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Historiografía y recursos en la red

Bibliografía

Notas sobre los fondos documentales y bibiográficos de Carlos V

Claudia Möller



     Este trabajo se ha construido en función de lo trabajado en un seminario de doctorado cursado en la Real Academia de la Historia de Madrid, en el mes de febrero de 1995, a cargo D. Manuel Fernández Álvarez.

     Así, presento por un lado, la construcción de un estudio sistematizado sobre la cuestión de las fuentes para el período objeto de este estudio, y por otro, el resultado de lo trabajado en este seminario, en referencia a las obras maestras de indiscutible consulta para quien abreve en la cuestión de Carlos V.

     Cabría comenzar diciendo que el tema carolino ha sido descuidado enormemente, situación hoy solventada por la hiperproducción a la que dio lugar el festejo por los 500 años del nacimiento del emperador. Recordemos rápidamente que existen obras de conjunto como las de Brandi, Rassow, Merriman, Carande, Fernández Álvarez, y varios ensayos, muchos de ellos de importante valor. Pasemos revista a lo dicho.

     Se puede decir con P. Rassow -citado y reproducido por la mayor parte de la bibliografía consultada- que será el gran historiador alemán Leopold Von Ranke, quien coloque a la figura de Carlos V en relación con alguno de los problemas claves de su tiempo: la Reforma alemana, el Concilio tridentino, las relaciones con el papado y el conflicto con el imperio otomano. Pero la gran síntesis de Ranke no fue continuada de inmediato en función de los episodios vividos por Europa en ese momento.

     Así, la atención de la cultura alemana, desde la polémica entre Druffel y Maurenbrecker, a Baumgarten -autor de una de las primeras biografías sobre el emperador- se concentraba preferentemente en las relaciones entre Carlos V y la Reforma.

     En Italia, de De Leva a Albéri, la óptica era la de su interferencia político-militar en el sistema de los estados-italianos. En una línea semejante, de Gachard a Juste, de Gosart a Henne, para el área representativa de los Países Bajos; y de Mignet a La Glay, para Francia, hallamos intentos sobre todo de carácter biográficos.

     Los españoles, de Laiglesia a Rodríguez Villa, se ocuparon preferentemente de lo económico (Laiglesia) y de lo político (Rodríguez Villa), desde una perspectiva preferentemente castellana, y del grupo dirigente en función de las políticas seguidas por Carlos.

     Una larga estación, la del nacionalismo historiográfico, se caracterizó por un considerable cúmulo de material documental, de los Staatspapiere de Lanz, a los Papiers d' Etat de Granvelle -a cargo de Weiss-, pasando por la recopilación de Dollinger, la colección de documentos inéditos para la historia de España, la correspondencia de Fernando I, y las Negociaciones diplomáticas de La Glay, se constituyen en algunas de las mayores contribuciones. Éstos son los puntos obligados para la historiografía de los Habsburgos y de su tiempo.

     Todavía habrá que esperar un siglo para comenzar a encontrar una historia general, nacional, supranacional anche individual.

     Es con la biografía que debemos a Karl Brandi, en Carlos V. Vida y fortuna de una personalidad y de un Imperio mundial, con la que se introduce la cuestión del problema en la vida de Carlos V -parafraseando a Chabod- sobre la base de un poderoso apoyo documental y de colaboradores como Looz-Corwarem (quien exploró sistemáticamente los archivos de Madrid y de Simancas), Hasenclever (que se dedicó a los archivos y a la Biblioteca de Paris), y Welser (estudioso de la estructura político-administrativa de los Estados de Carlos V).

     Es a partir de la obra de Brandi, cuando se entabla un debate encabezado por Ramón Menéndez Pidal, plasmado en la Idea Imperial de Carlos V. La polémica Brandi-Menéndez Pidal, constituye el punto de partida de un proceso, en virtud del cual entra más intensamente en circulación el bagaje de información y de reflexión, acumulado hasta aquel momento en clave superadora de los residuos del patriotismo historiográfico, pero introduciendo en el análisis dos perspectivas nada metafóricas en el contexto carolino: la visión hispanista y la visión alemana.

     La aparición dentro de la polémica de otro historiador español, Sánchez Albornoz, con su España, un enigma histórico, da un nuevo giro a la orientación historiográfica, y representa como la versión en negativo: Carlos V habría sacrificado la perspectiva atlántica de ascendencia castellana en pro de un objetivo continental. Esto ha sido retomado por José María Jover, en Carlos V los españoles, quien considera que en España existía una doble tradición política: la aragonesa, que preconizaba la expansión mediterránea, lo cual conllevaba el conflicto con Francia; y la castellana, volcada hacia el Atlántico y favorable a un entendimiento con la nación gala.

     Un tema que se incorpora y genera también un amplio debate, es la cuestión del idearium carolino: Rasow y Brandi consideran a Gattinara el gran canciller de todos los reinos y tierras del monarca, como el inspirador de la política de Carlos V, de una política que implica la idea de una monarquía universal; para Menéndez Pidal las ideas del emperador divergían de las de su canciller, y la génesis de dichas ideas deben buscarse en España. Para este autor, la más nítida expresión la da el Discurso del Obispo de la Mota, en 1520 en las cortes de la Coruña, donde aparecen ideas caras a los Reyes Católicos como la paz entre los príncipes cristianos y la cruzada contra los infieles. Para Menéndez Pidal entonces, en este discurso no se habla de una aspiración a la monarquía universal ni de deseos expansionistas.

     En 1958, la Revista mensual de Cultura Hispánica, «Cuadernos Hispanoamericanos», dedica su número 107-108 al emperador Carlos V, y propone las líneas de investigación a seguir en los múltiples aspectos que implica el estudio de este actor social: se lo abordará en América, en la historia, en las artes y en las crónicas. Manuel Fernández Álvarez, presenta un artículo en relación con el análisis de la pintura que del emperador hicieron dos de sus cronistas contemporáneos, cotejándolas con las descripciones de los famosos embajadores venecianos en su Corte, Contarini y Badoaro. Las «Cuatro semblanzas» de Carlos V, se resumen en torno a: el retrato del joven emperador de veinticinco años después de la victoria sobre el rey francés en Pavía, el Carlos V de Mühlberg; el César a los 57 años -a raíz de la escena de su abdicación de Bruselas y de su retiro del mundo-; el Carlos V de Yuste; y por último, una crónica hecha después de la muerte de Carlos. También al final de esta compilación presenta un estudio bibliográfico sobre el emperador.

     Rasow lo presenta como uno de los primeros estadistas cristianos. Maravall en relación con el sentido del renacimiento en España, y a continuación diferentes autores se abocan al estudio de la sucesión de los Reyes Católicos, la razón de estado, su estadía en Milán, sus lecciones permanentes de la política religiosa, su presencia en la imaginación del pueblo flamenco, y su presencia en la literatura del tiempo: poemas, cancioneros políticos y crónicas.

     Además de la descripción de la historia general de los Austrias, la obra de Beneyto, España y el problema de Europa, intenta penetrar en la caracterización españolista del imperio universal de Carlos V, centrando su hipótesis y sus reflexiones en función de tratar de demostrar que es de Roma y no de Alemania de donde deviene en Carlos la idea imperial, además de la recuperación de hechos fundamentales propios de la postura hispánica: el concepto de unidad de Alfonso III, la jerarquía de Alfonso VII, la intervención europea y el amor a la mar de Alfonso X, la defensa de la religión y la vocación africana de los Reyes Católicos.

     Fernando de los Ríos, en Religión y Estado en la España del siglo XVI, intenta realizar un sugerente análisis en base a la relación estado-religión, dos componentes fundamentales para una aproximación seria al período; pasará revista a todos los teóricos del estado a lo largo del siglo XVI y se detendrá, en lo que hace a la primera mitad, especialmente en Maquiavelo. Por otra parte, como hispanista que es, tratará de justificar la política imperial en base a la idea de conciliación a partir de la unidad cristiana.

     Maravall, en Carlos V y el pensamiento político del Renacimiento, coincide con Menéndez Pidal, pero insiste en que habría que prestar atención al tema de la cronología en el estudio de la idea imperial.

     Conforme a su análisis, la política de Carlos V atravesó tres etapas: 1) hasta 1530 tendrá un valor universal, despojada de toda referencia precisa a Alemania; 2) de 1530 a 1542, sus líneas serán informadas por la tradición germánica e italiana: el imperio gendarme; y 3) después de Mühlberg, habría intentado construir el edificio imperial en España, con Milán y los Países Bajos como principales puntos de apoyo. Por otra parte, también considera que si toda la historia de Europa, desde el Renacimiento hasta el presente, ha consistido en sucesivas manifestaciones de una profunda tensión entre hegemonía y equilibrio, la primera fase de este intenso movimiento tendría que fijarse en el reinado de Carlos V. Serán, según el autor, las circunstancias concretas del reinado del emperador, referentes principalmente a sus dominios hispánicos relacionados entre sí, en función de las cuales la idea hegemónica se configura en sentido moderno... Así, la nueva fórmula del sistema de estados con el perpetuum mobile del juego de sus tendencias de equilibrio y hegemonía, surge tan ligada a la historia de España, que acaba marginándola al imponer un sistema de fuerzas que desarrolla en otros espacios. Por lo tanto, Maravall en ésta obra, contará entre los grandes hechos históricos de la primera mitad del siglo XVI, con las teorías políticas sobre el orden político de Occidente.

     Antonio Domínguez Ortiz, en El Antiguo Régimen: los Reyes Católicos y los Austrias, y en De Carlos V a la Paz de los Pirineos. 1517-1660, también desde la historiografía hispánica, considerará que específicamente el imperio de Carlos V sería una construcción de género especialísimo, sin parangón posible con nada de lo que ha existido antes ni después, una mezcla de viejos sueños universalistas y potentes realidades tradicionalistas, de un imperialismo idealista y anacrónico y de tendencias modernísimas, hasta un estado fuertemente estructurado, haciéndolo estallar sus propias contradicciones internas. Para este autor, el llamado imperio español fue el triángulo formado por España, Italia y Flandes, con una retaguardia sólida pero lejana en las Indias y, en el interior una Francia semicercada que instintivamente tenía que pugnar por romper aquel abrazo mortal, siendo durante dos siglos la oposición franco-hispana el leitmotiv de la política europea, arrastrando en su órbita a la división de Alemania, mientras Inglaterra, más dueña de sus decisiones pero inferior a sus dos grandes adversarios en presencia, podría inclinar la balanza en un momento determinado. Así, el imperio por su heterogeneidad nunca pudo para éste autor evolucionar hacia un estado de tipo moderno, ni tampoco pudo ser un imperio hablando propiamente, aunque sí lo fue en América. Por lo expuesto, D. Ortiz estudiará la oposición sufrida por Carlos en las Cortes y a manos de los comuneros, y describirá magistralmente el funcionamiento del sistema de gobierno carlista: una monarquía personal ejercida a través de instituciones centralizadas, mas no unificadas, y un gobierno ejercido por consejos, que eran juntas burocráticas compuestas en su mayor parte por juristas para la administración política real.

     Desprendida directamente de la enseñanza de Menéndez Pidal, encontramos la obra de Manuel Fernández Álvarez, para quien el mejor hilo conductor para presentar la historia de España en este período es la vida de Carlos V -Carlos V: Un hombre para Europa-. Pero reducir la producción de este autor a un libro sería improcedente: casi medio siglo ha dedicado al estudio del emperador, y tal vez, para no convertir estas notas historiográficas en un estudio sobre la obra de Fernández Álvarez, proceda remitir a su opera magna: Carlos V, el César y el Hombre. Con esta referencia, tal vez ni siquiera sea necesario continuar este estado de la cuestión, por eso exhorto al lector a introducirse en este impresionante trabajo, y mientras tanto aquí le brindo una sencilla introducción al tema.

     Díez Corral, en El pensamiento político europeo y la monarquía de España, de Maquiavelo a Humboldt, analiza lo que pensaron sobre la monarquía de España algunos de los teóricos políticos europeos, presentando un estudio paralelo. A la línea histórica que arranca con la figura de Fernando el Católico y que concluye en los tristes días de Fernando VII, cuando se perdió el continente americano al mismo tiempo que un estilo europeo -el de la Europa de la restauración- le acompaña otra línea compuesta por el análisis de una serie de notables pensadores políticos no españoles, que van desde Maquiavelo y Guicciardini hasta Chateaubriand y Tocqueville, de cara a la monarquía española. Para el autor, escasa atención se le ha prestado desde España al tema y también la merecida desde afuera: la cuestión española resulta difícil de exponer sistemáticamente a través de los pensadores que lo abarcaron. El autor se propone comprender las ideas desde la realidad histórica, una realidad considerada ciertamente, en función de las ideas, pero en tanto que éstas surjan desde, ante, o sobre dicha realidad para comprenderla y deducir las oportunas consecuencias prácticas. Cabe aclarar, como el mismo autor lo apunta, que el estudio emprendido abarca a los pensadores europeos, entendiendo por ello a los «no españoles»; por lo tanto, los nacidos en España no serán objeto de análisis para Díez Corral.

     Vicens Vives en un intento bastante audaz, ha iniciado una fecunda prospectiva para una nueva dislocación de los ornamentos de fondo y la concreta dimensión de la política imperial. En lo que tiene que ver con los aspectos culturales, ésta línea también ha sido continuada por Koenigsberger.

     Mientras sólo un sector determinado de los historiadores españoles se inscribe en el terreno del nacionalismo historiográfico, el debate en función de la época de Carlos V se ha ido nutriendo de nuevos elementos, de una más articulada visión de las cosas, de una más intensa compenetración en la biografía del personaje y en la historia de los hombres.

     Carlos V y sus banqueros de Ramón Carande, es un impresionante trabajo que en la visión de un hispanista, presenta un panorama sobre todo desde el punto de vista de la economía, que aún hoy resulta de consulta ineludible, además de ser en los aspectos por él abordados, una obra insuperable hasta el momento.

     Por otro lado, desde una visión extrapeninsular, encontramos el Carlos V de Fernand Braudel, para quien motivaciones político-ideales e intereses dinásticos se mueven y se combinan alternado y construyendo una matriz de impronta borgoñona. Otros intentos sistematizadores lo constituyen la obra de Pierre Chaunú, La España de Carlos V: la coyuntura de un siglo, y la de Henri Lapeyre, Las Monarquías europeas del siglo XVI, quien en el marco del estilo que caracteriza a las ediciones de Nueva Clío, construye un excelente análisis del período, dándonos no sólo un panorama de los acontecimientos que caracterizaron al gobierno de los Austrias, sino también un balance historiográfico magnífico y una apreciación singular en lo que se refiere específicamente a Carlos V, de su personalidad, de los factores coadyudantes de su poder, y de los factores oponentes al mismo, en el marco de un análisis económico-social-institucional-religioso de la época, ofreciendo un índice de bibliografía y una metodología que convierten a su trabajo en una obra instrumental muy buena.

     Chabod, en El Estado de Milán en el Imperio de Carlos V, fue el primero en poner el acento en los condicionamientos financieros de la política carolina; y Konetzke, remitiéndose a la orgánica síntesis de dos estudiosos americanos, Haring y Merriman, afronta el problema del nuevo mundo. Aspectos tales como el entorno erasmista del emperador, han sido abordados por Marcel Bataillon en su Erasmo y España.

     Desde el punto de vista italiano, Bruno Anatra en su Carlo V. Scritti Storici, hizo particular hincapié en la importancia de Italia en general, en el contexto carolino, y de Cerdeña en especial.

     Recientemente ha aparecido una obra compilada por Gianvittorio Signorotto, L'Italia degli Austrias. Monarchia cattolica e domini italiani nei secoli XVI e XVII. En la introducción se señalan los objetivos de la publicación, que se propone destacar la intención por establecer un diálogo entre los historiadores italianos y españoles, idea que viene madurándose desde 1988. Los territorios de Milán, Nápoles, Sicilia y Cerdeña son los centros de atención de los trabajos, abordados desde sus diferentes condicionantes económicos, sociales, políticos, culturales y religiosos. Si bien la obra gira en torno al siglo XVII, la figura del emperador es retomada en diferentes claves por los participantes: Fernández Albaladejo (afirmando la ausencia de una política global hacia el 1600), Giovanni Muto (realizando un estudio bibliográfico y de los fondos documentales especialmente los napolitanos), Domenico Ligresti (acentuando la perspectiva siciliana), Bruno Anatra (recreando la crisis del siglo XVII), Cesare Mozzarelli (planteando las relaciones entre los gobernadores y los patricios), G, Signorotto (trasladándonos a Milán analizando un prototipo de gobernador), Álvarez Ossorio (estudiando al duque de Osuna), Daniela Frigo (describiendo el tipo de diplomacia de la época), Danilo Zardin (señalando como muchos de los datos que se encierran en los archivos eran verdaderos instrumentos de control y poder de la Iglesia) y Flavio Rurale (invitando al debate sobre la Iglesia de la Italia española del momento).

     También podemos mencionar otros intentos extra-peninsulares como la obra de John Elliot, La España Imperial (1469-1716), reeditada recientemente en ocasión de la obtención por parte del autor, del Premio Príncipe de Asturias, donde efectúa una excelente síntesis de los acontecimientos que llevaron a Carlos I a convertirse en Carlos V y también dedica buena parte de la primera sección de su trabajo, al análisis de los grupos, como el de los comuneros que se opusieron a la presencia extranjera del nuevo rey, considerado como flamenco en tierras hispanas. El caso de este autor, con su producción y sus nuevos estudios, lo ubican fuera de España como uno de los grandes especialistas en el tema.

     Otro intento en una perspectiva espacial semejante, es la obra de John Lynch, España bajo los Austrias. Imperio y absolutismo. 1516-1558, donde nos ofrece una presentación de los acontecimientos más importantes que caracterizaron al período, haciendo especial hincapié en ciertos elementos que caracterizan a la forma de «movilizarse» del poder en el período de Carlos V: administración imperial, consejeros, negociados, sobornos, idea imperial que no reconocía la tradición española, el papel jugado por la riqueza, y el papel de las guerras como causa fundamental del colapso del imperio universal. Para el autor, Carlos fue el heredero, no el creador de un imperio, y es en la defensa de las partes integrantes de su herencia donde hay que ver los motivos de la política que llevó a cabo.

     Otra obra interesante, es la compilada por Dufournet, Fiorato y Redondo, Le pouvoir monarchique et ses supports idéologiques aux XIV-XVII siècles, sobre la cuestión del poder monárquico y sus soportes ideológicos en los siglos XIV y XVII: ¿Cómo eran percibidas las funciones del monarca a través de los tratados y de los diferentes textos? ¿Dónde encuentra su fundamento el poder del príncipe? Tales son los interrogantes que se plantean a los participantes del encuentro científico y que constituyen el eje de esta obra, con respuestas presentadas, por otra parte, en ámbitos y épocas que corresponden a las especialidades respectivas: por ejemplo Pierre Civil, dedica su artículo al estudio de las imágenes del poder a partir de algunos retratos heroicos de Carlos V, considerando precisamente que el retrato se manifiesta como lugar de encuentro entre el espacio público y el privado, con fines muy precisos en función del poder: conocimiento, perpetuidad, y exaltación, resaltando la importancia que el emperador acordará a la función glorificante de la representación.

     Recientemente ha aparecido un libro editado por Antonio Fontán y Jerzy Axer, Españoles y polacos en la Corte de Carlos V, en torno a la figura de Juan Dantisco, intelectual, poeta y diplomático polaco que pasó casi una década en la Corte de Carlos V, relacionándose ampliamente con los medios políticos y las elites intelectuales del momento. Sus contactos y obligaciones como embajador le convirtieron en testigo de excepción de la política y los descubrimientos, mientras que sus aficiones y temperamento le acercaron por ejemplo a Hernán Cortés. Por otra parte, Dantisco enviaba regularmente información a su lejano país, convirtiéndose en una suerte de agencia de información desde el mismo corazón del imperio de Carlos V. Así, a partir de la correspondencia de Dantisco, se rastrean las relaciones entre España y Polonia y se recrea la atmósfera intelectual del humanismo.

     Evidentemente, los aportes de la historiografía carolina no terminan con los autores mencionados, muchos quedan por relevar, pero intentar dar cuenta de todos ellos, podría ser en sí mismo una tesis doctoral. Baste con incluir algunos nombres, españoles y no españoles para completar esta parte del estudio.

     La obra de Cádenas, es con respecto a las fuentes sobre todo, muy representativa de quien ha tratado de comprobar todos los detalles de la vida y obra del emperador; Frédérich Edelemayer -desde Viena- es quien ha desvelado mucha información sobre los documentos carolinos obrantes en los archivos austríacos, y es uno de los que más conocen hoy día, la perspectiva germana del imperio de Carlos. Pero existen numerosos historiadores que han estudiado la época del emperador, sin ser especialistas concretos en su reinado o imperio, y de ellos dan cuenta la cantidad de ponencias presentadas en los tres congresos internacionales celebrados en Barcelona, Granada y Madrid respectivamente, y organizados por la Sociedad Estatal para la conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V, en el año 2000. Por lo que, remito al lector al estudio de las actas que están por ver la luz, para tener un panorama más amplio, de quiénes son hoy los que han abordado esta problemática. Las Comunidades de Castilla, las universidades, la vida cotidiana, los grandes temas de política internacional de la época, la demografía, y hasta la presencia del emperador en Internet!!!, son indicios que nos vinculan directamente con Carlos, pero el lector comprenderá que sería imposible dar cuenta de todo ello, por lo cual, remito al apartado sobre la bibliografía, que contiene este botón, para tener una visión más amplia de lo que aquí se presenta, sólo a manera de muestreo, sin ninguna pretensión de abarcarlo todo.

     En relación con estas celebraciones del 2000, es dable -mientras se esperan las actas de los distintos congresos- hacer mención a lo que se produjo hace ya medio siglo, en la conmemoración del IV centenario de la muerte del emperador. En este sentido, no me queda más que reproducir textualmente la síntesis que nos ofrece M. Fernández Álvarez.

     En 1957, la Asociación Internacional de Historiadores del Humanismo organizó un congreso en Bruselas, cuya segunda sección dedicó sus actividades al estudio de las fiestas y ceremonias celebradas en la época de Carlos V. En 1958, el Instituto de Cultura Hispánica, organizó un congreso carolino en Granada, Sevilla y Cáceres, y como en el 2000 hubo numerosos coloquios y encuentros en torno a la figura del emperador, prueba de todo ello testimonian tres libros que pueden ser paradigmáticos de lo que sucedió: Carlos V (1500-1558). Homenaje de la Universidad de Granada; Charles-Quint et son temps, publicado por el Centre National de la Recherche Scientifique de Francia, y el que recogió en 1960, los Coloquios carolinos de Colonia, Karl V. Der Kaiser und seine Zeit. Una relación muy completa de los estudios aparecidos en esa ocasión, fue publicada por E. Benito Ruano en Hispania LXXXIII.

     Sin duda, es de destacar que a pesar de la cantidad y calidad de la producción y la referencia a los grandes maestros, que he realizado en esta primera parte del trabajo, es totalmente necesaria para aprehender lo que hoy se viene trabajando, ya que lamentablemente ha quedado mucho por descubrir y sobre todo queda aún, muchísimo trabajo de archivo.

     Luego de haber efectuado esta mirada por los estudios referidos a la cuestión carolina, se podría afirmar, que hoy por hoy serían las obras de Brandi desde Alemania, y de Manuel Fernández Álvarez desde España, los dos esfuerzos sistematizadores más importantes en lo que tiene que ver con el objeto de estudio para el presente trabajo: temas, problemas y fuentes para el estudio del período de Carlos V.

     Para plantear la cuestión de las fuentes para este estudio de caso, existen por lo menos dos posibilidades: 1) partir de la periodización de la vida del emperador y en función de ello echar mano a los testimonios que se fueron construyendo, hablando prospectivamente; o 2) plantear sin más, la existencia de la información, haciendo mayor hincapié en lo que tiene que ver con los fondos que se encuentran en España.

     Obviamente me ha parecido, en función de la referida sistematización, recurrir a la primera posibilidad y coronarla con la referencia final a otro tipo de fuentes complementarias: la literatura -con sus variantes: novelas y crónicas-, la música, y las obras de arte pictóricas, que en el seminario hemos tenido oportunidad de analizar, tanto en el Museo del Prado como en el Monasterio de San Lorenzo en El Escorial.

     En lo que se refiere a los fondos carolinos de la Real Academia de la Historia de Madrid, encontramos la Colección Salazar y Castro, con 1600 volúmenes de documentación y cien mil documentos catalogados, más los especializados, con tres tomos de Índices que contienen fuentes inéditas originales, y copias del tiempo sobre los fondos carolinos.

     Pero no es la única colección que allí se encuentra, también está la Colección Tomillo; la Colección Sempere, y numerosos índices de bibliografía, como el elaborado para el período, por Francisco de Laiglesia. Obviamente con un carácter casi de fondo documental, aunque edito, encontramos los cinco tomos del Corpus documental de Carlos V, a cargo del académico D. Manuel Fernández Álvarez.

     Retomando el tema de la periodización en la vida del emperador, se puede comenzar con los años juveniles. Este período bien puede ser abordado a través de la correspondencia mantenida entre el emperador y la emperatriz. De dicha correspondencia encontramos la transcripción casi total, por parte de Fernández Álvarez en el Tomo I de su Corpus. La publicación sistemática de las cartas dirigidas por Carlos V a la emperatriz Isabel, fue iniciada por Vales Failde en 1917, al transcribir en el apéndice documental de su obra acerca de la emperatriz Isabel, 44 piezas de valor muy diverso, procedentes del Archivo General de Simancas, y correspondientes al período comprendido entre el 10 de julio de 1529 y el 6 de diciembre de 1532. Es preciso señalar que el carácter de la obra citada no requirió de su autor una utilización rigurosa del riquísimo contenido de tal apéndice. Fue Peter Rassow, quien en su obra sobre Carlos V, utilizó por primera vez concienzudamente y en función de su auténtico contenido, la riquísima publicación de Vales Failde. El mismo Rassow, al referirse a esta utilización lamentando por cierto la ausencia de criterio selectivo con que opera Vales Failde, anunciaba para fecha próxima la edición de la totalidad del epistolario, que ya por entonces preparaba el Dr. Fritz Walser. Cinco años después en 1937, Brandi se refería a las cartas de Carlos a la emperatriz, como desconocidas hasta ahora, anunciando nuevamente la publicación de las mismas en edición completa. En el segundo volumen de su gran obra, Brandi precisa que debe al Dr. Walser el conocimiento de las cartas de Carlos a la emperatriz y se refiere nuevamente a la edición de las mismas preparada por este. En 1946, Beinert volvía a aludir, en una noticia bibliográfica -aparecida en Hispania XXII- a «la correspondencia completa que prepara el Dr. Walser». También Fernández Álvarez aludía, en febrero de 1958, en la Revista "El libro español", a las «fuentes fundamentales que restan aún inéditas, tales como la correspondencia del emperador que preparaba el Dr. Walser». También, Jover reproducirá en su obra Carlos V y los españoles, algunas cartas hasta ese momento inéditas. También tenemos noticias de que el investigador Kholer, conserva casi la totalidad de la correspondencia del emperador, publicada gran parte de ella, pero quedando gran cantidad aún en estado inédito.

     Los años 1540-1548 son los de la presentación del programa político. Aquí existe una fuente preciosa: las Instrucciones. Hay Instrucciones en todos los archivos, también en la Sección Manuscritos y Raros de la Biblioteca Nacional de Madrid, por ejemplo encontramos en el ms. 765, en italiano, instrucciones que envía el emperador hacia España, especialmente para la emperatriz. También, bajo la signatura 988, encontramos varias Instrucciones que tienen que ver, según reza su titulación, con Papeles históricos tocantes a Nápoles y Noticias de todos los officios del reyno de Nápoles que se comprenden debajo de los siete principales officios del mismo reino. Hallamos en el folio 63, las Instrucciones de lo que vos el Dr. Gaspar de Quiroga, Auditor de Rota en Roma haveis de seguir y hazer en la execución de lo que os havemos cometido cerca la vistación de los officiales de justicia patrimoniales y otros de nuestro reino de Nápoles y Revisión y liquidación de las cuentas; también encontramos en el mismo manuscrito, Instrucciones al duque de Alba, al marqués de Santa Cruz, y al Consejo Supremo de Italia. Por otra parte, encontramos las Instrucciones de Carlos V a Gonzalo Pérez (ms. 4751), las Instrucciones de Carlos V a su mujer para la gobernación de los reinos (ms. 4756), las Instrucciones de Carlos V a Felipe II de Palamos del 4 de mayo de 1543 (ms. 4771), y las Instrucciones y Consejos de Carlos V a Felipe II, también de 1543 (ms. 4772)

     Nada semejante a esas Instrucciones, se encuentra entre los demás soberanos europeos del siglo XVI. Tanto Carlos V como Felipe II, están en condiciones de dejar en verdad, un legado particularmente valioso a sus sucesores, una experiencia política transida de reflexiones morales. El valor educativo de estas Instrucciones regias no escapó a la percepción de los contemporáneos. La prueba la tenemos en la multitud de copias que pronto circularon en todas las lenguas y por todas la Cortes. Las principales bibliotecas de Europa occidental, tanto en Francia como en Italia, en Alemania como por supuesto en España, poseen abundantes testimonios que lo acreditan. Copias que frecuentemente se adulteran con interpolaciones a cargo de la fantasía o de los intereses particulares de los copistas. También se ha llegado incluso a la falsificación total, cuestión que por otra parte resulta bastante sugestiva, ya que aún siendo falsas no por ello dejan de mostrarnos un aspecto de la época, sobre todo en lo que tiene que ver con el magisterio que los hombres de los siglo XVI y XVII concedían en el orden de una política sabia transida de valor ético, tanto a Carlos V como a su hijo.

     Dos documentos más se imponen en esta selección: las Instrucciones de 1543 y las Instrucciones de 1548 conocidas como el Testamento político. Es notable resaltar para éstos dos casos, que en la actualidad sólo se poseen copias, mientras que de las otras menos importantes, custodia el archivo de Simancas los mismos originales.

     En lo que se refiere a las primeras, las de 1543, el investigador todavía podía manejarlas a mediados del siglo pasado en los fondos del Archivo de Estado, así lo hizo Maurenbrecher. Después pasaron sorprendentemente a manos de anticuarios, para acabar perdiéndosele la pista. Se publicaron diversas copias, como las ediciones de ese autor en Alemania, la de Morel-Fatio en Francia en 1899 (aunque este sólo editara la personal, pero no la secreta), y en 1941 la del P. March en España. Lo que sí continúa encontrando el estudioso de los temas carolinos son innumerables copias, ejemplo de ello son las citadas párrafos mas arriba, a las que podemos agregar los manuscritos, también de la Biblioteca Nacional, número 1013, 1167, 1750 y 1751, y los mismos en la Colección Salazar en la Real Academia de Madrid en el volumen 90.

     En cuanto a las Instrucciones de Carlos V de 1548, o testamento político del emperador, poco hay que añadir, después del notable estudio crítico que sobre las principales copias que se poseen, ha realizado el investigador alemán Dr. Beinert. En su examen comparado, de las ediciones de Sandoval, Charles Weiss y Laiglesia (inserto en el volumen que la Universidad de Granada compuso en homenaje al emperador con motivo del IV Centenario de su fallecimiento en 1958) pudo comprobar un buen número de interpolaciones en la copia de Laiglesia y una más depurada autenticidad en las de Sandoval y Weiss. Mientras que Laiglesia, utilizó un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid bastante posterior e imperfecto, sabemos que fray Prudencio Sandoval tuvo acceso directo a la documentación que del emperador conservaba la corona a principios del siglo XVII, mientras que Weiss trabajó sobre los fondos familiares de los Granvela.

     Hoy, ningún estudioso alberga la menor duda respecto a la autenticidad de las instrucciones carolinas de 1543 y 1548. Pero otro es el caso para las de 1555. También existen innumerables copias esparcidas por los principales archivos y bibliotecas. A fines del siglo XVII, fueron divulgadas ampliamente gracias a la edición que de las mismas llevó a cabo Antoine Teissier. Pero a principios de siglo el profesor austríaco Stubel, cotejó el texto de Teissier con dos manuscritos de la Biblioteca de Dresde, uno en alemán y el otro en francés. Para Stubel se trataba de una pieza auténtica. Quince años después, Mayer, que había podido hallar numerosas copias en las bibliotecas italianas, comprueba que todas tienen como punto de partida el códice de la Biblioteca del Vaticano, y su conclusión es que se trata de una hábil falsificación, buena para reflejarnos el espíritu de la época, como lo hemos apuntado más arriba, y el magisterio de Carlos V, pero nula si se quería basar en su texto el idearium del emperador.

     Por lo tanto, dos tesis diametralmente distintas respecto al valor de estas instrucciones. Es el momento de recordar el estudio de uno de los que mejor y más a fondo conocían el mundo documental de Carlos V: Karl Brandi. Para él, nos encontramos ante un documento fabricado en Italia, sin que se corresponda para nada con un núcleo original. En otras palabras, Carlos V jamás escribió las supuestas instrucciones a su hijo de 1555. Fernández Álvarez aporta otra prueba al respecto, en un artículo publicado en Alemania en 1967, y es el examen de una especie de corpus documental compuesto para el servicio de los gobernadores de los Países Bajos. Este manuscrito, según Álvarez, que posee la Biblioteca Nacional de París, inserta todas las otras Instrucciones de Carlos V a Felipe II, pero silencia las de 1555. Sería extraño entonces que quien demuestra tan directo acceso a los documentos privados de la corona, fuese a olvidarse de pieza tan importante, si hubiera sido auténtica. Las Instrucciones, vale agregar el dato, también son incorporadas al Tomo II del Corpus construido por éste autor.

     En la última etapa en la vida del emperador los documentos por excelencia que la reflejan, son las Memorias y el Testamento.

     El hallazgo de las Memorias de Carlos V, por el investigador belga Kervyn de Lettenhove en 1862, vino a coronar, gracias a un afortunado azar, las tan metódicas como infructuosas investigaciones realizadas por su compatriota Gachard. Antes de que Kervyn hiciera su descubrimiento en la Biblioteca Nacional de Paris, ya se tenía por seguro que el emperador había escrito sus Memorias. Existían abundantes referencias de los propios contemporáneos: Brantome, Ambrosio Morales, Sandoval, Ruscelli y otros. Pero Kervyn de Lettenhove hizo una mala traducción del manuscrito, cometiendo tantos errores como para justificar una nueva traducción más fiel, como con razón indica Morel-Fatio. La traducción española se debe a D. Luis de Olona, pero repitiendo los mil errores de la segunda corrección de la obra de Kervyn.

     Ahora bien, el hallazgo de este autor produjo no pocos recelos en cuanto a su autenticidad: ¿Se trataría en verdad de las Memorias de Carlos V? Pues resultaba ciertamente muy extraño que los años de esfuerzo, de investigadores de la talla de Gachard no hubiesen dado resultado alguno y que apareciese ahora una traducción portuguesa hecha en 1620. Tal fue la cuestión que vino a resolver el agudo análisis de Ranke. Era evidente que Carlos había escrito sus Memorias, lo que restaba por demostrar era si la traducción portuguesa, encontrada por Kervyn, correspondía a la auténtica, es decir a la dictada por el emperador, a que se refería Van Male. Pero Ranke cayó en el mismo error de traducción que Kervyn, claro que con otro concepto. El primero interpretó mal el significado de filium y el segundo de «escrito en lengua romance».

     Después de Ranke, otros historiadores alemanes estudiaron las Memorias de Carlos V; entre ellos Otto Waltz y Richard Le Mang. Para el primero, Carlos dicta sus Memorias a Van Male en 1550, con un propósito determinado: exponer la política imperial en aquel año en que se hallaban en curso las negociaciones familiares entre las dos ramas de los Habsburgos, para resolver la cuestión sucesoria en forma alternada. Richard Le Mang analiza sobre todo el relato de la guerra de Esmalcalda, anotando todos los errores del emperador, achacándolos en parte, a tergiversaciones conscientes. Morel-Fatio, critica esta postura al igual que el estudio realizado sobre el defectuoso texto de Warnkoning, el traductor alemán de la edición de Kervyn de Lettenhove.

     Es en 1913, cuando el investigador francés y notable hispanista Alfred Morel-Fatio, hace una edición crítica de las Memorias, publicando el manuscrito portugués y haciendo una nueva traducción francesa, en la que se salvaban los muchos errores cometidos en la de Kervyn. Morel-Fatio coincide casi enteramente con el juicio de Ranke, salvo en su apreciación de que el primer dictado del emperador fuese en castellano. Sin embargo, en el análisis del manuscrito portugués, comprueba una particularidad: la reduplicación de palabras y giros, cosa que achaca al traductor portugués, por no considerarlo propio del estilo de Carlos V.

     Uno de los últimos estudios importantes sobre las Memorias de Carlos V, es el que hace Karl Brandi. Siguiendo en general los pasos de Ranke y Morel-Fatio, difiere sin embargo en una cuestión, del investigador francés: para Brandi el amontonamiento de sinónimos del manuscrito portugués, no es algo ajeno al estilo de Carlos V.

     Para Brandi, el fundamento de las Memorias está en el examen del gran éxito de su vida, logrado en la edad madura: su victoria militar en la guerra contra la Liga de Esmalcalda. Si las Instrucciones de 1543 son como la justificación del gran plan de su vida, por el que tiene que abandonar España, las Memorias son como la mirada retrospectiva con la que contempla, satisfecho, el desarrollo de las guerras de Cleves, de Francia y de Esmalcalda. Las Memorias son como a modo de solemne informe, juzgará Brandi.

     Por su parte Manuel Fernández Álvarez, reforzará la tesis de Brandi en este sentido, al igual que llamará la atención sobre la cuestión de la escritura en romance, todo lo cual puede confirmarse en la lectura del Tomo IV del Corpus Documental, al que venimos haciendo referencia. Cabe también dar cuenta del análisis que en una línea semejante ha realizado Bruno Anatra, desde Cerdeña

     En lo que se refiere al Testamento de Carlos V, parte del cual lo hallamos en las Instrucciones, según se ha dado cuenta anteriormente, puede afirmarse que fue redactado en Bruselas el 6 de junio de 1554, y se tienen todas las pruebas, al decir de don Manuel Fernández Álvarez en su edición facsímil publicada en 1992, que garantizan su originalidad.

     Del Testamento existen varias copias manuscritas del siglo XVI, que pueden encontrarse en las principales bibliotecas. En la Biblioteca Nacional de Madrid, lo encontramos con el nº 18642. Fernández Álvarez localizó otra copia en la Biblioteca Nacional de París, el cronista Sandoval lo tuvo sin duda en sus manos, insertándolo así en su conocida Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, aparecida en Valladolid en 1604-6, y reeditada en 1956, por Carlos Seco Serrano en la BAE (tomos 80, 81 y 82).

     Al decir del mismo Fernández Álvarez, Sandoval cometió no pocos errores en su publicación, alterando incluso el orden de algunas partes del Testamento, según lo señala nuestro autor, en el Tomo IV del Corpus Documental de Carlos V.

     El emperador había hecho otros testamentos, el primero de ellos en sus años juveniles. Reciente estaba el penúltimo, firmado también en Bruselas el 19 de mayo de 1550, cuando todavía pensaba que su hijo Felipe podía recibir algún día la corona imperial. Pero en 1554, esas esperanzas se han esfumado y Carlos pensará ya sólo en sus dominios hereditarios, en los que considera como problemas principales: la cuestión de Flandes, y la del ducado de Milán.

     El testamento puede dividirse en tres grandes apartados: el religioso, el dedicado a la política interior, y el vinculado a la política exterior. Hay que añadir las cláusulas finales, con los testamentarios que aparecen como testigos, lo que nos dará lugar a encontrarnos con los personajes más allegados a Carlos V, entonces en Bruselas.

     Se trata del último testamento de Carlos V, al que el 9 de septiembre de 1558 -pocos días antes de su muerte-, añadirá un Codicilio del mayor interés, por hacer relación a toda su servidumbre y por referirse en él, a los últimos graves sucesos ocurridos en la Corona de Castilla. El testamento está escrito en dos versiones: en latín y en castellano. Es un dato a tener en cuenta, máxime que el emperador lo firma en Bruselas. Sin duda, que haya renunciado a su lengua nativa en momento tan solemne, prefiriendo la de sus antepasados maternos, precisamente haciéndolo en Bruselas, es una prueba de su hispanismo creciente en sus últimos años, según sospecha Fernández Álvarez.

     En un principio planteé el intento de ampliar la perspectiva del estudio emprendido a otras fuentes complementarias: la literatura, el arte pictórico y la música.

     Con respecto a la literatura, creo que ya no es necesario hacer correr más tinta tratando de fundamentar la importancia de su valor como fuente, tal vez no en sí misma como en su relación y complemento, en éste caso concreto, de un estudio de fuentes para el período seleccionado.

     Dentro de la literatura carolina, se debe diferenciar -entre muchas posibilidades que esta página web también ofrece a los lectores- por lo menos dos alternativas: las crónicas y las novelas. Muchas veces para emprender el análisis del período, a partir de los documentos, se ha recurrido a los cronistas del tiempo, oficiales y no oficiales. Uno de ellos es Pedro Mexía, quien escribió La Crónica del Emperador Carlos V, en 1530. Los manuscritos obran en la Biblioteca Nacional de Madrid bajo la signatura 1765, titulado Historia de la vida y hechos del Emperador don Carlos de Austria, V de este nombre y bajo el número 1768, la Historia del Emperador Carlos V.

     También encontramos a otro cronista de la corte, Pedro Girón, con su Crónica del Emperador Carlos V, escrita hacia 1540.

     Existen por otra parte, otras dos crónicas oficiales: la de Santa Cruz, Crónica del Emperador Carlos V; y la de Sepúlveda. Mucho mas tardía es la de Sandoval, a la que ya he hecho referencia. También encontramos en la Biblioteca Nacional, bajo la signatura 1778, el Memorial de algunas cosas que sucedieron después de la muerte del monarca católico y el principio de la Crónica del Emperador Carlos V, a cargo de Lorenzo Galíndez de Carvajal.

     Dentro de los cronistas italianos, según nos da cuenta Bruno Anatra, encontramos a Antonio Doria (sobrino de Andrea), con el Compendio de las cosas de su noticia y memoria en tiempos del Emperador Carlos V, aparecido en Génova en 1571; y a Dolce, con la Vida del Emperador Carlos V, publicada en Venezia en 1571. En esta línea no se puede dejar de incluir la Historiarum sui temporis, de Paolo Giovio, réplica de la cual es el Antijovio de Jiménez de Quesada.

     No debemos olvidar la inclusión en este apartado de la Crónica Burlesca del Emperador Carlos V, obra de su bufón Francesillo de Zúñiga, según el manuscrito 6193, de la Biblioteca Nacional de Madrid.

     Por lo menos tres obras literarias o mejor dos autores y una obra anónima, de importantísimo valor, no pueden faltar para pensar la época carolina: Garcilaso y el Lazarillo de Tormes como dos caras de una misma España: una España noble pero también una España que pasa frío y hambre. El tercer caso al que me refiero, es una obra de autor anónimo, aunque algunos estudiosos se la atribuyan a Juan de Ulloa, se trata del Viaje a Turquía, una crítica a España a través de Turquía, ya que si bien habla de Turquía, en realidad lo que quiere mostrar por contraste es a España.

     Desde el punto de vista musical, encontramos hoy por lo menos tres referencias interesantes: una publicación del Consejo de Investigaciones Científicas de Madrid, aparecida aproximadamente en 1957 a cargo de Monseñor Anglés, La música en la época de Carlos V; el Requiem para la Emperatriz, compuesto por el P. Vitoria; y algo más actual, dentro de la colección del Cancionero de Palacio, el compact con la música en la época de Carlos V.

     Finalmente, y también a manera de apéndice del presente trabajo, nada mejor que coronar esta inmersión en el mundo carolino con una visita al Museo del Prado -así fue como culminó el seminario en la Real Academia-, para analizar las obras de Tiziano sobre el emperador: «Carlos V tras la victoria de Mulhberg» y «Retrato de Carlos V»; a lo cual bien podríamos agregar, el «Retrato de Carlos V» de Pantoja de la Cruz, obrante en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial; y el retrato en forma de díptico de la familia real, que realizó un pintor flamenco desconocido, hacia el 1510 y que se encuentra en el Museo de Santa Cruz en Toledo.

     Para concluir: esta presentación queda abierta y podrá ser completada con referencias específicas y más generales, en el apartado de entrevistas -en este mismo botón- donde distintos especialistas pueden informar al lector sobre los diferentes temas que hacen a la vida y obra de Carlos V.




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