C. R. M.
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Este negocio, en que Vuestra Magestad desea ser informado, tiene más dificultad en la
prudencia, que no en la ciencia aunque en lo uno, y en lo otro es bien dificultoso, y peligroso: y
así conviene, que atentamente lo advierta qualquiera que pudiere de dar su parecer en él, y mucho
más quien lo hubiere de executar pues es cierto, que se hallarán más dificultades, y peligros en
la execución, que se podrán representar en el Consejo.
La primera dificultad consiste en tocar esta cosa en la persona del Papa, el qual es tan
superior, y más (si más se puede decir) de todos los Christianos, que el Rey lo es de sus Vasallos:
y ya ve Vuestra Magestad qué sintiera, si sus propios súbditos, sin su licencia, se juntasen a
proveer, no con ruego, sino con fuerza, en el desorden que hubiese en estos Reynos quando en
ellos hubiese alguno: y por lo que Vuestra Magestad sentiría en su propio caso; juzgue lo que se
ha de sentir en el ageno: aunque no es ageno el que es de nuestro Padre Espiritual, a quien
debemos más respeto, y reverencia, que al propio que nos engendró. Allegase a esto, que quien
emprende semejante causa, para justificarla en su persona, ha de descubrir las verguenzas de sus
Padres lo qual ya en la Divina Escritura está reprobado, y maldito. Allegase también, que como
no se puede bien apartar el Vicario de Christo nuestro Señor, de la persona en quien está la
Vicaría; si se hace afrenta al Papa, redunda la mengua en deshonor de Dios, cuyo es.
La segunda dificultad nace de la condición particular de nuestro muy Santo Padre, que es
porfiada, y amiga de su parecer: y como a esto se allega la pasión de muchos días, alimentada
también con muchas ocasiones dadas y tomadas; es de temer que se haya hecho no solamente de
acero mas, de diamante: y así es necesario, que si el martillo le cae encima o quiebre o sea
quebrado: (que éste fue el mal de Roboán que aunque el Pueblo y los Viejos tubieron buena
intención y razón de pedir al Rey, que los desagraviase mas no considerando que tenía condición
áspera y consejo de mozos le apretaron de manera que él y ellos a tirar rompieron la ropa y cada
qual se salió con su girón) y en verdad, que esto que conozco de su Santidad no es lo que menos
me hace dudar en la salida de este negocio porque si por nuestros pecados vien-
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viendo su Beatitud que le ponen en estrecho y le quieren atar las manos comenzase a disparar los disparates serían
terribles extremos como su ingenio lo es.
La tercera dificultad hacen los tiempos que certísimamente son peligrosos especialmente en
lo que toca a esta tecla del Sumo Pontífice maravilla ha tocado, y Autoridad la qual ninguno
porque no desacuerde la harmonía, y concordia de la Iglesia como dexando exemplos antiguos,
lo vemos ahora en los Alemanes, que comenzaron la desobediencia con el Papa so color de
reformación y de quitar abusos, y remediar agravios los quales no pretendían ser menos que
ciento; y aunque no en todos no se puede dexar de decir y confesar que en muchos de ellos
pedían razón y en algunos justicia y como los Romanos no respondieron bien a una petición al
parecer suyo tan justificada queriendo los Alemanes poner el remedio de su mano y hacerse
Médicos de Roma e hicieron enferma a Alemania: y no hay que fiar de nuestra vista más que de
la suya porque los grandes males muchas veces vienen encubiertos con grandes bienes; y el
estrago de la Religión jamás viene sino en máscara de Religión. Ni de nuestra firmeza hay más
que fiar que de la suya porque el año de diez y siete tan Christianos eran como nosotros tan hijos
de la Iglesia como nosotros; y tan obedientes al Papa, tan descuidados y seguros del mal que les
ha sucedido como nosotros del que nos puede suceder. Su perdición comenzó de desacatarse
contra el Papa aunque ellos no pensaban que era desacato sino remedio de desafueros tales y tan
notorios que tenían por simples a los que contradecían el remedio: en el qual exemplo si somos
tan temerosos de Dios, y aun humanamente prudentes debieramos escarmentar y temer que Dios
no nos desampare como desamparó a aquéllos que por ventura no eran más pecadores que
nosotros: tanto más que el demonio no trata una por una; sino que se atreve y revuelve la
escaramuza porque bien sabe el ingenio de los hombres que después que una vez vienen a las
manos a la pasión se sigue la porfía y a la porfía la ceguedad, hasta no echar de ver inconveniente
ninguno con tal que salgan con la suya.
La quarta dificultad es esta. Mucho se debe mirar en las Comunidades que por sosegadas que
estén y justificadas que se representen ordinariamente suelen dar en alborotos y desórdenes o por
mal consejo o por mala execución y de buena causa hacen mala: por lo qual el hombre sabio
aunque los inferiores pretendan justicia contra sus superiores no debe favorecer las tales
pretensiones mayormente quando la justicia no se ha de librar por leyes sino por armas. Y pues
en nuestros tiempos muchas Naciones se ban levantado contra el Papa, haciendo en la Iglesia un
cierto linage de Comunidades no parece consejo de prudentes comenzar en nuestra Nación
alborotos contra nuestro Superior por más compuestos y ordenados que los comencemos. Ni
tampoco es bien que los que han hecho mociones y hoy día las hacen en la Iglesia se favorezcan
con
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con nuestro exemplo y digan que nos concertamos con ellos y que nuestra causa y la suya es la
misma por ser ambas contra el Papa. Ellos dicen mal del Papa por colorar su heregía y nosotros
lo diremos por justificar nuestra guerra: y aunque la causa es diferente; la grita parece una al que
la mira. Los Hereges hacen división: la nuestra no lo es; pero dirán que a ella se va y que la
semeja mucho. Y con los hereges no hemos de convenir ni en hechos ni en dichos ni en
aparencias: y como entre los Cristianos hay tanta gente simple y flaca; sólo esta sombra de
Religión les dará escándalo a que ningún Cristiano debe dar causa por ser daño de almas, que con
ningún bien de la tierra se recompensa.
La quinta dificultad procede de que la dolencia que se pretende curar es a lo que se puede
entender incurable y es gran yerro intentar cura de enfermos que con las medicinas enferman
más. Plus habet aliquando is tentata curatio quam habet ipse morbus. Enfermedades hay que es
mejor dexarlas y que el mal acabe al doliente y no le dé priesa el Médico. Mal conoce a Roma
el que pretende sanarla. Curavimus Babylonem, & non est sanata. Enferma de muchos años
entrada más que en tercera ética; la calentura metida en los huesos y al fin llegada a tales
términos que no puede sufrir su mal ningún remedio.
La postrera es estar Vuestra Magestad necesitado de la Quarta y Bulas de Roma que entretanto
que esta necesidad hubiere no sé si será posible remediarse los males. Y bien han entendido en
la Corte del Papa la guerra que nos pueden hacer en este caso; pues quando más nos quieren
desacomodar nos destuercen estas dos clavijas y con estos dos torcedores qualquier partido hacen
a su salvo y aunque estemos agraviados y damnificados con nuestros proprios dineros nos pagan
sin que nada les cueste: y sin duda si en esto se diese algún buen corte el Rey de España tendría
a Italia en las manos sin que ningún Papa por adverso que saliese le pudiese hacer desabrimiento:
porque no dependiendo en lo temporal de la providencia de Roma; dependiera de la nuestra y les
podríamos dar el pan y el agua por peso y medida, sin gastar hacienda, sin peligrar conciencia
ganando mucho crédito y con hacer de los más enemigos que allá tenemos los mejores y más
ciertos Ministros de nuestra voluntad y pretensiones. Pero como ya dixe poner remedio en esta
necesidad que Vuestra Magestad tiene de Roma, es tan difícil que hace casi imposible el remedio
de los males que de Roma nos vienen.
Éstas son las razones principales C. R. M. con que se suelen atemorizar los hombres cristianos
para no dar principio a un negocio, a lo que parece no tiene principio ni cabo que a sino es en
peligro manifiesto de menosprecio y debilitamiento del Papa de poco respeto y desobediencia
a la Sede Apostólica de división, y cisma de la Iglesia, de escándalo y perturbación de la gente
flaca, de menoscabo y pérdida de la Fe y Religión Cristiana; que todas estas cosas peligran si se
intenta guerra y no se sale con ella.
Pe-
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Pero hay otras razones por el contrario tan importantes que parece obligan a Vuestra Magestad
a que ponga remedio en algunos males que no siendo remediados no solamente se hace ofensa
y daño a estos Reynos en lo temporal; mas también se destruyen las costumbres, se perturba la
paz de la Iglesia, se quebrantan las Leyes de Dios, y peligra muy a la clara la obediencia que se
debe a la misma Sede Apostólica y por consiguiente la Fe de Cristo nuestro Señor.
La primera razón es por la fidelidad que los Reyes deben a sus Reynos y reverencia al nombre
de Dios al qual juraron de amparar y defender las tierras que están debaxo de su mando y
gobierno de qualquier persona que pretendiere hacerles fuerza y agravio: que si a un hombre le
hiciesen tutor de pupilos por leyes y Fidelidad de tutoría era obligado a volver por ellos y no
permitir que fuese su padre natural el que quisiese hacer este despojo y sinrazón: y pues que
Vuestra Magestad es más que Padre de sus Reynos; imprudente y loca Teología sería la que
pusiese escrúpulo en esta defensa por temor de los escándalos e inconvenientes que de la defensa
se siguen; porque no se siguen de la defensa si bien se mira; sino de la ofensa que se le hace así
a todos sus Reynos, y asimismo a la autoridad de la Sede Apostólica: y quien quisiere atribuir a
la defensa justa los males que nacen de la guerra injustamente movida no tiene Teología; ni en
buena razón de hombre sería admitido pues es cosa evidente que no sería escándalo de pequeños
sino de Fariseos: no sería escándalo dado sino recibido el que se tomase de que un Rey
defendiese sus Reynos de quien se los quisiere quitar injustamente.
La segunda razón es porque uno de los mayores males que en este tiempo puede venir no digo
a España sino al Mundo y a la Iglesia sería que Vuestra Magestad perdiese el crédito y que
imaginasen las gentes que faltan fuerzas o esfuerzo a Vuestra Magestad para defenderse a sí y
a sus Vasallos, y hacer su oficio debido en la pretensión y guarda de sus Reynos y autoridad.
Ciertamente todo lo que dexare V. M. de hacer convenientemente a esta defensa sus enemigos
y algunos que no lo son no lo han de atribuir a la cristiandad y buenos respetos de temor de Dios
que en V. M. hay; ni menos a la Sede Apostólica sino a la flaqueza de ánimo y falta de vigor y
poderío; la qual pues no la hay cumple que nadie la crea: antes Vuestra Magestad con todas sus
fuerzas ha de apartar de esta opinión así a los Hereges como a los Cristianos: porque el día que
Vuestra Magestad perdiere reputación de valeroso y bastarte para defenderse de todos; ese día
se desvergonzarán todos y la Iglesia perderá lo que no se puede encarecer.
La tercera razón es porque si en Roma conociesen de nosotros esta flaqueza, y miedo de
Religión, y que con título de reverencia, y respeto a la Sede Apostólica y sombra de Cisma y
Religión, dexamos de resistirles, y remediar los males que nos hacen con los mismos temores nos
asombrarán cada y quando que quisieren pues con
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con asomos de Cisma, y peligros de inobediencia
y escándalos, nos tienen ya atemorizados para no emprender el amparo de nuestra justicia
hacienda y buen gobierno. Por ende podíamos desde ahora alzar la mano de defendernos no
embargante que los agravios venideros sean como serán más exorbitantes que los presentes. Por
cierto no sería otra cosa esto sino dar ánimo a los malos para que cada día acometiesen más
desaforadamente a los buenos.
La quarta razón es lo que importa la defensa y remedio de los males a la Religión Cristiana,
y a la misma Sede Apostólica: porque sin duda no hay más ciertos medios de parte de Roma para
acabar de destruir en pocos días la Iglesia, que los que al presente toman en la administración
eclesiástica la qual malos Ministros han convertido en negociación temporal y mercadería y trato
prohibido por todas leyes divinas, humanas y naturales. Y si a Vuestra Magestad el temor de
religión y piedad le hacen alzar la mano del reparo de tantos daños y del amparo de sus Vasallos
y Estados ese medio cubierto, y forrado en reverencia y respeto religioso será el más cierto para
la más breve, y total destruición de la Iglesia. Yo a lo menos grandísima sospecha tengo que el
demonio entendiendo que si Su Magestad emprende esta defensa la ha de poner en buenos
términos y hacer que sea moderada e inculpada ha de trabajar por sacarla a Vuestra Magestad de
entre las manos y ponerla en otro que dé mal cabo de ella: porque a la moderación de estos males
ayudan a Vuestra Magestad lo primero la natural clemencia y blandura de que Dios le dotó. Lo
segundo el zelo de la cristiandad la reverencia de la Iglesia, y el respeto a la Sede Apostólica que
Vuestra Magestad tiene. Lo tercero los cristianos y católicos Consejeros que en este tiempo Dios
ha dado a Vuestra Magestad que antes tratarán de tirar la rienda que de soltarla: antes inclinarán
como es razón en favor de la Iglesia, que en disfavor: antes cortarán que alargarán la licencia. Lo
quarto la firmeza de estos Reynos y la unión tan entrañable con la Sede Apostólica. Viendo pues
estas cosas el demonio con estrañas astucias y encubiertos colores de cristiandad y religión
procura de sacar el remedio como dicen de manos que le pondrán en las cosas debidas moderada
y cristianamente por ponerle en manos de algún otro Sucesor de Vuestra Magestad que tenga la
condición más alborotada y terrible: la cristiandad menos firme y segura: la devoción a la Sede
Romana no tan alta y entera: los Consejeros no tan atentados y ateridos al temor de Dios y
respeto a la Iglesia y al fin sus Reynos más ofendidos y escandalizados de Roma que ahora están
que ciertamente los daños y agravios irán creciendo de cada día si Vuestra Magestad no los ataja
con tiempo: y quando después estos Reynos quisieren resistir al creciente han de salir de términos
ordinarios y resistir con grita y alboroto sin orden, ni concierto alguno como se hace en las
grandes avenidas. Por lo qual parece que ahora debería hacer Vuestra Magestad madre al Tiber
buena y convenible por donde holgadamente pueda ir sin que anegue no solamente a Roma sino
a todos los Reynos de Vuestra Magestad.
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La postrera razón es porque los inconvenientes que se representan en esta defensa y remedio
son inciertos y dudosos: y el mal que se sigue de dexar desierta esta defensión y remedio es cierto
y manifiesto. Y sería imprudencia dexar el hombre de hacer el oficio a que notoriamente está
obligado quando de no hacerlo se siguen notorios daños e inconvenientes por temor de otros de
que no hay certidumbre ni claridad: antes se puede pensar que son sombras e imaginaciones aun
por ventura representadas por el demonio, para desconfiar a los buenos del remedio de los males.
Estos argumentos (R. Mag.) por una parte, y por otra hacen este negocio tanto que alguna vez
estaba en determinación de huir donde nadie me pudiese preguntar lo que sentía ni yo estubiese
obligado a decirlo pero la intención con que Vuestra Magestad pregunta, y el deseo que en
Vuestra Magestad conozco de acertar mayormente en negocios en los quales ni el yerro ni el
acertamiento puede ser pequeño me han hecho salir de mis casillas y hablar; aunque den alguna
ocasión de murmurar de mí las muchas consideraciones que yo tenía para callar: y ciertamente
lo hiciera si Vuestra Magestad fuera otro; no porque a mi juicio no sea verdad lo que digo; sino
porque como vemos en los consejos de medicinas lo que a uno aprovecha a otro daña. Y así
suplico a Vuestra Magestad por amor Dios que si en este mi Parecer hubiere algo de provecho
Vuestra Magestad lo tome para sí y el papel se eche al fuego porque nadie use mal del consejo,
que en otro tiempo o a otro Príncipe quizás sería mal: más a Vuestra Magestad y en tal punto yo
fío que no sólo es bueno más prudente y cristiano.
Para responder al caso que se propone ante todas cosas es necesario distinguirlo en dos partes.
La una es razón de defensa presupuesta la guerra que su Santidad ha movido: la otra toca en
remedio de algunos abusos de Roma que aun en tiempo de paz perturban el gobierno espiritual
y aun el temporal de estos Reynos de Vuestra Magestad Quanto a la primera parte tres puntos se
deben tratar. El uno si la defensa que Vuestra Magestad hace en esta guerra es justa y debida. El
segundo qué medios se pueden lícitamente tomar que sean enderezados al buen fin de esta
defensa. El tercero qué tanto se podrá proceder en satisfación de esta defensa y justicia: y ya que
conviene hacerse no conviene parar sin ir más adelante.
En el primer punto no hay mucho que dudar sino que siendo (como es) la guerra de parte de
su Santidad injusta y agraviada; la defensa de Vuestra Magestad es justa y debida; porque
presuponemos el hecho que en el Memorial se refiere, del qual siendo las cosas que allí se dicen
verdaderas resulta que su Santidad comenzó la guerra, y acometimiento por muchas vías
indebidas e injustas. Para mayor claridad de esta defensa y su justificación han de notarse dos
cosas. La primera que su Santidad representa dos personas. La una es de Prelado de la Iglesia
universal. La otra es de Príncipe temporal de las tierras que son suyas. Y así conforme a estos dos
Principados puede proceder contra alguno o como Prín-
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cipe, y Señor temporal, como proceden los otros Reyes quando hacen guerra a sus Vecinos con dinero con armas y con soldados; o como
Príncipe espiritual como pueden proceder los Obispos contra sus súbditos llamándolos oyéndoles
sus acusaciones y descargos que de ellas dan; amonestándolos; y siendo rebeldes
excomulgándolos: y quando en este segundo modo de proceder el Sumo Pontífice hiciese algún
desorden o contra derecho y razón; o contra justicia en perjuicio y agravio de tercero al presente
no diré cómo se ha de remediar pues al presente su Santidad no procede por esta forma no
embargante que al principio hubo algunas muestras de ello como pareció en la acusación del
Fiscal contra Vuestra Magestad y por la suspensión de la Quarta y Cruzada. Mas como la
acusación no fue adelante ya que el proceso paró no hay por qué hablar de él, ni menos de la
suspensión de la Cruzada; porque esto sin duda lo pudo hacer sin perjudicar a nadie, y con buena
intención atento a los abusos, y ofensas de Dios que en la predicación y execución de ella hay:
y fuera sanamente hecho y muy a servicio de Vuestra Magestad porque aunque le quitara dineros
pero también le quitara uno de los mayores cargos de conciencia que Vuestra Magestad tiene
sobre sí. Y sobre la Quarta ahora no me estiendo, ni me entrometo; porque bien se sabe que a mí
me pareció cosa muy fea lo que su Santidad en esto hizo no embargante que de su poder no
hablé, ni había que hablar. Vuestra Magestad como Cristiano, se ha en este caso detenido tanto,
que más ha querido pasar por corto que por largo: y aunque tenía justicia para quitar la Quarta,
por algunos buenos respetos mandó cesar la execución. Así que de esto no hay qué decir. Ahora
solamente hace al caso que hablemos en el otro modo de proceder que es el que Su Santidad
principalmente lleva y ha llevado a ley de Príncipe y Soldado: lo qual muestra bien la liga con
el Rey de Francia y los demás aparejos de guerra y gente que ha hecho; el tomar la tierra a los
Coloneses y las otras cosas que se representan en el Memorial. Y así claramente se ve que pues
su Santidad no hace la guerra con el poder espiritual sino con el temporal: Vuestra Magestad no
se defiende de él ni del Vicario de Cristo nuestro Señor sino hablando con propiedad de un
Príncipe de Italia su comarcano, que como tal hace la guerra y sería gran desayre, si el Obispo
de Palencia Conde de Pernía hiciese gente de sus Lugares para tomar a Monzón. Lugar del
Marqués de Poza sin ningún derecho ni justicia; que el Marqués estuviese muy escrupuloso en
hacerle resistencia porque resistía a su Obispo. Él podría decir con verdad que al Obispo pondría
sobre su cabeza, y le obedecería quando procediese como Obispo; más si procede como Conde
de Pernía hará en su defensa lo que era obligado a hacer con los otros Señores sus vecinos si a
tuerto le quisiesen quitar su tierra.
Por esta misma suerte, viendo ya que el Papa peleaba con papeles en España pretendiendo
autoridad de Sumo Pontífice, me pareció cosa muy acertada que al presente se disimulase, y
sufriese todo lo posible. Mas en Italia, donde peleaba con Soldados, que á un Solda-
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do le echasen otro; porque si asi no se hiciese (como dicho es) el tutor habria de desamparar á
sus pupilos: cada qual habria de dexar de hacer su oficio, y dar de mano al amparo que le
hubiesen confiado, quando su padre le acometiese, aunque fuese tyrano, é injusto en acometerle;
y V. Mag. habria de desamparar a Italia, y aun á España, si el Papa la quisiese quitar, si la
defensa, que V. M. hace fuese ilicita. Lo que la razon concluye es, no que no nos defendamos de
nuestros superiores, y padres, sino que la tal defensa sea mas comedida, mas acatada, y moderada
que con los otros: que si el padre estuviese furioso, y quisiera matarme á mi, y á otros, y fuese
necesario quitarle las armas, y atarle, no seria buen seso (porque es mi padre) no ponerle la mano,
y remediarlo; pero seria respeto debido hacerlo con todo acatamiento, y moderacion: que aun a
los Principes niños alguna vez conviene los azoten; pero es justo miramiento, que besado el
azote, y quitado el bonete, se haga la correccion en su propio Principe. Tambien asi es justo y
santo, que si N. M. Santo Padre con enojo hace violencia a los hijos, V. M. que es el mayor, y
protector de los Menores, lo desarme: y si fuere necesario, le ate las manos; pero todo esto con
grande reverencia y mesura, sin baldones, ni descortesia: de suerte que se vea que no es
venganza, sino remedio: no es castigo, sino medicina.
La segunda cosa que se ha de notar es, que la defensa no solamente se entiende ser legitima
quando el agresor se declaró en hacer pública la guerra, sino quando comenzó á hacer gente, y
aparejos contra el inocente: que si un enemigo está solo en el campo conmigo, y veo que carga
el arcabuz, y entiendo que es contra mí, muy simple sería, si lo aguardo á que lo descargue, y no
me amparo sino quando viene la pelota. La cordura será, y cordura lícita, y justa, si yo me puedo
adelantar mas que él, antes que descargue, atajarle con el tiempo, y no esperar al postrer
acontecimiento, no poniendo en ventura, y riesgo mi deliberación, la qual tenia mas segura, y
cierta, si quando él comenzó á acometer, comenzára á resistir: por la qual razon se manifiesta la
imprudencia de algunos, que porque el Duque salió de Nápoles camino de Roma, imaginaron,
que aquello era acometimiento, y no defensa. Plugiera a Dios hubiera comenzado muchos dias
antes, ya que la defensa de V. Mag. era justa y legitima, que por ventura fuera menos dañosa y
costosa. Este punto estaba tan claro, que no habia por qué detenerme en él; pero hay algunos tan
supersticiosamente pios, que ibi timent, ubi non erat timor.
El segundo punto tiene mas dificultad: es a saber, de qué medios podrá V. Mag. valerse, que
sean justos en razon de esta defensa: y en esto la regla general es, que V. Mag. en prosecucion
de esta defensa puede poner en buena conciencia todos los medios, que hombres cuerdos, y
sábios en la guerra pueden juzgar buenos para la tal defensa: y quáles sean los necesarios, y
quáles no, mal lo puede averiguar el Teólogo por su Teologia. Mejor lo averiguarán Capitanes
y Soldados viejos, y el Consejo de Guerra de V. Mag. no embargante que la razon natural da
luego algunos medios convenientes, y necesa
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rios para la tal defensa; como es que durante la guerra, ni por cambio ni por otra manera directe ni indirecte no vayan dineros de
los Reynos de Vuestra Magestad a Roma, aunque sean para los mismos Cardenales Españoles
que allí están: y así como si se pudiese atajar el Tiber en su nacimiento, no hay duda que sería
la mejor forma de guerra quitarles la agua, y tomarlos por sed aunque en esto padeciesen los
culpados que están dentro de Roma como los que no lo son: ni más ni menos es cosa muy justa
que ningún dinero vaya a Roma, aunque algunos de los que están allá no merezcan este castigo:
y general cosa es, que de la guerra justa siempre se recrecen daños a los inocentes: mas esto es
por accidente y muy fuera de la intención principal del que hace la guerra: ni debe el Artillero
dexar de hacer su oficio aunque algunas veces acierte la pelota al que ninguna culpa tiene.
También se puede mandar con buena conciencia, que durante la guerra ningún natural de estos
Reynos vaya a Roma: y a los que allá están si pueden sin peligro se salgan: y a los Prelados que
hacen ordinaria residencia en Roma, y contra toda justicia llevan rentas de sus Iglesias, (pues les
manifiesto que no tienen causa bastante para no residir en ellas) también se les podrán quitar las
temporalidades, o gran parte de ellas pues las llevan con la misma conciencia que si las robasen.
Y no hace al caso oponer, que si estas dos prohibiciones hiciese cesarían las expediciones,
despachos, y negocios espirituales tocantes a las almas. Digo que esto no impide por muchas
razones. La primera porque de este inconveniente, ya que fuese su Santidad es causa: y por ende
a su Santidad se debe imputar, y no a Vuestra Magestad que toma el medio ordinario y necesario
para su defensa. Ni es intención de Vuestra Magestad que vengan daños sino sólo amparar sus
Reynos y vasallos con medios proporcionados a la defensa. La segunda porque con quitar
Vuestra Magestad que no vayan dineros no quita que no haya despachos, sino que no los haya
por dineros, y bien puede Su Santidad, y todos sus Oficiales hacer despachos gratis y aun más
libremente que antes de la guerra y en despachar así, harán lo que la ley de Dios les manda, y lo
que importa a la Iglesia tanto quanto no se puede encarecer. La tercera porque su Santidad podría
entretanto que dura la guerra y debería no olvidarse de la gobernación espiritual, y cometer las
cosas tocantes a ella al Nuncio o a los Ordinarios que sería hecho digno de la Sede Apostólica,
La quarta, porque parte en el Derecho Canónico parte por la discreción de Teólogos prudentes
y avisados está proveído que quando el acceso a Roma no fuese seguro y especialmente peligroso
en la tardanza los Obispos,cada qual en su Obispado, pueden proveer todo lo necesario para la
buena gobernación Eclesiástica y salud de las almas aun en aquellos casos que por Derecho se
entiende estar reservados al Sumo Pontífice; porque en tales casos de necesidad no se entiende
estar reservados so pena que la reservación sería tyránica: lo que no se ha de entender por ningún
modo de la Santa Sede Apostólica. No faltaría quien se emba-
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razase si le ponen delante que la guerra podría durar mucho y que en este medio tiempo podrían vacar Beneficios y Obispados
más placerá a nuestro Señor que no lleguen las cosas a tanto riesgo: y si por pecados del mundo
y por la apasionada cólera de su Santidad viniésemos a tal extremo o fácilmente se daría orden
en que sin embargo de la guerra, y sin ofensa de Dios se proveyese a la necesidad de las Iglesias
que versasen en el entretanto si su Santidad no quisiese proveer en ello, como puede y debe.
El tercero punto en razón de esta legítima defensa es ver hasta qué tanto puede proceder
Vuestra Magestad y adonde conviene parar; porque todos los Teólogos y Juristas concuerdan en
un parecer muy cierto, y de que no puede haber duda; y es que la defensa ha de ser cum
moderatione inculpate tutelae: y como la justicia tiene su moderación y límite y con una cierta
igualdad califica las penas confome a las culpas y a una raya fuera de la qual el juez justo no debe
salir así a la justa defensa se le han de dar linderos de rectitud, y equidad y el justo defensor no
ha de pasar de aquellos linderos y términos constituidos por la razón: y como arriba se notó esta
moderación y medida mucho más se requiere, quando los inferiores se defienden de los
superiores y los hijos de los padres: y dado que en particular sea dificultoso determinar hasta qué
tanto se podría ir adelante; pero dos cosas se pueden decir con certidumbre las quales ambas la
razón natural las determina. La primera, que puede Vuestra Magestad con buena conciencia
recobrar los gastos, costas, y daños, que desde el principio de esta guerra se le han seguido, no
solamente en su hacienda más en los bienes de dos: y entiéndese el principio de la Santidad
comenzó a sus vasallos servidores, y a la guerra desde el punto que se declararse que hacia gente
y aparejos contra Vuestra Magestad pues desde entonces comienza a ser legítima la defensa,
segun que ya declaré.
La segunda cosa que también es cierta en este punto es que se puede en buena conciencia
tomar toda la seguridad que fuere necesaria, para que su Santidad no vuelva de aquí a tres meses
o quando halle oportunidad a renovar la guerra comenzada; porque sería indiscreción si conozco
que el que me quiere ofender ha sido tocado de algún furo; pero viéndose atado dice que se
pacificará y no hará mal a nadie; más entiendo que no puedo asegurarme de su enfermedad sino
que al presente la necesidad lo hace humilde: digo sería indiscreción soltarlo estando atado; antes
sería prudencia aguardar al tiempo, para que la experiencia mostrara si estaba del todo sano, y
en el entretanto no permitir tenga armas ni libertad para hacer daño. No de otra manera Vuestra
Magestad a ley de Cristiano puede y debe mirar, que seguro le queda, quando se tratase de
concierto, si Su Santidad estrechado viene en algunas condiciones que sean buenas: y a la verdad,
quáles sean necesarias y seguras Vuestra Magestad lo sabrá mejor y el Consejo de Guerra porque
la Teología no sabe de esto: sólo puede avisar, que los del Consejo no han de fingirse seguridades
que no sean necesarias que ya podría haber alguno que dixese convenir para que
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traherá a Vuestra Magestad a estos Reynos para la Primavera: y entonces será buen tiempo para poner en
cura al enfermo; que ahora estando qual está y a principios de Invierno no osaría yo ser su
Medico. Algún otro día más oportunamente podrá Vuestra Magestad si fuere servido, oírme; que
cesando esta guerra podremos defendernos de la otra, que se hace escondida y oculta a estos
Reynos de Vuestra Magestad pues no hay título menos justo para que Vuestra Magestad los
defienda y ampare de la una que de la otra; antes por ventura más porque la oculta en son de paz
es perpetua y muy más perjudicial que la descubierta.
Mas quáles sean estos casos en que Vuestra Magestad y estos Reynos reciben agravios no me
parece que es razón decirlo: ni tampoco los medios, y formas que se podrían y debrían tener para
remediar semejantes males. Lo que puedo decir es que ni la prosecución del Concilio Tridentino
ni los Concilios Nacionales en quanto yo alcanzo aprovecharan mucho ni para curar las
enfermedades de Roma ni para todas estas injusticias, que malos Ministros de aquella Santa
Católica Apostólica Iglesia han hecho y hacen a los Vasallos y Señoríos de Vuestra Magestad
Otro camino a mi juicio se ha de tomar si de veras ha de tratarse el remedio de semejantes males
y agravios no embargante que para atemorizar y asombrar, (aunque no tuviera efecto) por ventura
fuera buen consejo que en publicándose la salida de Nápoles del Duque juntamente se publicara
la de los Obispos y Letrados de sus Iglesias, y Universidad; y no fuera mucho que el esquadrón
de los Obispos y hombres doctos de acá hiciera más espanto en Roma que el Exército de
Soldados que Vuestra Magestad allá tiene.
Ya veo que en este Parecer hay palabras y sentencias que no parecen muy conformes a mi
hábito y Teología; mas por tanto dixe al principio que este negocio requería más prudencia, que
ciencia y en caso de tanto riesgo como éste do se atraviesa no sólo la perdida de hacienda,
señoríos, y crédito de Vuestra Magestad sino el peligro del mundo como entiendo los designios
del Rey de Francia y del Sumo Pontífice y sus naturales condiciones; no puedo (si no me engaño)
hablar prudentemente sin hablar con alguna más libertad, que la que la Teología y profesión me
daban. Nuestro Señor por su infinita misericordia se apiade de su Iglesia, y de a Vuestra
Magestad gracia y favor su espíritu, y consejo para que remedie (teniendo a Dios delante) los
males, trabajos y peligros en que la Iglesia está. De este Convento de San Pablo de Valladolid
a 15 de Noviembre de 1555.
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Parecer del M. fr. Melchor Cano, del Orden de Predicadores, Doctor Teólogo de las
Universidades de Alcalá y Salamanca, Obispo de Canarias (cuyo Obispado renunció) sobre las
diferencias que hubo entre Paulo IV Pont. max. Y el emperador Carlos V. Primero de las
Españas, y de las Indias:
Dedicado al Ilmo. y Rmo. Señor D. fr. Gaspar de Molina y Oviedo, Obispo de Málaga., &c.
Conforme al exemplar impreso en Madrid con las Licencias necesarias año de 1736.