridad y buen tratamiento, y que de lo contrario recibiría gran pesar y sentimiento, por las muestras que daría Su Majestad de desconfianza. Y así Su Majestad se determiné a partir de España, dejando por primera vez al Príncipe, su hijo, aunque mozo, en el gobierno de los dichos Reinos. A fines de este año el Emperador puso por obra lo que queda dicho y sobre la palabra y promesa del rey de Francia (con el cual estaba en treguas hechas en Villafranca de Niza pasó por su Reino, en donde Su Majestad fue festejado y bien tratado y fue la tercera vez que se vieron Sus Majestades y que Su Majestad Imperial puso pie en Francia y la segunda que entró en aquel Reino como amigo(100).

     35. El Emperador llegó a Flandes la cuarta vez, en donde proveyó y remedió lo más pronto que pudo los desórdenes que había. Comenzó el Castillo de Gante, tuvo sus Estados y visitó la mayor parte de aquellos países. Y en aquella visita tuvo en La Haya, en Holanda, la octava vez la gota. Y conforme la intención que llevaba y deseos que siempre tuvo de ver concluida una buena paz, en cuanto que llegó a los dichos Estados, mandó cartas al rey de Francia, ofreciéndole tan grandes partidos que se maravilló de que no fueran aceptados por él y de que no se siguiese la paz deseada(101). Algún tiempo antes había muerto el señor Carlos de Egmont, el cual había tenido muchos años el ducado de Güeldres, aunque no le pertenecía, y, aparte de esto, todas las veces que veía ocasión de poderse mejorar y acrecentar no las dejaba perder e intentó muchas veces enseñorearse de las tierras de Frisia, Overisel y Groninga, de donde siempre fue arrojado por los imperiales, poseyéndolas Su Majestad ahora pacíficamente, y no contento con esto, hizo guerra al obispo de Utrecht, que era Príncipe del Imperio y le tomó por fuerza la dicha ciudad de Utrecht. Por lo que viendo el Emperador (al cual el dicho Obispo recurrió y pidió ayuda) la obligación que tenía como señor del feudo y la utilidad que redundaría a los Países Bajos de tener quietud por aquella parte, se concertó con el Obispo y le ayudó de manera que el dicho señor Carlos de Egmont fue arrojado de Utrecht por la gente del Emperador, que luego entró e hizo una fortaleza. Y de todo ello consiguió el Emperador, así del Papado como del Imperio, las ratificaciones y escrituras necesarias.

     36. Después de la muerte del dicho señor Carlos de Egmont(102), se apoderó el duque Guillermo de Clèves(103) del gobierno del dicho ducado de Güeldres, pretendiendo tener derecho sobre él. Y viendo Su Majestad Imperial el suyo y que con buena razón podía y debía procurar tenerlo de cualquier modo que fuese, con todo quiso ofrecer tales partidos que en razón debieron ser aceptados. Mas así por la solicitud y pláticas que había de parte de Francia como porque los franceses quedaron descontentos (aunque sin razón) de las condiciones de paz, por no ser todas conformes a su voluntad y a lo que habían propuesto, y también por ser el dicho duque de Clèves mancebo y seguir el consejo de su madre, no los quiso aceptar. Y así habiendo Su Majestad hecho lo que tenía que hacer en los Estados de Flandes y convocando Dieta en Ratisbona, en la cual quería justificar aún más su causa en lo tocante a lo de Güeldres, se determinó a partir para la dicha Dieta, habiendo hecho primero tratar en Hagenau con los Estadas del Imperio del remedio de las cosas del mismo(104). Y viniendo después el rey de Romanos, su hermano, a ver al Emperador en Flandes, y estando los Diputados del Imperio para este efecto en Worms, viendo que no estaban aún concluidas del todo las cosas en los Países Bajos, pidió [el Emperador] al dicho Rey, su hermano, que se quisiese asentar allí en su ausencia y mandó también a monseñor de Granvela y a otros Ministros suyos, para que los negocios estuviesen más adelantados cuando él se hallase en la dicha Dieta. Mas por cuanto de este ayuntamiento y comunicación que hubo no se siguió la resolución que se esperaba, lo difirió y lo dejó todo para la Dieta futura de Ratisbona.



1542

     37. Dejando Su Majestad la tercera vez la reina de Hungría en el gobierno de los Países Bajos, se partió la primera vez para Luxemburgo, a la Dieta de Ratisbona, que fue la cuarta vez que Su Majestad entró en Alemania; la cual Dieta la había convocado principalmente para la concordia y remedio de las cosas de la religión. Después de todas las disputas, viendo que no había venido a aquella Dieta casi ningún Príncipe del Imperio y que había poca conclusión y menos ejecución que lo que convenía hacer, y corriendo nueva de que el Turco quería entrar en Austria (contra cuya entrada y para la resistencia necesaria no se daba orden alguna), y habiendo hecho, antes de oír estas nuevas, grandes aparejos y provisiones por mar (por algunas razones que le movieron a hacer la empresa de Argel, pasando y tornándose a España)(105), Su Majestad salió de Ratisbona antes de estar del todo certificado de la dicha venida del Turco, y se fue a Italia, para desde allí embarcarse y hacer la dicha empresa, que fue la sexta vez que Su Majestad llegó allí.

     38. Después de su llegada se supo de cierto que el Turco hacía gran diligencia para entrar en Hungría, por cuya causa Su Majestad fue a Lucca, en donde se vio con el papa Paulo III, la tercera vez, para tratar del orden que se podía dar y de la resistencia que contra el Turco se podía hacer. Mas viendo el Emperador que de aquel ayuntamiento y pláticas no se seguía efecto alguno(106), se fue a Spezia, puerto de Génova, para esperar en él a su armada, que aún no estaba del todo preparada. Y aunque en ordenar y aparejar la dicha armada se pasó más tiempo de lo que convenía, y la estación estaba casi gastada, con todo, porque los gastos que estaban hechos no se podían emplear en otra cosa, y por otros respectos que, como se dijo, movieron a eso a Su Majestad, considerando que el tiempo estaba en manos de Dios(107), se embarcó en el dicho puerto de Spezia para Córcega, la primera vez, y de allí para Argel, pasando por Cerdeña, Mallorca y Menorca la segunda vez, que fue la octava que pasó el mar de Levante y la segunda que llega a África. En el camino tuvo, en parte, el tiempo que la estación pedía. También llegó entonces la armada que venía de España. Y después de algunas escaramuzas, estando ya la gente alojada donde convenía, para poner cerco a la ciudad, y puestas en orden las cosas necesarias para batirla, sobrevino una tan grande tormenta en el mar que muchos bajeles se perdieron y aun los que estaban en tierra se resintieron. Con todo se acudió y dio la mejor orden que se pudo para resistir tanto a la furia del mar como a las invasiones y asaltos de los enemigos por tierra. En fin, la tormenta fue tal que pareció mejor consejo al Emperador no seguir la empresa y tornarse a embarcar, lo que no se pudo hacer con tanta presteza a causa de que no cesaba la tempestad; por lo que fue forzado a caminar veinte millas por tierra y pasar dos grandes ríos antes de llegar al cabo de Matifú, donde se volvió a embarcar.

     39. Todo este tiempo en que la gente estuvo en tierra, que fueron doce días, hasta que se embarcó, padeció grande falta de mantenimientos, porque, como queda dicho, el tiempo era tal que no daba lugar a sacar nada de las naos. Al duodécimo día el Emperador se hizo a la vela con gran, tempestad y fue forzado a arribar a Bugía, donde los vientos le fueron muy contrarios, y se detuvo allí tanto que padeció, con toda su gente, grande falta de mantenimiento, la cual fuera mayor si no sobreviniera luego buen tiempo. La tempestad fue tal que cada uno corrió a donde pudo y muchos fueron en dirección por completo opuesta a donde debían de ir. Con todo, se concertaron y rehicieron de manera que, no sufriendo tan gran pérdida como el tiempo amenazaba, tornaron todos al lugar que estaba ordenado y, despidiendo a la gente superflua y menos necesaria, la mayor parte fue puesta en sus guarniciones. Y así, el Emperador, embarcándose en la dicha Bugía, llegó con buen tiempo la tercera vez a Mallorca, donde el príncipe Doria, con sus galeras, pasando por Barcelona, se tornó a Génova. El Emperador, con las galeras de España, hizo el viaje la primera vez por Ibiza, y habiendo pasado la novena vez el mar de Levante, llegó a Cartagena, que fue la sexta vez que vino a España, y continuando su camino hasta Ocaña (en donde halló al Príncipe y a la Infanta, sus hijos), a principios del año 1542, se fue a Valladolid a tener las Cortes del reino de Castilla, donde fue atacado por la gota la novena vez, y en Mejorada, donde fue a pasar las Pascuas, la tuvo casi en todos sus miembros la primera vez. En este tiempo se trató el casamiento del Príncipe, su hijo, con la infanta doña María de Portugal(108), y del príncipe don Juan de Portugal(109) con la infanta doña Juana, segunda hija de Su Majestad.

     40. Acabadas las dichas Cortes, el Emperador, aunque indispuesto, se partió lo más presto que pudo, pasando por Navarra, para tener también en Monzón las Cortes de los tres reinos de Aragón, con intento de tornar lo más pronto que le fuese posible a Germanía, así para tratar del remedio de las cosas de la religión como para recobrar por todas las vías el ducado de Güeldres, que le pertenecía. Viendo ahora el rey de Francia el mal suceso que el Emperador había tenido en la empresa de Argel, y pareciéndole que por los gastos hechos estaría falto de dinero, so color de alguna flaca queja(110) (de la que se habían ofrecido todas las justificaciones a que el Emperador, por las condiciones de la tregua hecha en Niza, estaba obligado), augurándole por completo que no tenía intención de hacerle guerra alguna, súbitamente acometió al Emperador en los Países Bajos, así por medio de Martín Van Rossem, que comenzó a mover la guerra por la parte de Güeldres, como por la que hizo el señor de Orleáns en Luxemburgo, y el señor de Vendôme(111) en los Estados de Flandes y Artois. Y, aparte de esto, mandó al señor Delfín, su hijo, a cercar a Perpiñán, y él mismo vino hasta Narbona, para dar mayor calor a la empresa; mas, por la gracia de Dios, tanto por parte del Emperador como de aquellos que tenían a su cargo las cosas, se dio tan buena orden y se hizo tal resistencia que el dicho Rey no se quedó esta vez con cosa de importancia. En aquel tiempo el papa Paulo III, no contento con haber mandado una bula llena de muestras aparentes de buena voluntad y de no sé qué otros efectos(112), convocando por ella Concilio General en Trento, quiso también mandar sus legados a Su Majestad y al rey de Francia, no solamente para amonestarles y exhortarles a la paz, sino también para, en su defecto, casi constreñirles con censuras eclesiásticas a hacer treguas(113); y esto al tiempo que, como se ha dicho, Su Majestad había sido acometido y cuando los franceses se hallaban en retirada y eran arrojados de todas partes.

     41. Viendo Su Majestad Imperial la intención con que Su Santidad quería tratar de poner en paz a Sus Majestades, de modo que Su Majestad Imperial quedaba agraviado y desposeído de lo que por aquella súbita y repentina invasión le había sido tomado, no pareciéndole ni justo ni conveniente aceptar tales modos y medios de paz, antes sintiéndose más estimulado y forzado a recobrar lo suyo y a mostrar el sentimiento que tenía de tal agravio, rehusó los dichos modos propuestos y de ninguna manera los quiso oír, antes despidió asaz secamente al Legado(114) (el cual, además, había usado términos poco graves y no había guardado el respeto que a Su Majestad se debía), ofreciendo, sin embargo, estar, como siempre estuvo, presto a tratar de la paz, con tal de que la parte contraria se acomodase a razón y fuese segura y conveniente al servicio de Dios y bien de la Cristiandad(115). Acabadas las Cortes de Aragón, el Emperador se marchó a Barcelona, mandando a Zaragoza, desde Monzón, al Príncipe su hijo, donde fue jurado por Príncipe de aquel Reino; desde allí el Príncipe fue a reunirse con Su Majestad en Barcelona, donde también fue jurado. Y tornando por Valencia, donde se hizo lo mismo, llegó Su Majestad a Alcalá, para ver a sus hijas, en cuyo lugar fue prometida su hija, la infanta doña Juana, con el príncipe don Juan de Portugal, conforme a lo que se había concertado. Hecho esto, se vino Su Majestad a Madrid, donde lo más presto que pudo se marchó, porque, siguiendo su primer intento, deseaba mucho tornar a Germania, pasando el mar de Levante, a cuyo efecto tenía convocada entretanto una Dieta en Nüremberg, para tratar de la defensa contra el Turco y de las cosas de la religión, donde estuvieron el Rey, su hermano, y monseñor de Granvela, de parte de Su Majestad, con otros Ministros suyos que había mandado allí. Y habiendo concluido lo que había que hacer en los reinos de España, dejando la segunda vez al Príncipe su hijo, en su ausencia, por Gobernador de los dichos Reinos, se puso en camino(116).



1543

     42. Para los efectos sobredichos, el Emperador salió de Madrid y llegó a Barcelona, de donde de buena gana se habría ido más pronto de lo que lo hizo, porque por algunos impedimentos que allí tuvo no se pudo embarcar antes del primero de mayo(117), y a causa de las borrascas y tiempos contrarios que sobrevinieron no fue posible engolfarse antes del 19 del mismo mes, lo que hizo estando aún el tiempo asaz incierto y dudoso. Y en llegando a Pomègues de Marsella, salieron las galeras de Francia a escaramuzar, debajo del favor y ayuda de la artillería de tierra. Mas se les respondió de tal modo que fueron forzadas a retirarse y a ampararse con la dicha artillería. Y no queriendo el Emperador detenerse más en esto, continuó su viaje hasta Génova, que fue la décima vez que pasó el mar de Levante y la séptima que fue a Italia. Y porque pasando a la vista de Niza fue advertido de que se trataba de tomar el castillo de aquella ciudad por las galeras de Francia, en cuanto que Su Majestad desembarcó en Génova se tornó el príncipe Doria con sus galeras, para ver lo que las dichas galeras de Francia querían hacer. Y viendo que venían con intento de poner por obra lo que se platicaba del dicho castillo, las apretó de suerte que fueron tomadas cuatro. Teniendo Su Majestad en este tiempo nuevas de que Barbarroja venía con grande flota para apoyo de las cosas que el rey de Francia pretendía (el cual Barbarroja llegó después y estuvo en Tolón todo el tiempo que duró la guerra contra el Emperador y se tornó después sin haber hecho cosa alguna de importancia) Su Majestad se fue a Busseto, adonde también vino Su Santidad, para verse ambos así por las cosas de Alemania como por ver si habría algún modo de paz, y fue la cuarta vez que se vio con el papa Paulo III y la décima que tuvo gota. Pocos días después, viendo el poco efecto que de aquella entrevista resultaba(118), prosiguió su camino hasta Alemania, que fue la quinta vez que entró en ella.

     43. Y por cuanto que hacía poco tiempo que se había tenido la Dieta y Su Majestad no veía, conforme los tiempos andaban revueltos, muestras de poder tratar y acudir a las cosas de la religión, continuó su camino hasta Spira, donde había hecho aparejar todas las cosas necesarias para poner en el campo un buen ejército, del que hizo General a don Fernando de Gonzaga, así para resistir a las ofensas y daños que el rey de Francia le hacía, entrando por las tierras del Hainaut hasta Binche y habiendo tomado Landrecies, que hizo fortificar, como también por causa de la guerra que el duque Guillermo de Clèves, por instigación del mismo rey de Francia y de acuerdo con él, le hacía. Por el camino tuvo el Emperador nuevas de la rota y desbaratamiento de la gente del dicho Duque en Heinsberg. Y con todo esto, llegando Su Majestad a Spira, quiso justificarse, ofreciendo a los Electores que estaban sobre el Rin tratar con el duque de Clèves por vía de concierto lo que tocaba al ducado de Güeldres, para lo que encontró tan poca correspondencia que no pudo hacer otra cosa que, juntando su ejército, caminar con él la sexta vez por el Rin hasta Bonn, donde marchó hacia Düren; y, habiéndola reconocido, luego plantó la artillería, la batió y la tomó por asalto.



1544

     44. Llegó entonces el príncipe de Orange(119) con el ejército que traía de los Países Bajos y, reunidos los dos ejércitos y tomada Düren, como queda dicho, y otras tierras así del ducado de Güeldres como de Clèves y de Juliers, Su Majestad caminó hacia Ruremonde, la cual luego se rindió y de allí pasó adelante hacia Venlo y, cuando se iba acercando, el duque Enrique de Brunswick(120), como buen amigo del duque de Clèves, le declaró y mostró su error amonestándole y aconsejándole que desistiese(121). Y muriendo en ese tiempo la madre del mismo duque de Clèves(122), y viendo él el mal consejo que había tomado, haciéndole también instancia los más sabios del Estado de Güeldres que se apartase del peligro en que estaba y siguiese mejor consejo, lo hizo así, y se vino a echar a los pies de Su Majestad conociendo su culpa, y pidiendo perdón de ella, dejó e hizo restituir al Emperador todo el Estado de Güeldres. Pero después, considerando el Emperador que el yerro del Duque procedía más de su poca edad que de alguna mala inclinación o deseos de hacer mal, le hizo tornar las ciudades y lugares que en otras partes le habían sido tomadas, y no contento aún Su Majestad con esto, viendo el arrepentimiento del dicho Duque y la perseverancia en sus buenos propósitos, trató de casarle, como le casó, con una de las hijas del rey de Romanos, su sobrina(123); con cuyo casamiento se acrecentó la obligación de dicho Duque para con Su Majestad y el amor de Su Majestad hacia el mismo.

     45. Desde principios de la primavera el rey de Francia, para anticiparse y ganar por la mano al Emperador, puso en el campo dos ejércitos para hacerle guerra en los Países Bajos. Parte de uno de los dos ejércitos, en que iba el Rey en persona, lo metió dentro de Landrecies, y parte, haciéndolo fortificar, lo asentó alrededor de la ciudad. Sus dos hijos marcharon entretanto hasta Binche, de donde se tornaron con pérdidas y sin hacer nada. El señor de Orleáns se vino desde allí a reunir con otro ejército que estaba sobre Luxemburgo; la cual, no pudiendo defenderse, se entregó y fue fortificada por los franceses. Al mismo tiempo sucedió lo arriba dicho de la guerra que por instigación del mismo Rey hacía el duque de Clèves por la parte de Brabante. Habiendo dado fin Su Majestad a dicha guerra de Clèves y tomando Güeldres, como queda dicho, se partió con gota de Venlo a Diest, donde estaban reunidos los Estados de los Países Bajos, los cuales le dieron una gran ayuda conforme a la que habían dado el año pasado para su defensa. Y ésta fue la quinta vez que Su Majestad llegó allí: lo que sabido por el rey de Francia, fortificando primero a Landrecies, se retiró con su gente a su Reino. Entonces dejando Su Majestad sobre Landrecies el ejército que estaba en los Países Bajos, con la gente de guerra que el rey de Inglaterra le había mandado en virtud de los conciertos que con él había hecho, hizo marchar el ejército que consigo traía, juntamente con éste que vino de Inglaterra hasta Guisa; mas por ser ya tarde y hacer ruin tiempo, lo mandó tornar y juntarse con el que estaba sobre Landrecies. El Emperador, aunque maltratado de la gota, marchando de Diest vino a ver el cerco; y, sabiendo que el rey de Francia tornaba a juntar gente para socorrer a los cercados, Su Majestad Imperial, no queriendo apartar sus ejércitos, se fue hacia Avesne por estar aún, como queda dicho, indispuesto de la gota, la cual le duró hasta que se recogieron a los presidios, y fue la décima vez que la tuvo(124).

     46. Sabiendo el rey de Francia el desguarnecimiento y falta de mantenimiento de su gente, se asentó con el ejército que llevaba en el Castillo de Cateau-Cambrésis, de donde mandó un día mucha gente de caballo por ver lo que se podía hacer y si a los de Landrecies se podía dar algún socorro. Para obviar esto, los ejércitos del Emperador se juntaron e hicieron tal resistencia que aquella gente de caballo no llegó a ver lo que deseaba ni tuvo mucho de qué jactarse. Es verdad que entretanto alguna gente de caballo francesa con sacos de pólvora y algunas vituallas, de que los de dentro tenían más necesidad, por otra parte en que no había impedimento, entró en Landrecies, con lo que los de dentro fueron de algún modo aliviados. Entonces, viendo Su Majestad que la estación estaba ya gastada y entrado el ruin tiempo y que su principal intento, cuando hizo entrar su ejército en Francia y también cercar a Landrecies había sido para, por uno de esos dos medios, traer y forzar al Rey a darle batalla, hizo levantar el campo al ejército y acercarse más a los franceses. Y en el mismo día Su Majestad indispuesto y en litera, se marchó de Avesnes y fue a dormir a Quesnoy y de allí se fue a juntar con su ejército que ya estaba acampado, próximo al del rey de Francia. Y así moviéndose Su Majestad al otro día por la mañana del dicho asentamiento se fue a poner con toda su gente a tiro de bombarda junto al real del Rey y le presentó batalla, habiendo algunas escaramuzas y tiros de artillería de una y otra parte y una buena carga que se dio a los franceses, de la cual éstos llevaron la peor parte; lo que les bastó, teniendo a bien no salir ya del campamento. Y viendo el Emperador que no harían otra cosa, se puso con su gente bien cerca del campo enemigo. Al día siguiente se pasó con algunas escaramuzas y viniendo la noche, el Rey se partió con su ejército y se fue hasta Guisa.

     47. Y no sabiendo el Emperador, por descuido de los suyos, esta partida hasta el otro día por la mañana, fue en alcance del Rey con su gente y habiéndole seguido hasta un bosque o charnecal casi de tres leguas, por desorden de su arcabucería (la cual la mayor parte había seguido y acompañado más a la impedimenta que a la gente de guerra), no quiso pasar este bosque con el ejército, y lo pasaron solamente algunos caballos ligeros con pocos arcabuceros y mucha gente en desorden. Viéndolo el señor Delfín, que había reunido todos los hombres de armas franceses, se volvió y cargó sobre esta gente, la cual se recogió al bosque, y hecho esto se tornó con la infantería. Se puede fácilmente creer que si el ejército del Emperador hubiera tenido su arcabucería, con la cual habría podido pasar seguramente aquel bosque, Su Majestad habría llegado en parte al fin de sus deseos; pero considerando por aquel día que no había otra cosa que hacer y que era ya tarde, se partió del dicho bosque y se asentó en el campo y lugar de donde se había partido el rey de Francia, adonde llegó Su Magestad entrada la noche más de una hora. Estando Su Majestad Imperial algunos días en el dicho castillo de Cambrésis, por ver si podía hacer alguna cosa más contra su enemigo (quien deshizo luego el ejército y guarneció los presidios) viendo también que la fiesta de Todos los Santos había ya pasado, determinó hacer lo mismo y así se fue a Cambray y de allí a Bruselas, en donde estuvo muy indispuesto todo el resto del año, aunque no de gota; al fin del cual la princesa de España, la infanta doña María de Portugal, fue llevada a Castilla. conforme a lo que estaba tratado, y recibida por el príncipe de España en Salamanca, donde consumaron el matrimonio, que primero había sido contraído por poderes.

     48. Dejando el Emperador a la reina de Hungría, su hermana, la tercera vez por gobernadora de los Países Bajos, se partió de Bruselas e hizo el camino del Rin la sexta vez continuándola hasta Spira, que fue también la sexta vez que entró en Alemania, donde había convocado una Dieta para declarar a los del Imperio las causas que le habían movido a hacer la empresa de Güeldres y a ir contra el rey de Francia; las cuales se contienen brevemente en lo arriba dicho y con más extensión en la propuesta entonces hecha. Y viendo que en aquel tiempo no había señales de querer venir el Turco contra la Cristiandad, y como tampoco acerca de la religión se podía tratar cosa de importancia, le pidió ayuda contra el rey de Francia, que tenía tomadas también algunas ciudades y tierras del Imperio y hacía y trataba cada día cosas en gran detrimento suyo; lo que fue bien considerado y entendido por todos y así dieron una buena ayuda a Su Majestad Imperial. Yendo el Emperador camino de Spira vino a estar con Su Majestad el cardenal Farnesio(125), de parte del papa Paulo III, so color y sombra de amonestar y querer tratar de paz. Y conociendo Su Majestad que en esto no había más que palabras, sin muestra alguna de buena conclusión, no se quiso dejar llevar por ellas, ni abandonar el propósito de seguir su buena causa, continuando la empresa comenzada para recobrar lo que le había sido tomado. Y así despidió pronto al dicho Cardenal, ofreciéndose a estar siempre dispuesto para entender y tratar sobre una paz verdadera, buena, segura y firme(126).

     49. Y ayudándose y valiéndose del socorro que el Imperio le había concedido, comenzó a poner en orden su ejército. Entretanto vinieron nuevas al Emperador de la derrota de la gente que tenía en Italia, junto a Cariñano, que fue en mal tiempo y ocasión(127). Sin embargo, no por ello, antes con mayor diligencia, sabiendo que la ciudad de Luxemburgo estaba falta de mantenimientos, aunque bien fortificada, y que el rey de Francia trataba de proveerla de vituallas, mandó a don Fernando de Gonzaga, al que había hecho General de este ejército, para impedir y obviar que la dicha ciudad fuese socorrida. El cual hizo tan bien lo que se le mandó (y con poca gente) que la ciudad se rindió a los pocos días. El Emperador acrecentó luego su ejército de suerte que el dicho su Capitán General tomó en pocos días algunos lugares y plazas fuertes en la frontera de Francia por la parte de Lorena, y puso cerco a Saint-Dizier, donde el Emperador, partiéndose de Spira y pasando por Metz, se vino a juntar con el resto del ejército; que fue la cuarta vez que Su Majestad entró en Francia y la segunda en guerra. Y habiendo batido y asaltado el dicho Saint-Dizier, de allí a pocos días se le entregó. En este cerco fue herido en las trincheras, de un tiro de artillería, el príncipe de Orange, del que murió al día siguiente.

     50. Considerando el Emperador que, conforme a lo que entre Su Majestad y el rey de Inglaterra estaba concertado, el dicho Rey había venido en persona con gran ejército a molestar y ofender al reino de Francia, al cual había mandado Su Majestad con el señor de Buren la gente que en los dichos conciertos le había prometido, y el dicho Rey tenía puesto cerco a Boulogne y Montreuil y que por el mucho tiempo que Su Majestad había estado sobre Saint-Dizier, el rey de Francia había tenido lugar para acabar de juntar su ejército y proveer la mayor parte de las fronteras de su Reino: por esto y porque Su Majestad no tenía tantas vituallas como deseaba y otro sí, porque la estación estaba muy adelantada, encontrando dificultad en lo que en adelante se podía hacer, y por no dejar al rey de Inglaterra solo contra su enemigo, no se quiso retirar con el ejército. Antes habiendo precedido al cerco de Saint-Dizier la toma de Vitry y rota de los caballos ligeros franceses que allí estaban y otras correrías que se habían hecho, después de dejar bien provistas la dicha ciudad de Saint-Dizier y otras plazas más importantes, siguiendo la intención del año anterior indicada, de por todos los modos y medios atraer y sacar al rey de Francia a darle batalla, determinó entrar lo más que pudiese dentro de aquel Reino, yéndose siempre acercando y buscando al dicho Rey y su ejército. Y así pasando por Vitry Su Majestad se asentó junto a Châlons en la Champagne, donde tuvo algunas buenas escaramuzas en las que los franceses no ganaron nada ni quedaron muy contentos de los pistoletes o pequeños arcabuces de los alemanes a caballo(128).

     51. Pero porque Châlons estaba bien provista de gente y se hallaba el ejército francés a tres pequeñas leguas, a la otra parte del río Marne, y el Emperador y su ejército no tenían otros mantenimientos sino los que hallaban por los campos y en las aldeas y villas menos fuertes, a Su Maiestad pareció que no convenía hacer más larga demora en aquel lugar. Y habiendo caminado todo el día en que llegó allí, se partió con todo el ejército a las diez horas de la noche y anduvieron tanto que se hallaron al romper el alba a la vista y de frente al lugar en que los franceses tenían asentado y bien fortificado sus reales, principalmente de la parte de donde venía el Emperador, porque el dicho río Marne quedaba entre los dos ejércitos; el cual Su Majestad podía pasar bien por cuanto que había un puente de madera y, aunque estaba quebrado, con todo se podía rehacer y reparar de forma que por él pasase la infantería. Había también un vado por el cual podían pasar los de a caballo y la infantería. Pero habiendo hecho esto había que seguir de nuevo con gran desventaja de la gente del Emperador porque, pasado el dicho puente y el vado (los cuales no se podían pasar sino en fila) era necesario ponerse de nuevo en orden, para lo que había una buena campiña, mas quedaba expuesta y sujeta a los tiros de los enemigos, y después era preciso marchar y acercárseles, siempre bajo la misma sujeción de sus tiros. Y vencido todo esto, había aún un brazo del mismo río, aunque muy estrecho, con todo profundo que no tenía más que algunos pasajes dificultosos, por los cuales no se podía pasar sino en desorden, y después era necesario subir a un otero o cuesta y encontrar arriba a los enemigos, entre los cuales había un buen número de suizos.

     52. Considerando Su Majestad que por las dificultades dichas no era posible poner en orden el ejército para poder pelear, persistió en la determinación que tenía tomada de hacer aquel día una gran jornada para ganar la delantera al ejército francés: porque la intención de Su Majestad era pasar e ir adelante, de manera que hallase los lugares por donde pasase desguarnecidos y los forzase (a los franceses) a caminar de modo que, en el camino, se le viniese a ofrecer la ocasión que deseaba. En la misma mañana el conde Guillermo de Furstemberg, no sabiendo lo que hacía, pasó el vado arriba dicho y se fue a meter en las manos de los franceses. También el príncipe de la Roche-Sur-Yon(129), viniendo con su compañía para entrar en el campo francés, se encontró con algunos caballos ligeros imperiales que le apretaron y cargaron de manera que así él como su lugarteniente y otros muchos fueron apresados y la mayor parte de la gente desbaratada. El Emperador caminó aún en el mismo día hasta Ay, de donde no pudo pasar por los muchos arroyos y malos pasajes que en aquel día encontró y también porque su retaguardia no llegó sino a las diez horas de la noche; con lo que fueron veinticuatro las que caminó todo el ejército, habiendo caminado también el día anterior. Y si es lícito hacer juicios de las cosas que podían, suceder, bien se puede creer que si Su Majestad hubiera podido llegar en aquel día a Epernay, que estaba a menos de una pequeña legua francesa (lo que no pudo ser), de modo que hubiera pasado al día siguiente el ejército por un puente de piedra que había en aquel lugar y por puentes de barcas que se hicieron sobre el mismo río (por el otero antes dicho), hubiese podido acometer el campo francés en las cuestas, en cuya parte no estaba entonces fortificado, y Dios había dado la victoria a quien fuera servido. Mas Su Majestad no pudo llegar a Epernay por tales causas sino al otro día por la tarde, en que propuso al Consejo lo arriba dicho; pero no se pudo ejecutar porque por la dilación del día que se perdió, los franceses tuvieron tiempo de fortificarse en las cuestas como estaban por las otras partes, de lo que Su Majestad fue luego avisado. Y así Su Majestad se partió de Epernay yendo siempre hacia adelante con gran prisa y cuidado. Pero el camino le fue muy contrario a causa de los muchos arroyos que a cada paso encontraba y porque en muchas partes era fragoso y era preciso muchas veces rodear, de suerte que donde trataba de andar dos o tres leguas francesas por día, podía andar una cuando mucho. Viendo lo cual Su Majestad mandó delante un buen número de soldados desembarazados de impedimenta, la cual era también de gran estorbo al caminar, para tomar (como tomaron) Château-Thierry. Y siguiéndolos llegó Su Majestad lo más presto que pudo con intención de seguir más adelante y continuar todavía su camino.

     53. Es hora de saber que, mientras duró esta jornada que Su Majestad iba haciendo por Francia, nunca cesaron los ministros del Rey de tratar y mover pláticas de paz a las que Su Majestad, como quien era y había sido siempre tan aficionado, no dejaba de dar oídos. Y si desde el principio trataban y platicaban sobre la paz, mucho más y con mayor instancia lo hicieron cuando vieron a Su Majestad pasar de Châlons con su ejército; y tanto se continuaron y tan grande calor se dio a estas pláticas que vinieron casi a ponerse de acuerdo sobre sus artículos y condiciones. Mas por cuanto, como queda dicho, el rey de Inglaterra estaba sobre Boulogne y Su Majestad, por andar tan metido en Francia, no tenía nuevas de lo que dicho Rey hacía, ni tampoco tenía modo de poderle mandar las suyas, y conforme a los conciertos hechos entre las dos partes. Sus Majestades no podían concluir la paz sin que ambos las signasen y consintiesen en ella para este efecto, los ministros del rey de Francia, accedieron a que e1 obispo de Arrás, ministro del Emperador(130), fuese de parte de Su Majestad a ver y avisar al rey de Inglaterra de lo que en verdad pasaba, ofreciéndole que si con sus fuerzas y gente quería por su parte entrar más en Francia, que el Emperador por la suya continuaría su camino y empresa hasta que se vinieran a juntar los dos ejércitos hacia la parte de París o donde mejor pareciese; o que en defecto de esto, consintiese en que Su Majestad negociara la paz, metiéndole en ella conforme a lo que anteriormente estaba asentado. Y por cuanto al mismo tiempo el rey de Inglaterra, continuando el cerco de Boulogne, la apretó de modo que la forzó a entregársele, de lo que él con justa causa estaba muy contento. y viendo que la estación iba declinando mucho y los grandes gastos que había hecho en esta guerra y que no tenía las comodidades y apercibimientos necesarios para poder entrar más por Francia, consintió y se contentó con que el Emperador concluyese la paz.

     54. Viendo entonces el Emperador que entretanto que se ponía en contacto, como queda dicho, con el rey de Inglaterra, del cual no esperaba tan presta respuesta, no se podía detener mucho en aquel lugar donde estaba, por la grande falta que en su ejército había de las cosas necesarias; que dificultosamente podía pasar más adelante, porque por la razón arriba dicha Su Majestad no había podido usar de más diligencia en caminar; y que el ejército contrario (al cual, a causa del río que le separaba del Emperador, no se le podía impedir que caminase a su voluntad) había tenido tiempo de ganar la delantera y proveer sus fuerzas de tal modo que Su Majestad por falta de mantenimiento (de los cuales no tenía donde proveerse, estando tan adentro de Francia que de Château-Thierry a París no había más que veinte leguas pequeñas)(131) no podía detenerse en un lugar el tiempo que convenía para combatir las plazas que se quisiesen defender, cosa que habría sido de grande importancia; lo que todo considerado por Su Majestad, y, sobre todo, que a los soldados se les estaban debiendo ya algunas pagas y aunque en los Países Bajos tenía Su Majestad el dinero necesario para pagarles, con todo no había modo de traerlo, casi obligado por la necesidad determinó (así por tener respuesta más brevemente del rey de Inglaterra como por estar más cerca de los dichos Países Bajos, de los cuales podía más fácilmente ser provisto de dinero y de las cosas más necesarias y también para ordenar mejor lo que debía hacer, conforme a la respuesta que viniese del rey de Inglaterra) marcharse del dicho Château-Thierry, tomando el camino de Soissons (que se le entregó al paso), porque además mejor podía poner en obra, desde allí, lo que mandó ofrecer al rey de Inglaterra que desde el dicho Château-Thierry.

     55. Entretanto vino la respuesta del rey de Inglaterra, el cual, como queda dicho, consintió en que Su Majestad Imperial concluyese la paz. Hecha la cual(132), el señor de Orleáns vino a visitar al Emperador y lo mismo hizo luego el señor de Vendôme y Su Majestad, prosiguiendo su camino con todo su ejército hasta Cateau Cambrésis (donde después de haberle pagado bien y tenerle contento lo licenció), se fue a Cambray, donde halló a la reina de Hungría, su hermana, con los rehenes que le tenían que dar. Con toda esta compañía caminó a Bruselas, que fue la sexta vez que tornó al Estado de Flandes, donde algún tiempo después vino la Reina Cristianísima(133) y el señor de Orleáns acompañados de muchos señores y damas, y siendo festejados allí algunos días, se volvieron; y el Emperador atendió a las cosas de los dichos Estados con intención de visitarlos. Y así se marchó de Bruselas, donde había sido amenazado de la gota, para ir a Gante, en cuyo lugar le dio la gota de tal suerte que desde principios de diciembre hasta la Pascua estuvo siempre muy trabajado, por más que se puso en régimen y dieta, que fue la primera vez que la usó y la undécima vez que tuvo la gota(134).




1.       Esta carta incompleta de Carlos V a Felipe II está copiada en castellano en el manuscrito portugués.

2.       Felipe I el Hermoso (1478-1506). Hijo del emperador Maximiliano I y padre de Carlos V. Desde 1482, señor de los Países Bajos. De 1504 a 1506, Rey consorte de Castilla, como esposo de Juana la Loca.

3.       Maximiliano I (1459-1519). Emperador de Alemania desde 1493. Abuelo paterno de Carlos V y su antecesor inmediato en el trono imperial. A su muerte se libra la pugna entre Francisco I y Carlos V por ganar a los Príncipes electores, pugna ganada por Carlos V.

4.       Enrique VIII de Inglaterra (1491-1547). Rey desde 1509, en que sucede a su padre, Enrique VII. Casado con Catalina de Aragón, de la que tiene a María Tudor. Separado de ella en 1533, año en el que aparta a la Iglesia inglesa de la obediencia de Roma. Aliado de Carlos V en la primera y cuarta guerra contra Francia; en la segunda, de Francisco I.

5.       Luis XII de Francia (1462-1515). Rey de Francia desde 1498. Suegro y antecesor de Francisco I.

6.       Obsérvese que Carlos V comienza a referirse a si mismo desde el momento en que, como gobernante, inicia su responsabilidad ante la Historia: el año de 1515, que es el de su emancipación.

7.       Francisco I de Francia (1494-1547). Yerno de Luis XII (casado con su hija Claudia). Rey de Francia desde 1515. Casado en segundas nupcias con Leonor de Austria, hermana de Carlos V (1526). Rival constante del Emperador por sus pretensiones a Borgoña, al Imperio, a Nápoles, al Milanesado y a Navarra; causa de las cuatro guerras entre los dos soberanos. A fin de romper el cerco que le imponía la formidable Monarquía de Carlos V, no dudó en aliarse con el mismo Solimán el Magnífico y con el corsario berberisco Barbarroja.

8.       Borbón, Antonio, duque de Vendôme (1490-1527).

9.       El visitar sus Estados constituye un deber para el Emperador; de ahí el que constate puntualmente que aquellos que ya no había podido ver en 1515 lo lleva a cabo en 1516.

10.       Fernando el Católico (1452-1516). El gran monarca aragonés con el que, y por su boda con Isabel la Católica, se logra la unidad de la Monarquía española. Rey de Sicilia desde 1468. Bajo su reinado se conquista Granada (1492), Nápoles (1494-1503), Orán (1509) y Navarra (1512), y Colón descubre América (1492).

11.       Albert, Juan, señor D'Orval.

12.       Margarita de Austria (1480-1530). Duquesa viuda de Saboya. Hija de Maximiliano I. Casada en primeras nupcias con el príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos (m. 1497), y en segundas nupcias con Filiberto, duque de Saboya (m. 1504). Regente de los Países Bajos de 1507 a 1515. En su Corte se educaron sus sobrinos Carlos V, Leonor, Isabel y María. Desde 1517 hasta 1530, gobernadora de los Países Bajos. Negociadora con Luisa de Saboya, madre de Francisco I, de la Paz de las Damas o de Cambray (1529).

13.       Juana la Loca (1479-1555). Hija de los Reyes Católicos. Esposa de Felipe el Hermoso. Reina de Castilla desde 1504. Tuvo cinco hijos: Leonor, reina de Portugal y después de Francia; Carlos V, emperador; Isabel, reina de Dinamarca; Fernando I, rey de Hungría y de Bohemia, más tarde Emperador; María, reina de Hungría, y Catalina, reina de Portugal.

14.       Fernando I de Austria (1503-64). Hermano de Carlos V educado en la Corte de Fernando el Católico. Desde 1521, señor de los Archiducados austríacos. En 1526, a la muerte de Luis II de Hungría, rey de Bohemia y Hungría, por su matrimonio con la reina Ana. En 1531, elegido rey de Romanos. Emperador de Alemania desde 1556. El principal aliado de Carlos V en su lucha contra la Liga de Schmalkalden.

15.       El sentido dinástico es otra de las acusadas características de estas Memorias. Las intrigas de los acompañantes de don Fernando dieron lugar a severas cartas de reconvención de Carlos V y a que, a su llegada a España, alejase a su hermano, enviándolo a Flandes. Circunstancias recogidas por los cronistas. Sin embargo, nada de ello se trasluce aquí (V. en la Crónica de Mexía, op. cit., págs. 88 y sigs.).

16.       Cisneros, Francisco Ximénez de (1436-1517). Cardenal arzobispo de Toledo (desde 1495). Fundador de la Universidad de Alcalá de Henares. Inquisidor del Reino, regente de España, a la muerte de Fernando el Católico (1516). Impulsor de las empresas africanas (conquista de Orán en 1509).

17.       En la traducción de Olona se omite esta referencia a Cisneros («Comentarios del Emperador Carlos V, publicados por la primera vez por el barón Kervyn de Lettenhove y traduccidos al castellano por don Luis de Olona», Madrid, Imp. de Manuel Galiano, 1862; XLIV, 150 páginas, 8.°, p. 5). Y el texto portugués: «... passou o mar do Poente e veo á Hespanha a primeira vez...», lo traduce Olona, siguiendo a Kervyn: «... atravesó el Océano, vio por primera vez a España....» (Ibidem).

18.       Federico II, Conde papatino (1482-1556). Príncipe elector palatino desde 1544. Comisionado por los Príncipes electores en 1519 para notificara Carlos V su elección al Imperio. Manda el Ejército imperial frente al turco (1532). En la guerra de la Liga de Schmalkalden favorece a los protestantes en lucha contra Carlos V en la campaña del Danubio (1546).

19.       Carlos V no podía recordar de forma más sucinta todo el agitado período correspondiente a su elección al Imperio. Es en esta primera parte donde encaja el juicio de Ranke sobre la falta de juicios personales y de confidencias; no así para el relato a partir de 1544.

     Como hace observar Morel-Fatio, también aquí Kervyn comete un error de traducción en el texto: «De là se partio para se ir embarcar em a Corunha, e tomar a primeira coroa em Aquisgran». Para Kervyn se trata simplemente de la Corona imperial. Sin embargo, el documento es muy preciso, conforme a los demás emanados de la Cancillería imperial. Se trataba sólo de la primera corona, lo cual quería decir que Carlos V todavía era nada más que Emperador electo, faltándole por recibir la corona de hierro lombarda, y la tercera corona, como emperador de Roma; o sea las que recibe después en 1530 en Bolonia, de manos de Clemente VII. Así, en la convocatoria de las Cortes de Santiago de 1520 se puede leer: «... que guardando los estatutos y establecimientos ynperiales e el tenor de la Bula áurea, que entre otras cosas especialmente dispone que el eleto Enperador, luego como fuere elegido, ha de yr en la çiudad de Aquisgrán a sse consagrar e rresçibir en ella la primera corona imperial....» (Cortes de los antiguos Reinos de León y Castilla, publicadas por la Real Academia de la Historia, Madrid, 1882, IV, pág. 285). León X supo agradecer ese respeto de Carlos V a las normas establecidas (Pastor: Historia de los Papas, Barcelona, 1911, VII, pág. 265).

20.       Adriano VI (1459-1523), Papa. Profesor y teólogo de la Universidad de Lovaina, preceptor de Carlos V (1507). Regente de España con Cisneros (1516) y Gobernador durante la época de las Comunidades (1520). Nombrado Cardenal en 1517. Elegido Papa en 1522.

21.       Fernández de Velasco, Iñigo. Condestable de Castilla. Gobernador adjunto del cardenal Adriano, en 1521, junto con el Almirante de Castilla.

22.       Enríquez, Fadrique. Almirante de Castilla. Nombrado, con Iñigo de Velasco, gobernador adjunto para auxiliar al cardenal Adriano en el gobierno de España, durante la alteración de las Comunidades. El nombramiento de gobernador de Castilla a favor del cardenal Adriano es uno de los puntos oscuros del reinado de Carlos V, por hacerse público después de la promesa solemne del César a los Procuradores en Cortes que no se daría cargo alguno a extranjero. «Con esta acción -escribe Merriman- quedaba probado que no podía confiarse en la palabra del Rey. Constituía una violación flagrante de su reciente promesa...» (Carlos V, el Emperador, Buenos Aires, 1940; pág. 49). Mejía le disculpa diciendo que lo hizo «por evitar las enbidias y parcialidades si dexara algún Grande de los de Castilla» (op. cit., pág. 147). En todo caso, constituye una excepción en el proceder de Carlos V, forzado aquí por las circunstancias y demasiado influido todavía por Chièvres. Quizá por el recuerdo de esa falta es por lo que añade inmediatamente haber nombrado juntamente con el cardenal Adriano al Condestable de Castilla y al Almirante.

23.       Lutero (1483-1546). Monje agustino. Profesor de la Universidad de Wittemberg. Autor de las 95 tesis sobre las indulgencias (1517). Declarado hereje por León X en 1520 (Bula Exsurge). Condenado por la Dieta imperial de Worms, en presencia de Carlos V (1521).

24.       Ana de Hungría (m. 1547). Hermana de Luis II de Hungría y esposa de Fernando I, rey de Romanos, por quien recibe la corona austriaca, los reinos de Hungría y de Bohemia, a la muerte de Luis II sin sucesión (1526).

25.       Roberto II de la Mark y Arenberg (1465?-1536). Señor de Sedán. Aliado de Francisco I en las guerras contra Carlos V.

26.       La posición de Carlos V y sus sentimientos frente a las Comunidades es uno de los aspectos más interesantes que pueden traslucirse en los comienzos de sus Memorias. Carlos V no sólo recuerda las inteligencias que habían tenido con Francisco I de Francia, sino también el debilitamiento de su posición en la Dieta. Por eso termina el párrafo anterior: «Y en este tiempo comenzaron a pulular las herejías de Lutero en Alemania y las Comunidades en España». El principal objetivo de su escrito es relatar el sometimiento de los protestantes; aquí justifica su aplazamiento.

27.       Federico II, marqués de Mantua, aliado de Carlos V.

28.       Colonna, Próspero. Noble italiano al servicio de Carlos V.

29.       Francisco Sforza, duque de Milán (1492-1535). Desposeído en 1527, tras la conjura de Morone, fue repuesto por el Emperador en 1530, casándose con la sobrina de Carlos V, Cristina de Dinamarca. A su muerte, el Milanesado queda incorporado a la Monarquía de Carlos V (en 1546, a la Monarquía Católica).

30.       León X, Papa (1475-1521). Elegido Papa en 1513. Hijo de Lorenzo el Magnífico de Médicis.

31.       Mexía dice que del perdón general se exceptuaron unos doscientos, pero que de ellos no se ejecutaron más de tres (op. cit., pág. 319). Da también cifras escasas para las justicias mandadas hacer por los Gobernadores, a raíz de la victoria de Villalar y sometimiento de las ciudades comuneras, lo mismo que para las ordenadas por Carlos V antes de conceder el perdón general. Cf. J. Pérez, La revolución de las Comunidades de Castilla, págs. 567 y ss. Es de notar que uno de los delitos de los condenados, leídos en público pregón, era el de haber mantenido relaciones con Francia (ib.), como lo habían hecho con Portugal (Merriman, pág. 77). Mayor debió de ser la represalia en Toledo, después de los disturbios de 1522. Mexía mismo dice: «...y fue executada justiçia en muchos de los culpados...» (pág. 299). Por su parte, Carlos V mostró que perdonaba, pero no olvidaba. Alza más alto el Alcázar de Toledo. Y en las hidalguías vendidas en 1552, para allegar recursos, deja al margen a los hijos de los comuneros, puestos en la misma situación denigrante que los cristianos nuevos («Que no se dé a hijo ni nieto de persona ecebtada en lo de las alteraciones pasadas de la Comunidad». A. S. Simancas, P. R., 26, 128).

32.       Borbón, Carlos, duque de Borbón, condestable de Francia.

33.       Leyva, Antonio de (1480-1536). Príncipe de Ascoli. El defensor de Pavía. La figura española más honrada por el César en las jornadas de Bolonia (1530). General en jefe del Ejército imperial en la campaña de de Provenza (1536), en la que muere.

34.       Lannoy, Carlos de (1482-1527). Virrey de Nápoles desde 1522. Uno de los principales jefes del Ejército imperial en Italia. Tras la batalla de Pavía, conduce a Francisco I a España. Regresa a Nápoles al formarse la Liga de Cognac.

35.       Don Fernando Francisco, y generalmente conocido por su primer nombre solamente, como hace ver Morel-Fatio (op. cit., pág. 338, número 12). Avalos, Fernando-Francisco de, marqués de Pescara (1490-1525). Uno de los principales caudillos del Ejército imperial en la batalla de Pavía (1525). Descubrió a Carlos V la conjura de Morone, canciller de Francisco Sforza, que trató inútilmente de apartarle del servicio imperial.

36.       Leonor de Austria (1498-1558), Hermana de Carlos V, reina viuda de Portugal y de Francia, casada en primeras nupcias con Manuel el Afortunado (m. 1521), y después con Francisco I (m. 1547). En 1556 acompaña a Carlos V en su retiro a España.

37.       Isabel de Austria (1501-1526). Reina de Dinamarca, casada con Cristián II. Hermana de Carlos V.

38.       Luis de Portugal (1506-155). Infante de Portugal, hermano de la emperatriz Isabel. Acompañó a Carlos V en la empresa de Túnez.

39.       Isabel de Portugal, Emperatriz (1503-1539). Casada en 1526 con Carlos V. Hermana del rey de Portugal, Juan III. Gobernadora de los reinos de Castilla y Aragón de 1529 a 1533 y de 1535 a 1537.

40.       Francisco, el Delfín (m. 1536). Hijo de Francisco I, enviado a Castilla como rehén, junto con su hermano Enrique, como garantía de lo estipulado en el Tratado de Madrid (1526).

41.       Clemente VII, Papa (1478-1534). Elegido Papa en 1523. Aliado de Francisco I de Francia en 1526 (Liga clementina). Corona a Carlos V en Bolonia (1530). Reacio a su petición de Concilio General de la Iglesia.

42.       Luis II de Hungría (1506-26). Rey de Hungría y de Bohemia desde 1516. Casado con María de Austria, hermana de Carlos V. Muerto en la batalla de Mohacs, frente a los turcos.

43.       Felipe II (1527-1598). Hijo de Carlos V y de la emperatriz Isabel de Portugal. Príncipe de España. Gobernador de los Reinos peninsulares en 1539, 1543 y 1551. En 1546, duque de Milán. En 1554, rey de Nápoles y consorte de Inglaterra. En 1555, señor de los Países Bajos. En 1556, Rey de los demás Estados de la Monarquía Católica (proclamado como tal en Aragón en 1558).

44.       Correspondiendo este pasaje a uno de los períodos más movidos del reinado de Carlos V, asombra el tono indiferente con que relata sucesos tales como el rompimiento del tratado de Madrid por Francisco I o la muerte de Luis II, rey de Hungría. Tampoco se encuentra queja alguna contra Clemente VII, pese a los duros escritos cruzados entonces entre la Cancillería imperial y la pontificia. Frente a la amenaza turca, ninguna alusión a una empresa ofensiva, sino meramente defensiva, si bien a las Cortes de Valladolid de 1527 se habló en tono muy distinto. Ahora bien, Carlos V, en 1550, sabemos que consideraba imposible una Cruzada, como se desprende de sus Instrucciones a Felipe II, de 1548; es posible que tal idea le hiciera olvidar su ímpetus juveniles, o que no considerara oportuno referirse a ellos.

45.       Chalón, Filiberto, príncipe de Orange (1502-1530). Uno de los jefes del Ejército imperial en Italia durante las dos primeras guerras contra Francia. Su general en jefe a la muerte del duque de Borbón (1527). Virrey de Nápoles (1528). Jefe del Ejército imperial que asedia Florencia, en cuya empresa muere (1530).

46.       Avalos, Alfonso de, marqués del Vasto (1502-46). Sobrino del marqués de Pescara. General en jefe del Ejército imperial en la campaña de Túnez (1535) y en la retirada de Provenza, a la muerte de Leyva (1536). Gobernador de Milán desde 1538.

47.       Alarcón, Fernando de. Uno de los principales soldados de Carlos V en las campañas de Italia.

48.       Moncada, Hugo de (1476-1528). Virrey de Sicilia (1509-16). En 1527 nombrado virrey de Nápoles, para suceder a Lannoy. Uno de los principales jefes del Ejército imperial en Italia. Jefe de la fracasada expedición contra Argel de 1518.

49.       Doria, Andrea (1468-1560). Almirante y hombre de Estado genovés, pasado en 1528 del servicio de Francisco I al de Carlos V. El apoyo de su Marina da a Carlos V un ligero predominio en el Mediterráneo occidental frente a franceses, turcos y berberiscos. Sus galeras realizan la empresa de Corón (1532) y ayudan a la de Túnez (1535) y Argel (1541). En 1531 es hecho príncipe de Melfi.

50.       Morel-Fatio, constatando los viajes de Carlos V a través de Vandenesse, observa que Carlos V no estuvo en 1528 en Valladolid; véase, sin embargo, que Carlos V sólo dice que se había puesto en camino hacia Valladolid, no que estuvo allí.

     Tampoco en este caso trasluce del relato del César el gran peligro que pasó su dominio de Nápoles, a causa de la acometida francesa de 1528; estamos todavía ante sucesos en que no participó directamente el Emperador, y por ello extractados al máximo.

51.       María de Austria (1528-1603). Emperatriz. Hija de Carlos V. Casada con Maximiliano II (1548). Viuda en 1576, regresa a España (1581), retirándose a vivir a la fundación de su hermana Juana, las Descalzas Reales.

52.       Solimán el Magnífico (1435-1566). Sultán de Turquía desde 1520. En 1521 conquista Belgrado y Rodas. En 1526, casi toda Hungría (batalla de Mohacs). Amenaza Viena en 1529 y en 1532.

53.       Continúa presente en el ánimo de Carlos V la necesidad de poner remedio a la herejía luterana, obligación ineludible que es como un hilo donde se va ensartando el relato de los demás sucesos. Sus otros tres objetivos eran, en 1529: pacificar Italia, coronarse Emperador (recibiendo del Papa las dos coronas que le faltaban) y « resistir al Turco». Aquí aparece, pues, la trama de su política internacional: como premisas, tras la paz de España, la de Italia, base de su posible domeñamiento de los protestantes alemanes, mientras adopta una postura meramente defensiva ante el Turco.

54.       «... luego después...»; giro del tiempo que conservo en mi traducción, que podría traducirse por inmediatamente después.

55.       Borbón, Francisco, conde de Saint-Pol.

56.       Luisa de Saboya (1476-1531). Esposa de Carlos de Lorena. Madre de Francisco I de Francia. Negociadora, con Margarita de Austria, de la Paz de las Damas (1529).

57.       Poupet, Charles de. Señor de la Chaulx. Primer Sumiller de Corps de Carlos V.

58.       Fernando, hijo de Carlos V (1529-1530). El tercer hijo del Emperador, muerto cuando sólo tenía unos meses.

59.       Alejandro de Médicis, duque de Florencia (1510-1537). Duque desde 1531, tras la conquista de Florencia por el Ejército imperial, casado con Margarita de Parma, hija natural de Carlos V.

60.       Gonzaga, Fernando de (m. 1557). Príncipe de Molfetta. Virrey de Sicilia (1535-46). Gobernador del Milanesado (1546-55). Jefe del Ejército imperial en la guerra contra el duque de Clèves (1543), y en la cuarta guerra contra Francia (1544).

61.       Como hace observar Morel-Fatio, hay aquí un error inexplicable de Carlos V, puesto que fue Pompeo Colonna, y no Caracciolo, el Cardenal nombrado entonces virrey de Nápoles; en cuanto a Caracciolo -uno de los legados pontificios nombrados por Paulo HI para gestionar en 1536 la paz entre Francisco I y el Emperador-, fue nombrado gobernador de Milán en este mismo año de la guerra de Provenza.

62.       Campeggio, cardenal Lorenzo. Legado del papa Clemente VII en la Dieta de Augsburgo de 1530.

63.       En esta primera parte de las Memorias está la preocupación por el Concilio y el afán de llegar, por su medio, a la solución pacífica de la herejía luterana; quizá la cuestión más importante que quiere recoger el César.

64.       Pasaje confuso. ¿Quién estaba en inteligencia con los Electores? ¿El propio Carlos V? ¿O alude, acaso, a otras intrigas?

     Por este tiempo falleció un sobrino del Emperador, al cual tenía particular afecto: Juan, el hijo mayor de su difunta hermana Isabel y de Cristián II de Dinamarca; muerte que produjo intenso dolor al César, que con él lo tenía, como sabemos por su correspondencia con la reina María. Resultaría extraño que no lo recogiera en sus Memorias, dada la importancia que concedía a las cuestiones familiares. A su hermana le decía: «He sentido su muerte como la de un hijo propio, pues como tal le he considerado» (Brandi, op. cit., pág. 272). Véase más adelante la escueta referencia: «... y allí murió su sobrino, el príncipe de Dinamarca».

65.       María de Austria (1505-58). Reina viuda de Hungría. Hermana de Carlos V. Casada con Luis II de Hungría (m. 1525). En 1531, Carlos V la hace gobernadora de los Países Bajos, para cubrir la vacante dejada en 1530 por Margarita, su tía. En 1556 lo deja, retirándose con Carlos V a España, donde muere, en Cigales (Valladolid), dos años después.

66.       Juan, príncipe de Dinamarca (m. 1532). Primogénito de Cristián II y de Isabel, la hermana de Carlos V. Uno de los sobrinos preferidos del Emperador, que le educó en su corte.

67.       Morel-Fatio lee en el manuscrito portugués «aguardar» y traduce «en attendant». Difiero del notable hispanista que, a mi juicio, ha unido aquí dos palabras distintas: el artículo femenino «a» y el verbo «guardar»; por eso traduzco «para la guardar», por conservar un giro propio del castellano del siglo XVI.

68.       Una de las pocas veces que en las Memorias se alude a una ofensiva contra el Turco; y véase que no pasa del intento de recuperar Hungría, por otra parte frustrado. En la segunda entrevista con Clemente VII en Italia, a que se refiere Carlos V poco más tarde, ya no se hablará de ofensiva, sino sólo -como siempre de «resistencia contra el Turco».

69.       Coronado Emperador, persisten los objetivos políticos y religiosos señalados en la nota 53: la convocatoria del Concilio, como remedio de la Reforma; la resistencia contra el Turco, y la paz de Italia.

70.       «...Suas Mags se foram á Valhadolid, onde a Enperatriz moveo hum filho...». El texto portugués hace clara referencia al aborto de la Emperatriz en 1534. Morel-Fatio cree que se trata de un hijo, muerto de corta edad, lo que le hace modificar el número de los hijos de Carlos V. Véase que el Emperador no lo vuelve a citar, cosa lógica tratándose de un aborto, pero extraña en él en caso contrario, en el que daría cuenta de su muerte posterior. Más adelante, en el comentario al párrafo 30, Morel-Fatio dice que Carlos V se olvidó del hijo nacido en 1534.

71.       Barbarroja, Kair-ed-Din (m. 1546). Corsario berberisco, dueño de Argel desde 1515, nombrado Bey de Argel y, más tarde, almirante en jefe de la escuadra turca. Constante amenaza del Mediterráneo occidental. Su conquista de Túnez en 1534 obliga a Carlos V a la gran expedición de 1535. Aliado de Francia en la cuarta guerra entre Francisco I y Carlos V.

72.       Juan III de Portugal (1502-1557). Rey de Portugal desde 1521. Hijo de Manuel el Afortunado. Casado con Catalina de Austria, hermana de Carlos V.

73.       Waltz y Morel-Fatio encuentran singular el extenso recuerdo dedicado al infante don Luis, sospechando una interpolación del traductor portugués (Waltz, op. cit., pág. 46; cf. Morel-Fatio, pág. 339).

74.       Paulo III (1468-1549). Elegido Papa en 1534. Bajo su Pontificado se inicia el Concilio de Trento.

75.       Juana de Austria (1535-73). Hija de Carlos V. Casada con el príncipe don Juan de Portugal. Madre del rey don Sebastián. Gobernadora de España de 1554 a 1559. Fundadora de las Descalzas Reales, donde está enterrada.

76.       Siendo Túnez una de las empresas más gloriosas del Emperador, éste se hallaba justamente orgulloso de ella, orgullo y vanidad de soldado que se trasluce en el comentario: «... y ni Barbarroja ni su gente pudieron impedir que Su Majestad entrase en ella con su ejército...».

77.       Muley Hassam. Rey de Túnez. Desposeído por Barbarroja (1534). Restaurado por Carlos V (1535).

78.       bis Mahdia.

79.       Catalina de Aragón (1485-1536). Reina de Inglaterra. Hija de los Reyes Católicos. Esposa de Enrique VIII de Inglaterra y madre de María Tudor.

80.       Luis de Saboya (1523-36). Príncipe de Piamonte, hijo de Carlos III y de Beatriz de Portugal. Sobrino de Carlos V, educado en la Corte imperial.

81.       La suerte de la reina Catalina era una de las cuestiones que más preocupaba por entonces a la Corte imperial, como puede observarse a través de la documentación del Archivo de Simancas. El doctor Ortiz -el enlace que la Reina tenía en Roma- informaba ampliamente a la Corte imperial (A. G. S. E., Roma, 1. 865, fols. 88 y sigs.).

En cuanto a la muerte de Francisco Sforza, duque de Milán, abría un problema de sucesión, al que pretendería, entre otros, el propio infante don Luis de Portugal.

82.       Carlos III, duque de Saboya (1486-1553). Unido en alianza familiar con la Casa de Austria por su boda con Beatriz de Portugal, cuñada de Carlos V. Desposeído de sus Estados en 1536 por Francisco I.

83.       Beatriz de Portugal, duquesa de Saboya (m. 1538). Esposa de Carlos III, duque de Saboya. Hermana de la emperatriz Isabel.

84.       Vaga referencia del César a uno de los sucesos más destacados de su reinado: el discurso de 1536, en español, ante el papa Paulo III, el Consistorio de Cardenales y los diversos Embajadores. Parece como si Carlos V no recordara con demasiada satisfacción tal suceso. En la correspondencia con su embajador en Roma, Cifuentes, que guarda el Archivo General de Simancas, Carlos V se muestra preocupado, como en esta carta enviada desde Florencia el 4 de mayo, donde se dice: «Espero saber de vos lo que allá aurá hecho (el cardenal de Lorena). El domingo 1.º serán cumplidos los veinte días que señalé para que el rey de Francia pudiese responder a lo que offrecí en la habla que hize en presencia de Su Santidad, el día antes de mi partida de Roma. Hasta agora no tengo respuesta de mi embajador en Francia, ni auiso de cómo lo aurá tomado...» (A. G. S. E., Despachos diversos, 1564, 40, min.). (Para el discurso de Carlos V, Morel-Fatio, «L'espagnol langue universelle». Bul. Hisp., 1913, XV, 207-25).

85.       Con razón, Morel-Fatio comenta que Carlos V disimula mal la desastrosa campaña de Provenza (op. cit., pág. 339). Por otra parte, los amantes de Garcilaso hubieran querido alguna alusión a su muerte, mas ese silencio encaja con el tono general de las Memorias, donde sólo se recuerda -y en contadas ocasiones- a los colaboradores más inmediatos, como Granvela o Cobos.

86.       Cosme de Médicis (1519-1574). Duque de Florencia desde 1537.

87.       Egmont, Maximiliano de. Conde de Buren. Soldado flamenco al servicio imperial. Jefe de las tropas mandadas por los Países Bajos para auxiliar a Carlos V en la guerra contra la Liga de Schmalkalden.

88.       Annebault, Claudio de, almirante de Francia.

89.       Juan (m. 1537). Cuarto hijo de Carlos V y de la emperatriz Isabel, muerto a poco del parto.

90.       Cobos, Francisco de los (m. 1547). Comendador mayor de León. Secretario de Estado de Carlos V. De su Consejo de Estado y Hacienda. Una de las principales figuras españolas en la Corte imperial. En 1543, Carlos V lo deja en España para que asesore al príncipe Felipe en las tareas de gobierno, al lado de Tavera, Zúñiga y Osorno.

91.       Perrenot, Nicolás (1468-1550). Señor de Gravela. Del Consejo de Estado de Carlos V y uno de sus principales ministros, en especial a partir de 1530, año en que muere Gattinara.

92.       Lorena, cardenal, Juan de.

93.       Montmorency, Anne (1433-1567). Duque de Montmorency. Condestable de Francia. Jefe del Ejército francés que luchó afortunadamente contra el imperial en Provenza (1536).

94.       Tenda, conde de. Gobernador de Provenza en 1538.

95.       Catalina de Médicis (1519-89). Reina de Francia. Mujer de Enrique II. Sobrina de Clemente VII; «actual Reina», pues cuando Carlos V dicta sus Memorias (1550) hacía poco que había muerto Francisco I.

96.       Margarita de Valois. Duquesa de Berry.

97.       Enrique II de Francia (1518-1559). Rey de Francia desde 1547, año en que sucede a su padre, Francisco I. Casado con Catalina de Médicis. Enviado con su hermano el Delfín como rehén a España al ser puesto en libertad en 1526 Francisco 1, conforme a lo estipulado en el Tratado de Madrid.

98.       Orleáns, Carlos (1522-45). Duque de Orleáns. Hijo tercero de Francisco I. Jefe del Ejército francés en las campañas 1542-44 de los Países Bajos. Propuesto en la paz de Crépy para casar con María de Austria o con la hija del rey de Romanos.

99.       Vuelvo a traducir «movido» por «abortado», aunque aquí existe una dificultad, y es que la Emperatriz no abortó, sino que dio a luz un hijo muerto.

100.       La carta de Francisco I a Carlos V, publicada en Papiers d'Etat del Cardinal de Granvelle, II, 540; cf. Morel-Fatio, Historiographie..., op. cit., pág. 340. Las Instrucciones de Carlos V a Felipe II, de 1539, en Laiglesia, Estudios históricos, op. cit., I, págs. 31-39.

     Más adelante recuerda Carlos V las vacilaciones de 1539 ante los peligros de atravesar Francia, cuando se dispone, en 1546, a cruzar Alemania, camino de Ratisbona (véase cap. LXII, fols. 56-57). Sus consejeros eran partidarios de que rehuyese la invitación de Francisco I; pero Carlos V muestra en esto su decidida voluntad y gallardía de ánimo, siguiendo su propio impulso, si hemos de creer a Jiménez de Quesada: «En ffin, el Emperador pasó por Francia con las demostraciones de alegría y rregozijo que se le pudieron hazer -escribe en su Antijovio-, pero con todo eso, es bien que sepan las gentes que en esto siguió Carlos sólo su paresçer, en lo cual (digo en seguir su paresçer sólo, muchas veces contra el de su Consejo) ffue uno de los más venturosos prínçipes que dende que hay hombres lo huvo entre ellos... Dígolo a propósito que contra el voto de todos aquellos que a él le podían hablar y aconsejar en esto, sino sólo por el suyo, hizo esta jornada...» (El Antijovio, ed. de Torres Quintero. Bogotá, 1952; págs. 465 y 466).

     Asombra, sobre todo, la similitud con e1 discurso de la Corona de 1542, donde se dice: «Y las causas que Su Majestad tuvo para la dicha ida a Flandes fueron tan grandes y necesarias, que sin poderla excusar le constriñeron a ella, porque como en algunos y en los principales de los pueblos de los dichos Estados se hubieran suscitado y levantado movimientos, sediciones y desobediencias..., que con hallarse Su Majestad ausente de ellos crecían y se extendían, de manera que sola su presencia y ninguna otra provisión las podía remediar ni quietar, conociendo el peligro evidente en que estaban, y que el remedio principal consistía en la brevedad de su ida, y que haciendo el camino, pasando por mar a Italia y yendo por Alemania no pudiera ser sin mucha dilación, lo cual trujera inconvenientes irreparables... Y habiéndole él (Francisco I de Francia), entendido la necesidad y deliberación en que Su Majestad estaba, escrito y enviado a rogar con gran instancia que pasase por su Reino, prometiéndole y asegurándole que sería tratado, honrado y servido como en sus propios reinos, aunque no dejaba de considerar los inconvenientes que podría tener este camino, todavía por la necesidad e importancia del caso, y confiando que el dicho Rey usaría de la honestidad que usó cumpliendo su promesa y correspondería a la confianza que Su Majestad hacía dél, determinó de pasar, como lo hizo, por el dicho reino de Francia» (en Laiglesia, Estudios históricos, op. cit., I, pág. 412).

     Se observa en este discurso de la Corona idéntico estilo de duplicación de los términos que aparecen en las Memorias. Un mismo sello denota la concordancia de origen.

101.       En el mismo discurso de 1542 encontramos la persistencia de los términos con la Memoria. Así, se puede leer: «... y en el tiempo que se detuvo en los dichos Estados trató también con el dicho rey de Francia... del establecimiento y seguridad de la paz entre ambos, ofreciendo para ello, por beneficio de la Cristiandad y de sus reinos y súbditos, tan grandes y aventajados partidos que con razón y honestidad no los debiera rehusar...» (Ib., pág. 412). Obsérvese la identidad de la frase subrayada con la que emplea en las Memorias.

102.       Egmont, Carlos (1470-1538). Duque de Güeldres, aliado de Francisco I en sus guerras contra Carlos V.

103.       Guillermo de Clèves (m. 1592), Duque de Clèves desde 1539. En lucha contra Carlos V por el ducado de Güeldres (1543). En 1545 su aliado, casando con la archiduquesa María, hija de Fernando I, rey de Romanos.

104.       En la mala traducción de Kervyn de Lettenhove -y en la de Luis de Olona, de él derivada- se omite este pasaje sobre la Conferencia de Haguenau, y, en cambio, habla de España, alterando el texto portugués, como hace notar Morel-Fatio (Historiographie..., op. cit., pág. 341).

105.       La empresa de Argel, pedida por la Emperatriz y por Tavera, suplicada por las Cortes y popular en toda Castilla, había sido demorada por Carlos V, a raíz de la de Túnez, por acometer la campaña de Provenza. Es posible que en el ánimo del César influyese el afán de mandar la poderosa máquina de guerra de que disponía -y que tan eficaz se había mostrado en Túnez- contra Francisco I de Francia. Cabría recordar el apunte que recoge Brandi sobre sus ansias de gloria, en las jornadas que antecedieron a Pavia (Brandi, Carlos V, op. cit., págs. 185 y siguientes). Ahora se halla en Italia y puede ser él mismo quien acaudille la guerra contra Francisco I. ¿Hay también deseos de revancha? Podría ser. Véase el estudio de Jover Zamora «Sobre la política exterior de España en la época de Carlos V» (en Carlos V. Homenaje de la Universidad de Granada, Granada, 1958, págs. 177 y siguientes). Lo que es indudable es que Carlos V recuerda su promesa, hecha no sólo a los reinos de Castilla, sino también a la Emperatriz. Es significativo que aúne en su recuerdo el regreso a España con la empresa de Argel. De igual modo lo hace en el discurso de la Corona, de 1542, citado, donde se puede leer: «... siendo su principal fin volver a estos Reynos con la mayor brevedad que se pudiese y enderezando todas las cosas a este propósito; conociendo cuánto importa para el beneficio y reposo dellos quitar a los enemigos infieles la fuerza de Argel, por los daños que de allí se hacen continuamente en los mares y marinas dellos, y considerando que con la ocasión y oportunidad de su posada (sic, por pasada) mejor, y con menos gasto que en otro ningún tiempo proveyendo aquéllas...» (en La iglesia, op. cit., I, pág. 413).

106.       Esta queja de Carlos V contra Paulo III está en consonancia con la que formula en el discurso de la Corona, de 1542, en el que le achaca, en parte, ser la causa de su demora en la empresa de Argel: «... este abocamiento con Su Santidad causó alguna dilación en la embarcación de Su Majestad...» (Laiglesia, op. cit., 413).

107.       Obsérvese el profundo sentido providencial de Carlos V, junto con la reiterada alusión a las razones secretas que le impulsaron a acometer la empresa de Argel.

108.       María Manuela de Portugal (1527-45). Primera mujer de Felipe II. Madre del príncipe don Carlos, cuyo parto le ocasionó la muerte. Hija de Juan III y de Catalina de Austria.

109.       Juan, príncipe de Portugal (m. 1553). Hijo de Juan III y de Catalina de Austria. Casado con Juana de Austria, hija de Carlos V. Padre del rey don Sebastián (nacido después de su muerte).

110.       Con esa «flaca quejas» se refiere Carlos V al asesinato de Rincón y de Fragoso, los dos agentes de Francisco I, llevada a cabo en julio de 1541, cuando atravesaban, disfrazados, el Milanesado, en misión secreta, camino de Turquía. Se supuso entonces que esa muerte había sido ordenada por el marqués del Vasto, gobernador del Milanesado. Carlos V negó conocimiento, pero aprobó los resultados, en particular en el caso del tránsfuga Rincón, habida cuenta, además, de la índole de su misión; lo cual está en consonancia con la escasa importancia que da al hecho en las Memorias. Recuérdese que el 28 de agosto Budapest caía en poder de Solimán el Magnífico; razón tenía, pues, Carlos V de considerar como criminal aquella embajada, y así, Jiménez de Quesada justifica en su Antijovio, como justa pena al delito que cometían, la muerte violenta sufrida por los embajadores de Francisco I. Y es interesante este cotejo de las Memorias de Carlos V con el Antijovio de Jiménez de Quesada, por cuanto que ambas obras pretenden corregir los errores propalados por otros historiadores (El Antijovio, op. cit., págs. 509 y sigs.).

111.       Borbón, Carlos, duque de Vendôme.

112.       «... no sé qué otros efectos...»; he ahí una de las pocas veces que en las Memorias se habla en primera persona; Morel-Fatio lo atribuye a posible deformación del texto original por el traductor (Historiographie..., op. cit., pág. 342).

113.       Los Legados designados por Paulo III para mediar entre Carlos V y Francisco I, incitándoles a la paz, fueron los cardenales Contarini y Sadoleto. Sadoleto realizó su misión cerca de Francisco I de Francia, en agosto de 1542. En cuanto a Contarini, su muerte obligó a sustituirle por el cardenal portugués Miguel da Sylva (Pastor, Historia de los Papas. Barcelona, 1921, XII, págs. 120 y sigs.).

114.       Silva, Miguel de. Obispo de Viseo. Cardenal-legado de Paulo III en la Corte imperial (1541).

115.       Carlos V guardaba mal recuerdo de la intervención del papa Paulo III por el momento inoportuno, cuando el César se consideraba ofendido por la declaración de guerra del rey de Francia. Se ve una vez más la importancia concedida a la defensa de la reputación. Pero, además, Carlos V se consideraba dolido porque con aquella mediación Paulo III se declaraba neutral, equiparándole así con Francisco I. Ahí está la razón de que recuerde con mal sabor la convocatoria del Concilio, lo cual podría extrañar, dado que había sido una de sus constantes peticiones a Roma; pero es que en dicha convocatoria aparecían por un igual el Emperador y el rey de Francia; el que había expuesto su vida y empeñado su hacienda en defensa de la Cristiandad contra el Turco y procurado con todo empeño la eliminación de las herejías, puesto al nivel de quien se había aliado con el Turco y alentaba constantemente a los protestantes, quebrantando, además, la tregua de diez años concertada por el Papa, con pobres disculpas. En estos términos contestó Carlos V al Papa, desde Monzón, el 25 de agosto de 1542 (extracto de la carta, en Pastor, op. cit., pág. 122), Carlos V terminaba pidiendo a Paulo III que se declarase públicamente en contra de Francisco I, como disturbador de la paz de la Cristiandad; precisamente lo que Paulo III no se atrevía a efectuar, por miedo de que el Rey francés siguiera el ejemplo de Enrique VIII de Inglaterra.

116.       Conforme al estilo de las Memorias, no deja traslucir Carlos V ninguno de los temores que le embargaban cuando abandonó España en 1543, hoy bien conocidos por sus Instrucciones secretas a Felipe II, enviadas desde Palamós el 6 de mayo (P. March, Niñez y juventud de Felipe II. Madrid, 1942; II, págs. 23 y sigs.). Ello podría explicarse como lógica actitud de quien dicta sus memorias con el ánimo embargado por los grandes triunfos conseguidos.

117.       Entre esos impedimentos hay que anotar el bandolerismo, que constituyó un mal endémico de Cataluña a lo largo del siglo XVI. Los grandes bandos de nyerros y cadells recibían apoyo de la nobleza. Uno de los principales nobles inculpados, don Luis de Cardona, fue enviado por Carlos V a Valladolid, para que estuviera custodiado en la Corte del Príncipe. El César escribía al duque de Alba y a Cobos, poco antes de partir para Italia (en 1543): Que les manda carta de provisión para que don Luis de Cardona fuese llamado a la Corte del Príncipe, «y que esté sin salir della, como está dicho, porque a lo menos aprovechará para apartarle de aquí, que no hay dubda sino qu'él y otros de su calidad dan, como sabéys, gran ocasión para que estos vandoleros hagan lo que hazen, de que se siguen tan grandes daños e ynconvenientes, los cuales deseamos en todo caso que se rremedien para el benefiçio y quietud desta tierra y de los naturales della. Y pues los dichos Funs y Roca -los bandoleros inculpados- se llevan ay, no sería malo que se trabajase de sacar dellos lo que más se pudiere...» (A. G. Simancas, E., 59, 15, or.).

118.       En la entrevista de Busseto (21 a 25 de junio de 1543) las principales cuestiones tratadas entre Carlos V y Paulo III fueron la paz con Francia y la suerte del Milanesado. Por lo que hace a éste, la diplomacia del Papa intentaba adquirirlo para un miembro de la familia, sugiriendo a Octavio Farnesio, nieto de Paulo III y casado con Margarita, la hija natural del Emperador. Carlos V pedía un millón de ducados y la retención de los castillos de Milán y Cremona (Carta de Carlos V a Felipe II, Cremona, 19 de junio de 1543; A. G. Simancas, E., 59, fols. 10-14, or.; cf. Pastor, op. cit., XII, 142 y sigs.; Gayangos, VI, 2, págs. 377 y sigs.).

     En cuanto a la paz, el 24 de junio Carlos V oyó la exhortación que le hizo ante el Sacro Colegio Cardenalicio el cardenal Grimani, para replicar con la viveza que le era característica, manteniendo sus razones. Es de observar que a la salida le dijo a Paulo Giovio: «Prepárate a escribir y declara bien las cosas en tu obra histórica; pues la guerra, inminente, te ofrecerá nuevo y enojoso trabajo» (Pastor, XII, 143). Jiménez de Quesada, en su Antijovio, recoge también la entrevista de Busseto, haciendo hincapié en que en la posible paz con Francia, Carlos V dejaba a un lado al duque de Clèves (op. cit., pág. 570).

119.       Nassau, René de (m. 1544). Príncipe de Orange, recibido por línea materna a la muerte de Filiberto de Châlons (1530).

120.       Brunswick-Wolfenbuttel, Enrique de.

121.       Para Olona -siguiendo la mala traducción de Kervyn de Lettenhove- es Carlos V quien aconseja a Clèves (Olona, op. cit., pág. 52; cf. Morel-Fatio, op. cit., pág. 342).

122.       María de Juliers. Madre del duque Guillermo de Clèves.

123.       La archiduquesa María, hija de Fernando I.

124.       Con esta cuarta guerra contra Francia, dirigida personalmente por Carlos V, puede decirse que las Memorias se transforman en un Diario de campaña. La afición bélica del Emperador se muestra en la complacencia que muestra en contar los menores detalles de aquellas operaciones.

125.       Farnesio, cardenal Alejandro. Nieto de Paulo III. Legado del Papa cerca de Carlos V en 1545 y 1546.

126.       Más adelante recordará, con mayor amargura todavía, la intervención de Paulo III (véase párrafo 56, nota 135).

El cardenal Farnesio llevaba consigo al nuncio Sfondrato, el cual tenía por misión apartar a los Príncipes alemanes de una alianza con el Emperador, coadyuvando así con Paulo III al plan de intervención entre Carlos V y Francisco I (A. von Druffel, Kaiser Karl V. und die römische Kurie, 1544-46, Munich, 1890; cf. Brandi, op. cit., pág. 419). Carlos V no conoció esos manejos secretos de Paulo III, pero que algo intuía lo prueba su viva reacción ante el cardenal Farnesio, según cuya referencia, el Emperador se le quejó amargamente de lo poco que le habían agradecido todo lo que había hecho por la familia pontificia, para terminar recordándole amenazadoramente lo sucedido a Clemente VII, alusión clara al Saco de Roma (Pastor, XII, 153 y 569; quien encontró una interesante carta en el Archivo del Vaticano, del cardenal Hércules Gonzaga a Ferrante Gonzaga, recogiendo la versión de Farnesio, tal como la dio a su regreso a Roma).

127.       Se trata de la batalla de Cerisoles, dada el 21 de mayo de 1544, en la que el marqués del Vasto, gobernador de Milán, fue derrotado por el ejército francés que mandaba Francisco de Borbón. Tal rota trajo consigo la pérdida de la ciudad de Carignan, que hacía poco había ocupado Vasto, y con el que Carlos V recordaba la acción.

128.       Estamos ante el arma nueva que provocó la admiración de los contemporáneos: el pistolete o arcabucejo, invento alemán por el que se dotaba a la caballería de arma de fuego; en la escueta referencia de Carlos V se trasluce su buen éxito. Fue, sin duda, una de las primeras veces que se puso en práctica, generalizándose más tarde durante las campañas contra la Liga de Schmalkalden. El propio Carlos V tenía su pistolete en Mühlberg, que bien podría ser el que guarda la Armería Real de Madrid, como indica Sempere («Diccionario Historia de España», Editado por la Rev. de Occidente, II, 859). Rozet y Lembey, en su estudio sobre la invasión de Francia en 1544 por Carlos V, dicen acerca de la actuación de la caballería alemana en esta batalla: «Leur fusil, arme toute nouvelle, fut fatal aux français qui n'en avaient pas encore; ils en prirent ou tuèrent une centaine et mirent le reste en fuite» (L'invasion de la France et le siège de Saint-Dizier par Charles Quint en 1554, París, 1910, pág. 171; cf. Morel-Fatio, op. cit., pág. 344).

129.       Borbón, Carlos, príncipe de La Roche-sur-Yon.

130.       Perrenot, Antonio (1517-86). Obispo de Arrás. Cardenal de Granvela. Hijo de Nicolás Perrenot, señor de Granvela. Ministro de Carlos V, de Margarita de Parma y de Felipe II.

131.       El audaz avance de Carlos V sotre Château-Thierry -llegando sus avanzadas hasta Meaux, a una treintena de kilómetros de París- provocó un verdadero pánico en la capital. La amenaza fue mucho más grave que tras las jornadas de San Quintín (1557) o Corbie (1636). En cuanto a Château-Tierry, en la ruta del Marne, señala la dirección natural del invasor germano. Recuérdese la campaña del 1870, y aún más, las de la Primera Gran Guerra.

132.       Se trata de la paz de Crépy, firmada, el 18 de septiembre de 1544, en la que se acordaba un nuevo enlace matrimonial entre las dos dinastías: el del duque de Orleáns con María, la hija de Carlos V, o con una hija de Fernando I; quedando pendiente cuál sería la dote: el ducado de Milán o los Países Bajos. Así parecía resolverse una ardua rivalidad, como base necesaria para el enfrentamiento con el Protestantismo; tanto más cuanto en cláusulas secretas Francisco I se comprometía a secundar al Emperador en esa tarea de volver «al seno de la Iglesia a los protestantes alemanes» (Brandi, op. cit., págs. 430 y 431). Sin embargo, de las dudas que entonces embargaron a Carlos V quedarían huellas en las Memorias, al referirse más adelante, con alivio, a la muerte del duque de Orleáns.

133.       Doña Leonor, la hermana mayor de Carlos V.

134.       Por tanto, se pone a dieta por primera vez a los cuarenta y cuatro años, después de dieciséis de haber sufrido el primer ataque, el cual, según recoge en las Memorias, le sobrevino en 1528. Tan escaso cuidado mostrado por su salud es, sin duda, uno de los detalles a tener en cuenta en su biografía.

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