Otros períodos de gobierno

La Restauración (1875-1931) establece un sistema político liberal en la forma pero corrupto y manipulado en su funcionamiento, mediante una alianza entre la oligarquía económica y la burguesía socio-política. El crecimiento económico agudiza las diferencias sociales que favorece el desarrollo del movimiento obrero, que junto al nacimiento y consolidación del nacionalismo político en Cataluña y el País Vasco, hace que periódicamente se manifieste una serie de crisis: Semana Trágica de Barcelona (1909), el intento revolucionario de 1917 o la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930), entre otros aspectos. Todo ello erosiona los pilares del régimen de la Restauración y la vía autoritaria de la dictadura que lo intenta salvar, con el apoyo de Alfonso XIII. El fracaso de la experiencia primorriverista arrastra también a la Monarquía, incapaz de volver a un sistema constitucional y con una creciente presión popular que apoya el proyecto rupturista de la oposición republicana, que se manifiesta en los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.

El 14 de abril se proclama la República y un Gobierno provisional asume el poder, bajo la presidencia de Niceto Alcalá-Zamora, y compuesto por socialistas, republicanos y catalanistas de izquierda, que habían firmado el Pacto de San Sebastián (agosto 1930), con un único objetivo: la convocatoria de elecciones para elegir unas Cortes constituyentes, y elaborar una constitución, la de 1931. Las elecciones, que se celebran el 28 de junio de 1931, otorgan un amplio respaldo popular a la coalición de republicanos y socialistas.

Durante el período republicano-socialista (bienio reformista, 1931-1933), los gobiernos presididos por Manuel Azaña intentan solucionar los graves problemas existentes, mediante un amplio plan de reformas: ejército, Iglesia católica, nacionalismo territorial, reforma agraria, paro obrero, crisis económica y el subdesarrollo educativo y cultural. La derecha política ataca duramente la acción de gobierno al considerarla revolucionaria mientras que la izquierda más radical cree que las reformas son demasiado lentas.

La cuestión agraria es uno de los principales problemas que el Gobierno no consigue solucionar. Uno de los levantamientos revolucionarios que los anarquistas llevan a cabo, genera un grave incidente en Casas Viejas, donde fallecen varios guardias civiles. La represión y la fuerte oposición en las Cortes provoca la dimisión de Azaña como jefe del Gobierno y la convocatoria de unas nuevas elecciones.

Las elecciones de noviembre de 1933 cambian radicalmente el arco parlamentario, con una mayoría para los partidos de derechas y centro, durante el bienio radical-cedista, hasta febrero de 1936. Alejandro Lerroux se hace cargo del Gobierno que paraliza y anula algunas de las reformas de la etapa anterior. La oposición de los partidos de izquierda y del movimiento obrero provoca varios estallidos revolucionarios, principalmente el de Asturias, en 1934. La represión asturiana y varios escándalos financieros que implican al Presidente del Gobierno, conducen otra vez a la disolución de las Cortes (enero 1936) y la convocatoria de unas nuevas elecciones, en febrero.

El Frente Popular, una gran coalición de partidos de izquierda, obtiene la victoria en las elecciones, con un programa de gobierno reformista. Las Cortes destituyen a Alcalá-Zamora como Presidente de la República, y le sustituye Manuel Azaña. El nuevo Gobierno, presidido por Casares Quiroga, tiene que afrontar serias dificultades para mantener la cohesión entre los distintos partidos políticos del Frente Popular, al mismo tiempo que también tiene que abordar el creciente deterioro del orden público y los duros ataques desde la derecha. En este contexto, el 17 de julio de 1936 se subleva una parte del ejército contra la legalidad republicana, con el apoyo de amplios sectores sociales, que desencadena un conflicto civil que se extiende hasta finales de marzo de 1939.