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Comentario sobre la boda de Felipe II y María Manuela de Portugal

Mª Margarita Conde Benavides


     Nos vamos a acercar a la boda del príncipe Felipe, hijo de Carlos V e Isabel de Portugal, con María Manuela, hija de los reyes de Portugal, Juan III y Catalina; lo haremos a través del manuscrito Recibimiento que se hiço en Salamanca a la princesa doña Mª de Portugal, viniendo a casarse con el príncipe don Felipe II, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid (ms. 4013), teniendo también en cuenta la bibliografía sobre el tema.

     El lector puede acceder aquí directamente a la reproducción facsímil del manuscrito y a su transcripción, por tanto nos limitamos a centrar el tema e invitar a que se lea el documento, que gracias a la meticulosidad que tuvo el cronista que lo narró -que no se le escapaba detalle-, tenemos un documento con una gran riqueza para conocer la forma de viajar, de vestir, de comer..., cuestiones de protocolo y ceremonias, además nos deja constancia de anécdotas, a veces muy divertidas, que no nos hubieran llegado de otro modo, pues carecen de trascendencia histórica.

      En el año 1543 en medio de una situación política difícil para el Emperador Carlos V, que se ve obligado a partir de la Península Ibérica hacia el norte de Europa por los problemas que tiene con los príncipes protestantes alemanes de la liga Schmalkalden, con el duque de Clèves y su eterno rival Francisco I de Francia, deja de regente de España a su hijo Felipe, después Segundo de España, junto al equipo de ministros, elegidos por el Emperador que le ayudarán en las tareas de gobierno. El joven príncipe se ve obligado a hacer frente al peligro de una ofensiva turca...pero también a su propia boda.

     El Emperador cree que ha llegado el momento de que el joven príncipe asuma responsabilidades propias de quien le va a suceder en el gobierno de España y del Imperio. Por eso al dejarlo de regente -papel que antes desempeñaba la Emperatriz Isabel, y que a la muerte de ésta en 1539 desempeñó el Cardenal Tavera en las ausencias por los constantes viajes de Carlos V-, decide que es hora también de casarlo. Pero surge el problema, ¿con quién casarlo? En un primer momento, allá por el año 1539, el Emperador se plantea un acercamiento con Francia y comenzar así una época de paz hispano-francesa, casándolo quizá con la princesa Margarita; otra posibilidad era establecer vínculos matrimoniales con la dinastía navarra de los Albret, casa real filial de la francesa. Pero en el año 1543 esta opción queda descartada pues dado el rumbo político y la hostilidad francesa es imposible efectuar un acercamiento a través de la unión marital. Carlos V se decide entonces por la princesa María Manuela de Portugal, hija de Juan III, Rey de Portugal y hermano de le Emperatriz Isabel, madre del príncipe Felipe, y de Catalina, su hermana. Una de las razones que le llevó a esta elección fue la de reforzar la alianza con Portugal, alianza que se llevaba haciendo desde tres generaciones, y así tener un aliado seguro y dedicar todo los esfuerzos en las guerras con el norte de Europa. Otra razón es la necesidad de obtener dinero. El Emperador había visto crecer los gastos debido a la guerra con Francia, y esta boda suponía una dote que le venía muy bien a la hora de cubrir gastos, pues el Rey Juan III había prometido dotar a su hija Mª Manuela con 300.000 ducados de los cuales 150.000 los pagaría en las ferias de Medina en 1543. Además de estas razones políticas estaban las preferencias personales del príncipe Felipe que prefiere la boda con la princesa María Manuela de Portugal, que es portuguesa como su madre y esto lo anima, a la princesa Margarita de Valois, hija de Francisco I, Rey de Francia(1).

     En 1541 el Emperador y su hermana, Catalina, reina de Portugal, se cruzan una serie de cartas para tantear el matrimonio. Y ya en el año 1542 comienzan las negociaciones de la boda, así el 1 de diciembre de 1542 se firmó en Lisboa el contrato matrimonial de don Felipe y doña María por el embajador español don Luis Sarmiento de Mendoza, así como el de la prometida boda entre el heredero del trono portugués, don Juan, con la hija menor del Emperador, doña Juana, aplazada ésta por la minoría de edad de la prometida.

     Una vez obtenida la dispensa papal, necesaria por ser primos dobles, se celebró la ceremonia por poderes el domingo 12 de mayo de 1543, en el palacio del embajador español don Luis Sarmiento de Mendoza, en Almeirim y figura éste como apoderado del novio; ofició el cardenal-infante don Enrique, tío de la novia.

     Esta boda no se consuma hasta el mes de noviembre del mismo año en la ciudad de Salamanca.

     Pero, ¿cómo se vivieron los preparativos de la ceremonia?, ¿quiénes fueron a recibir a la princesa y acompañaron al novio en estos días tan importantes?, ¿cómo vistieron?, ¿quiénes corrían con los gastos?... Todas estas preguntas podemos contestarlas si nos asomamos al manuscrito que reproducimos, que es la crónica que hace una mano anónima al Emperador Carlos V, que al no poder asistir personalmente a la boda, le pide a éste que se la relate.

     El Emperador a pesar de tener grandes preocupaciones y responsabilidades políticas se preocupó personalmente, como cualquier padre, de hablar con su hijo, Felipe, y aconsejarle en materia amorosa, queda constancia de esto en la correspondencia que mantenían padre e hijo(2). Y además lo dejó bajo la tutela de Juan de Zúñiga para que no se excediese en los contactos sexuales con María Manuela, una vez casados. Y a la joven esposa la deja bajo la vigilancia de los duques de Gandía, los cuales debían colaborar con Zúñiga para que los jóvenes esposos no frecuentasen las relaciones íntimas.

     Carlos V les pidió a don Juan Alonso de Guzmán, duque de Medina Sidonia, y a don Juan Silíceo, obispo de Cartagena, que fuesen a recibir a la princesa a la raya o frontera. Estos aceptaron la invitación del Rey, primero porque era una forma de servir al Emperador, y suponía estar más cerca de él y en segundo lugar, porque de esta forma podían demostrar la grandeza y riqueza de sus respectivas casas y familia. Era una cuestión de poder y de honor.

     Pero el duque de Medina Sidonia y el obispo de Cartagena no fueron solos, sino acompañados de sus respectivos familiares, amigos y servidores, con lo que se formó una espectacular comitiva de gentes y animales por los caminos de España en la ruta emprendida hacia la frontera portuguesa. Dice el manuscrito:

     «Siguieron luego tras de éste (el obispo), toda la familia del obispo diferentes ropas y atavios según la diversidad de sus profesiones y oficios porque a todos hizo muy largas y cumplidas ayudas de costa, tras de estos salieron todos los más principales que en la corte a la sazón se hallaron así de los servidores y amigos del obispo como de todos los demás que sabían que en ello como de todos los demás que sabían que en ello servían al príncipe, nuestro señor, y así fue muy grande la multitud de gente de todos estados que le acompañaron en esta salida...»(3)

     Y añade: «... Fue esta partida bien solemnizada y acompañada de toda la nobleza cortesana y muy mirada y regocijada de toda la otra multitud promiscua...»(4).

     Tanto el obispo de Cartagena como el duque de Medina Sidonia, como cada uno de los nobles que los acompañaban en este viaje, iban lujosamente vestidos con trajes de terciopelo, seda, raso y pieles; en algún caso llevaban hasta mantas, indicativo todo de su riqueza pues muy pocos, incluso entre los más pudientes, tenían mantas; y además vestían a sus pajes, sirvientes y bufones con ricos trajes de terciopelo con los colores de la casa, incluso los caballos iban lujosamente aparejados, para demostrar su riqueza y poder.

     «Toda la otra familia del obispo que fue harto copiosa con muchos oficiales y todos muy bien ataviados especialmente Aguilar de la Cueva, capellán y mayordomo suyo, [...] llevaba una ropa de terciopelo extranjera aforrada de raso para el camino y otra de tornasol con un recamo de oro de ésta quiso usar el día de la boda de sus Altezas y por cierto impedimento lo dejó»(5).
     «... Venía el duque con un sayo de terciopelo negro y un jubón de raso negro acuchillado y un capote de paño negro auchillado con dos tiras de terciopelo acuchilladas y un chapeo de terciopelo negro cun una pula negra y una medalla de un rubí bien grande. [...] tras [...] venían dos pajes del duque con la dicha librea en dos caballos muy buenos y bien aderezados el uno con una balija de terciopelo amarillo y fajas de terciopelo azul y encarnado y el otro con una lanza gineta tras los dos pajes venía una litera de raso carmesí llana y la cubierta y sillones de los machos de lo mismo...»(6)

     Ante tanto lujo y colorido y tal número de gentes que venían en la comitiva, cada pueblo y ciudad los acogía lo mejor que podían y les hacían un gran recibimiento al entrar en su ciudad. Cuando esto ocurría, salía a recibir la comitiva el regimiento: el corregidor y el cabildo, y la acompañaban al interior de la ciudad; el obispo solía ofrecer un banquete para todo su séquito y los principales señores de la ciudad; el cronista hace hincapié en la magnificencia de los banquetes que ofrece el obispo y la gran cantidad de comensales que se sientan a la mesa, de este modo, hace propaganda de la riqueza del obispo y de su magnanimidad.

     El 15 de octubre de 1543 llegó la princesa María Manuela a Elvas y comenzaron los preparativos para efectuar su entrega a los representantes del Emperador Carlos V y del príncipe Felipe. Los portugueses enviaron un correo al duque de Medina Sidonia y al obispo de Cartagena avisándoles que ellos ya estaban preparados para efectuar la entrega de la princesa y por tanto pedían si se podía adelantar al sábado y no esperar hasta el lunes. Pero el duque de Medina Sidonia y el obispo de Cartagena, tras consultarlo entre ellos y meditarlo, decidieron esperar hasta el lunes para ir a recogerla temiendo estropear la entrega por la precipitación y cambio de día, y además de este modo, le daban a la ciudad tiempo para terminar el recibimiento. Pero a la hora de efectuarse la entrega surgieron problemas protocolarios entre el duque de Medina Sidonia y el arzobispo de Lisboa y Luis Sarmiento, embajador del Emperador, y Gaspar Caravallo, embajador del Rey de Portugal en Castilla. Cada uno alegaba tener más derecho a ocupar el primer puesto ante la princesa, que otro. Tras mucho discutir, el duque de Medina Sidonia y el obispo de Cartagena decidieron ceder sus preeminencias y privilegios a favor de Luis Sarmiento y Gaspar Caravallo, para poder así concluir con el encargo del príncipe Felipe. Una vez solucionado este problema se efectúa la entrega de la princesa al duque de Braganza, la rienda de la mula de la princesa al duque de Medina Sidonia y éste la toma y se sitúa a la mano izquierda del duque de Braganza, y el obispo a la mano derecha. Tras esto, se firmaron, al duque de Braganza, los testimonios para refrendar que había cumplido las ordenes del Rey, Juan III de Portugal, y había efectuado bien la entrega, habiéndola recibido bien el duque de Medina Sidonia y el obispo de Cartagena. Tras esto, se efectuó el besamanos a la princesa por aquellos portugueses que se separaban ya de ella.

     Aquí comienza el viaje de la princesa por tierras españolas, en cada pueblo y ciudad le hacen un recibimiento que recoge el cronista con todo lujo de detalles. En la carta que el príncipe Felipe dirige al duque de Medina Sidonia y al obispo de Cartagena, se aprecian las pautas protocolarias para recibir a la princesa y tratar con el arzobispo de Lisboa y el duque de Braganza, y cómo han de entrar en las ciudades por las que pasen. En lo tocante al resto del camino, que hay entre Badajoz y Salamanca, lo deja en manos del duque de Medina Sidonia y del obispo de Cartagena ateniéndose a su buen juicio a la hora de honrar a la princesa(7).

     De este modo, siguiendo las pautas que les marca el príncipe Felipe en las instrucciones que les manda, entran en Badajoz:

     «Estaba el corregidor y regimiento de la ciudad con unas ropas rozagantes de raso carmesí aforradas en terciopelo azul y allí le besaron las manos y le fueron a priesa a la puerta de la cuidad do tenían un palio de brocado rico, las goteras de lo mismo aforrado en raso carmesí y como allí llegó su alteza se metió debajo de él llevándole los regidores y así entró en la ciudad y se fue derecha a la iglesia [...] se fue a palacio; la orden que aquellos señores traían desde el puente a la ciudad fue el duque se puso a la mano izquierda de la princesa y así fueron todo el camino salvo cuando entró en el palio que entonces el duque se adelantó un poco, el obispo de Cartagena fue en medio del embajador Luis Sarmiento y del mayordomo mayor de la princesa, el arzobispo de Lisboa venía detrás de la princesa hablando con la camarera mayor, el conde Niebla y el conde de Olivares y otros caballeros venían con las damas ...»(8)

     Hasta llegar a Salamanca, por cada pueblo que pasaban le hacían un recibimiento y fiestas, como se puede ver en el manuscrito, pero ninguno tan espectacular y rico como el que se le hace en la ciudad universitaria, en el cual nos vamos a detener un poco.

     Siguiendo el protocolo, entraron el séquito de la princesa y del duque de Medina Sidonia y el obispo de Cartagena en Salamanca de la siguiente manera:

     «[...] Iban inmediatamente de ella (la princesa) el arzobispo de Lisboa y luego a la mano derecha el duque de Medina y a la izquierda Gaspar de Caravallo, embajador, a la derecha el obispo de Cartagena y a la otra el de León. Luis Sarmiento llevaba a la princesa de la rienda. Antes de todos estos iba el mayordomo mayor de la princesa [...] detrás de la princesa iba doña Estefanía y la camarera mayor y luego todas las damas en la misma orden que traían por el camino...»(9).

     La recibieron a la puerta de la ciudad con música y danzas y hubo escaramuzas entre escuadrones de soldados. Salieron a acogerla miembros de la clerecía, de la Universidad y de las Escuelas Mayores.

     Nuestro cronista se detiene en cada arco de triunfo que le han levantado a la princesa los ciudadanos de Salamanca, los artesanos, plateros, las Escuelas Mayores..., etc., y en sus inscripciones.

     El príncipe Felipe acompaña a la princesa María Manuela hasta Salamanca sin ser visto, y entra en la ciudad sin recibimiento por petición suya.

     El joven novio, Felipe, siente curiosidad por saber cómo es su novia, y así pide que le envíen unos retratos. El cronista del manuscrito, nos da cuenta de cómo viene un correo con un retrato para el Emperador Carlos V, que también quiere conocer a la prometida de su hijo:

     «[...] Fue a dormir a Aldeanueva del Camino y acaso esa noche a hora de las doce llegó un hidalgo portugués por la posta el cual traía el retrato de la princesa mejor sacado que dos otros que habían enviado al príncipe, nuestro señor, porque se había de enviar a su majestad porque lo había enviado él a pedir desde Flandes...».

     Pero no contento con esto y con las descripciones que le manda el embajador, don Luis Sarmiento por carta, don Felipe sale a escondidas con su cortejo a ver a la princesa. Según Manuel Fernández Álvarez, no sólo es curiosidad lo que mueve a nuestro príncipe a ir a ver a la princesa por el camino, sino que es también cuestión de protocolo, por eso se hace acompañar para tener testigos de qué tiene interés por su futura esposa(10).

     Así vemos a don Felipe, a través de nuestro cronista escondiéndose para ver a la princesa María Manuela sin ser visto:

     «[...] Llegó (la princesa) a un lugar del duque de Alba una legua de Aldeanueva del Campo donde ya el príncipe, nuestro señor, estaba muy disimulado y metido en una casa acompañado del duque de Alba y del marqués de Villena y conde de Benavente y del almirante de Castilla y del príncipe de Asculí y de don Álvaro de Córdoba, su caballerizo mayor y de don Antonio de Rojas su camarero y de don Manrique de Silva, de don Pedro de Córdoba, de don Juan de Luna, del correo mayor, de Ortega, mozo de cámara, don Alonso Enríquez, don Antonio de Toledo, conde de Alba. Los cuales iban muy embozados con cada sendos pajes solamente»(11).

     En Aldeanueva, don Felipe se esconde en un mesón que estaba en la calle por donde iba a pasar la princesa, y al punto de hacerlo doña María Manuela, don Antonio de Rojas levantó las mantas, detrás de las que se ocultaba el príncipe, y quedó a la vista de todos para gran alegría de las damas portuguesas. Aquí es donde se ve que él iba a cortejar también a la novia y no sólo a observarla a escondidas.

     En la ceremonia de la boda no nos vamos a detener pues viene recogida en numerosas obras, además está descrita con gran detalle en el manuscrito que transcribimos. Para guiar al lector, acompañamos este comentario con un apéndice instrumental que contiene un índice de temas, según los trata el manuscrito, y un glosario que ayuda a entender mejor su contenido, cierra este apartado la transcripción de una carta, enviada por el príncipe Felipe al duque de Medina Sidonia y al obispo de Cartagena.

Bibliografía

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Diccionarios

Diccionario de Autoridades. Real Academia Española (ed.). Madrid: Gredos, 1984.

COBARRUBIAS, S. de. Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid: Turner, 1984.

MADOZ, P. Diccionario geográfico estadístico histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid: 1847.

Índice de manuscritos

     Entrada en España de la Infanta Doña María, hija del rey de Portugal D. Juan, i su casamiento con el Príncipe D. Felipe II en Salamanca. En Biblioteca Nacional de Madrid. Sig. R-11907.

     Nuevas noticias de las fiestas que se hicieron en Salamanca a la entrada de la princesa Doña María de Portugal el 10 de noviembre de 1543, con motivo de su matrimonio con el Príncipe de Asturias, Felipe... En Real Academia de la historia. Sig.9/48.

     Recibimiento que se hizo en salamanca a la princesa doña María de Portugal viniendo a casarse con el Príncipe don Felipe II. En Biblioteca Nacional de Madrid. Sig. Ms 4013.

     Entrada en España de la infanta Doña Maria, hija del rey de Portugal D. Juan, i su casamiento con el Príncipe D. Felipe II en Salamanca. En Biblioteca Nacional de Madrid. Sig. 11907.



1.       Manuel Fernández Álvarez trata este tema en su libro, Felipe II y su tiempo. Madrid : Espasa Calpe, 1998, pp. 677-686.

2.       Ver la obra de Manuel Fernández Álvarez donde se cita la correspondencia mantenida entre Carlos V y su hijo Felipe.

3.       «Recibimiento que se hiço en Salamanca a la princesa doña Mª de Portugal, viniedo a casarse con el príncipe don Felipe II». En Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 4013, folio 14.

4.       Idem, folio 15.

5.       Idem, folio 17.

6.       Idem, folio 25.

7.       La copia de esta carta está recogida en «Entrada en España de la Infanta Doña María, hija del Rey de Portugal D. Juan, i su casamiento con el Príncipe D. Felipe II en Salamanca». En Biblioteca Nacional de Madrid.

8.       Idem, folio 35.

9.       Idem, folio 40.

10.       FERNÁNDEZ ÁLVAREZ A, M. Felipe II y su tiempo, Madrid: Espasa Calpe, 1998, pag. 681.

11.       Idem, folio 38.



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