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Miscelánea de textos breves relativos a la época del emperador


Siglo XVI. Origen de la Encomienda


     [CASAS, B. de las. Historia de las Indias, ahora por primera vez dada a la luz por el Marqués de la Fuensanta del Valle y D. José Sanchez Rayón. Madrid : M. Ginesta, 1875-76. 5 vols. lib. 1, cap. 160.]

     [GARCÍA-GALLO, A. (ed.). Antología de fuentes del antiguo Derecho. Madrid : 1975, pp.778-779.]



     A estos que se avecindaban [ciento dos españoles partidarios de Francisco Roldán, que después de sublevarse contra Colón se sometieron a él en octubre de 1499] repartía el Almirante [Cristóbal Colón] tierras en los mismos términos y heredades de los indios. Y de las mismas heredades y labranzas hechas y trabajadas por los indios, que tenían para sustentación suya y de sus mujeres y hijos, repartía entre ellos, a uno 10.000, a otro 20.000, a otro más, a otro menos, montones o matas, como si dijesemos, tantas mil cepas de viña; sólo en esto diferían, porque las cepas de las viñas son perpetuas o cuasi, pero las matas no duran ni dan más de fruto de pan, y esto puede durar uno y dos hasta tres años, que pueden comer dello, como arriba dijimos. Y este repartimiento destas labranzas y tierras, dábalas el Almirante por sus cédulas, diciendo que daba a fulano en el cacique fulano tantas mil matas o montones, que es lo mismo, y peor y miserando que es y era. De donde comenzó la tiránica pestilencia... del repartimiento, que después llamaron encomiendas. Que decía en la cédula, «que mandaba que aquel cacique fulano e sus gentes le labrasen aquellas tierras»; esto era, que acabadas aquellas matas y montones de comer, le plantasen otras, sin señalar números ni cuento ni medida; y a los que señalaba o daba de las labranzas de los indios ya plantadas, daba sólo tierras y los indios que se las hiciesen y plantasen en ellas. Y juntaba dos españoles o tres en compañía y aplicábales tal cacique que les hiciese las dichas labranzas de común, y después el provecho dellas repartiesen. De aquí nacieron entre los españoles unas sanctas e inmaculadas compañías.

     Esta licencia dada por el Almirante, teníanse ellos cargo de gastar aquellas labranzas en las minas, forzando a los indios que fuesen a coger oro, aunque les pesase, puesto que no iban sin otra licencia expresa del Almirante, dada por escrito, que decía que se daba licencia desde tal mes a tal mes; después pedían que se les acrecentase la dicha licencia: «en tal día o tantos de tal mes se le acrecentó la licencia a fulano para coger oro hasta tal mes». Dada la licencia y señalado que tal cacique hiciese las labranzas de fulano, español, de tal manera del cacique y de su pueblo o pueblos y gente aquel hidalgo español se apoderaba, como si los dieran todos por esclavos; o por mejor decir, como si fueran bestias cazadas y habidas del campo, no haciendo más cuenta del cacique y señor natural que de sus vasallos; azotes y palos, cortarles las orejas, y a otros matarlos si en tantito d'ellos se enojaban o no acudían a hacer tan presto lo que les mandaban. Si los caciques y señores tenían hijas, luego con ellas eran abarraganados, y desta manera estuvieron todos, yo presente, muchos años. Eran de todos los indios, por temor violentísimo, adorados, y como de los demonios, delante dellos temblaban. Y guay de aquellos que se huían, o como los españoles decían en su lenguaje, se alzaban, porque luego iban a buscarlos y guerrearlos y hacían en ellos crueles matanzas, y los que a vida se tomaban vendían por esclavos, y d'éstos iban a Castilla los navíos cargados.



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