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Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones

Conjunto arqueológico de Lucus Augusti

Presentación del conjunto arqueológico de Lucus Augusti

Nadie duda hoy día de que Lucus Augusti, Lugo, fue fundación augústea y, como otras ciudades del Noroeste Hispano, elegida por el Príncipe para epicentro político-administrativo de aquella parte extrema del territorio recién conquistado. La elección del solar lucense para campamento la aconsejarían, tanto su privilegiado emplazamiento, en una suave penillanura delimitada por los cursos fluviales del Miño y del Rato, que jugarían un no desdeñable papel defensivo, como su estratégica situación, en el cruce de un tupido sistema de comunicaciones naturales por los que acceder, tanto a la franja costera como a las comarcas del interior. Si a ello sumamos la existencia de unas generosas surgencias termales, a la orilla misma del río Miño, siempre tenidas en cuenta para restablecimiento y reposo de los heridos en combate, de ricos manantiales de agua potable a menos de dos kilómetros al norte de la ciudad, hasta la que podían fluir sin dificultad, dado el gradiente, por cualquier tipo de conducto, y de abundantes canteras de pizarra tabular para la construcción, se comprenderá que el solar lucense hubo de pesar seriamente en la decisión romana a la hora de elegir el lugar más apropiado para establecer su base de operaciones bélicas en este lejano finisterre atlántico. Evidencias del pasado campamental serían un umbral granítico de puerta con la inscripción L. VI que, en todas las hipótesis, sólo cabe interpretar como l(egio) VI, y una laja de granito, casi perfectamente pulido en su cara anterior y sin apenas desbastar en la posterior, en cuya cara anterior aparece una gran K, que no cabe interpretar de otra manera, dado el contexto, que como k(ardo). A ello hay que sumar los numerosos hallazgos de monedas de la serie de la caetra, de las que sólo entre 1986 y 1993 se habían inventariado hasta 62 ejemplares aparecidos en las excavaciones de Lugo frente a sólo 48 que se contabilizaban a la sazón para todo el amplio noroeste. Desde entonces, los hallazgos numismáticos de esta naturaleza se han ido multiplicando en la ciudad, de tal manera que casi no hay excavación, por pequeña que sea, en la que no aparezcan dos o tres ejemplares, cuando no diez, como ha sucedido en una excavación reciente de la Rúa Montevideo.

En nuestra opinión, el solar de la Lucus Augusti posterior fue inicialmente un campamento, posiblemente capaz para dos legiones, que habría jugado un papel estelar durante las guerras cántabras como base establecida por Cayo Antistio, uno de los conductores de la campaña del -25, para la conquista del ámbito septentrional de Gallaecia, permaneciendo como campamento estable durante unos diez años, o sea, hasta el retorno de Augusto a la Península entre -15/-13, siendo reconvertido en establecimiento urbano civil con motivo de este mismo segundo viaje del Príncipe a Hispania. Dicha reconversión no se habría hecho al azar sino como parte de un amplio y bien madurado proyecto de urbanización, puntal cimero en todo proceso de romanización, tanto del extenso noroeste como de otras tierras hispánicas afines o próximas. Los epicentros urbanos de dicho proceso, convertidos en capitales administrativas de unos distritos subordinados a la provincia y denominados conventos jurídicos, fueron Asturica Augusta, reconvertida de campamento en ciudad por Augusto mismo físicamente presente en el lugar, Lucus Augusti, en origen de la misma naturaleza, y Bracara Augusta, resultado de la migración continua de los castreños de las inmediaciones y de foráneos llegados desde diversos puntos peninsulares y extrapeninsulares; sólo que en estos dos últimos casos sería Paulo Fabio Máximo, legado ad hoc y familiar de Augusto, el encargado de realizar los honores fundacionales, tal como testifican los epígrafes hallados en una y otra ciudad.

Del área estricta ocupada por el posible campamento apenas se conservan indicios, pero es de suponer que coincidiese, a grandes rasgos, con la de la ciudad altoimperial, que se supone sucesora de aquél. En todo caso, una y otra dibujarían un gran rectángulo de entre 35 y 40 hectáreas orientado de Norte a Sur, que, iniciado levemente en la vertiente que drena las aguas de lluvia hacia el Rato, asienta la casi totalidad de su superficie en la suave ladera que buza hacia el cauce del Miño, por otra parte bien expuesta al sol de Poniente.

Hasta hace poco tiempo era creencia general que el área urbana de época altoimperial de Lucus Augusti había sufrido una notable ampliación en el Bajo Imperio. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en los últimos tiempos han empezado a demostrar, desde 1986, que ello no es así. Efectivamente, los vestigios hasta la fecha exhumados confirman que la ciudad ganó por la parte norte un área bastante extensa, en época altoimperial, sectorialmente dedicada a necrópolis en los puntos de salida de las grandes vías, de tal forma que el luneto comprendido entre la cerca y la línea que, por la parte interior, define la calle Bolaños Ribadeneyra y su prolongación por la Praza do Ferrol fue ganado para asiento de edificaciones durante el Bajo Imperio. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas han venido a demostrar que la ciudad perdió por el Sur y el Oeste (Praza da Constitución, Rua Rodríguez Mourelo y barrios de Recatelo y O Carme) un ámbito tres veces más extenso. En ese contexto, pues, zonas que durante el Alto Imperio eran necrópolis se convirtieron en áreas habitadas tras la construcción de la muralla y, por el contrario, las zonas abandonadas del ámbito suroeste pasaron a ser lugar de enterramiento en algunos de sus sectores.

Nadie duda ya que la muralla de Lugo es en su conjunto obra romana, si bien las vicisitudes históricas sufridas por el monumento le han hecho perder la mitad superior a lo largo de casi todo su recorrido. En mal estado debieron dejarla los avatares bélicos del Medievo porque en el siglo XVI son constantes las llamadas a su reconstrucción, que sólo parcialmente se realiza. Lo mismo sucede, con diversas alternativas en las centurias siguientes; lo que no obsta para que algunos visitantes ilustres o indígenas preclaros hablen de torres con dos o tres pisos, gruesos vidrios blancos en las ventanas de las torres y hasta vestigios de maderos de cubierta y chimeneas. De todo ello únicamente ha perdurado hasta la fecha la torre de la Mosquera, con tres ventanas semicirculares sobresaliendo sobre el adarve. La parte inferior ha sufrido también profundas remodelaciones exteriores e interiores, no siendo la menor de ellas el haber sido cegadas las escaleras embutidas en la fábrica frente a cada uno de los cubos para facilitar la labor de defensa en épocas post-romanas. La remodelación que actualmente se está llevando a cabo las está poniendo todas al descubierto.

Puede establecerse, en fin, que lo que constituye el núcleo de la actual muralla de Lugo es obra de datación romana, como confirman la naturaleza de su interior argamasado, el esquema constructivo del adarve, las escaleras embutidas en la fábrica frente a cada una de las escaleras y los elementos arquitectónicos o epigráficos reempleados en su relleno. Sin embargo, son escasos los sectores de lienzo interior o exterior conservados intactos o las entradas que actualmente pueden certificarse como genuinamente romanas. En todo caso, no es poco que este recio bastión se haya conservado en todo su perímetro hasta los tiempos actuales, convirtiéndose en un monumento tan singular que ha merecido recientemente ser declarado patrimonio de la humanidad.

Durante la amplia remodelación de las vías urbanas llevada a cabo en 1998 fue posible ubicar el foro de la ciudad en el gran rectángulo comprendido entre la Rua da Raíña, por el oeste, la Praza de Santo Domingo, por el norte, la Rúa de San Pedro, por el Sur, y un sector de la Rua Progreso por el este. Tal como sucede en otras latitudes, su ubicación no corresponde al centro geográfico de la urbe, ya que se encuentra escorado hacia su confín oriental, pero sí al área más eminente, topográficamente hablando, del asentamiento urbano. Las excavaciones de los últimos años han permitido también localizar algunas arterias de la antigua ciudad romana, en parte documentadas por las cloacas que circulaban bajo ellas, entre las que deben encontrarse el cardo maximus y el decumanus principal de la urbe.

Tanto la red de cloacas como el crecido número de establecimientos termales puestos al descubierto en excavaciones del interior de la ciudad hacen presuponer la existencia de un sistema de distribución de agua de cierta envergadura. La traída de aguas desde las cercanías debió de hacerse efectiva a lo largo de la primera centuria de la era, a juzgar por ciertos indicios estratigráficos. En lugar del tradicional embalse, el aprovisionamiento de agua se realizó mediante un túnel de captación en el rico acuífero de O Castiñeiro, a menos de dos kilómetros de la ciudad y a un nivel topográfico adecuado. Una serie de canales radiales, a modo de peine, avenaban una zanja transversal provista de las correspondientes arquetas de captación, todavía reconocibles in situ. Todavía son reconocibles, a lo largo de un amplio tramo del inicio del conducto, los basamentos de mortero romano de la substructio que sustentaba el specus del acueducto, habiéndose exhumado además en la Praza da Milagrosa los basamentos de los pilastrones sobre los que discurría a esta altura de su recorrido, que prolongaba en diagonal hasta la intersección de la Avenida da Coruña con la Ronda de la Muralla, en la que penetraba, aún elevada, por el célebre «boquete», prosiguiendo por el límite occidental de la Praza do Ferrol, parte anterior del Pazo de San Marcos, Praza de Santo Domingo, en la que entraba ya soterrado, y vía contigua por el norte a la pared septentrional del foro, donde se levantó el castellum aquae de distribución.

Las ricas surgencias acuíferas termales de las orillas del Miño contribuyeron a determinar la ubicación de la ciudad en este lugar y constituyeron desde sus inicios el complemento necesario para la satisfacción de necesidades tanto salutíferas como lúdicas. Las excavaciones han venido a demostrar que el complejo termal fue levantado ya en los primeros tiempos de la ciudad, evolucionando posteriormente al compás de etapas no suficientemente conocidas todavía. También en el interior de la urbe fueron erigidos complejos termales. Dos de los hasta ahora descubiertos, uno en la Rua de Armañá y otro en la Rua Catedral, podrían haber sido termas públicas. Ligeramente más modestos resultan los exhumados en la Praza de Santo Domingo y Rua dos Cregos que, junto con los vestigios de otros varios, pueden ser atribuidos al ámbito privado.

Como en toda ciudad romana, las necrópolis se establecieron en función de la salida de las vías. La primera de las necrópolis aparecidas dentro de la urbe lucense fue exhumada en 1986 en la esquina sudoriental de la Praza de O Ferrol, en donde aparecieron sesenta y siete enterramientos de incineración de época altoimperial. Otra necrópolis de incineración apareció en un solar contiguo al Instituto de Enseñanza Media Juan Montes, vinculada a la calzada que se dirigía a Brigantium y que fue inutilizada tras la construcción de la muralla. Más compleja es la gran necrópolis de San Roque, situada en la salida hacia Asturica de las vías XIX y XX del Itinerario de Antonino; su uso se prolongó a lo largo de todo el Imperio, alternando ritos de incineración e inhumación.

Antonio Rodríguez Colmenero
Universidad de Santiago de Compostela

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